jueves, diciembre 22, 2005

Tomoa

Nadie sabe cuándo nació, ni cómo, ni por qué. Apareció mientras sus padres dormían en una tarde de eclipse total de sol.

"Me salió soñador y silencioso", era lo único que decía su madre sobre él cuando alguien le preguntaba.

A menudo se le podía ver en la orilla del río buscando las huellas de otras almas mudas como la suya, sin embargo, siempre regresaba a casa con el rabo entre las piernas.
Sus ojos solían preguntarle al viento si Ella en realidad existía, si algún día podría encontrarla por casualidad sentada en algún parque, deshojando mariposas.

"Mientras vivas en silencio, nunca encontrarás el amor", le decía su padre todos los días, mientras le acariciaba la frente como si fuera un niño; pero no lo era.

Ebrio de soledad, se fue de su casa y se internó en lo más profundo del valle, allí, donde las orquídeas cantan y danzan para la luna llena.

De vez en cuando, llegaban a su nariz nuevos perfumes, nuevas esperanzas que se grababan en su piel y le daban el aspecto de un velo, cubierto de parches y hoyos multicolor.

Para qué negarlo, él era un loco enamorado de la noche, vagabundo en busca de niebla, huérfano y prófugo por voluntad propia.

A Tomoa, el perro mudo y gris, siempre le ha gustado mirar cómo cae la lluvia.

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