miércoles, diciembre 20, 2006

Al poeta...

Te busco. En la vieja casa de tapia te busco. Las flores han vuelto a crecer en el zaguán. Están rotas las ventanas y astilladas las puertas. Mis cartas, sin abrir, están regadas por todas partes. No las leíste, no te tomaste la molestia de guardarlas.

Quizás no debería estar aquí mirando a esos perros que a lo mejor la lluvia llevó hasta tu habitación. Están dormidos al pie de tu cama como si fueran tuyos y esperaran tu regreso. La gente me ha dicho que caminan todo el día por la casa vacía, lentamente, casi como fantasmas que temen que se los lleve el viento. Si estuvieras aquí, sé que te quedarías con la perra pequeña. Tiene el pelo negro y corto y las orejas caídas. Ella seguramente te hubiera acompañado en tus encierros en el sótano, cuando la inspiración te quemaba la yema de los dedos.

Me parece tan extraño que nadie te haya visto partir. Muchos creen que estás muerto y que tu cuerpo se pudre debajo de la casa. Es posible que así sea. Nunca te gustó la luz ni las miradas indiscretas. Siempre quisiste ser un misterio para todos y al final lo conseguiste. Te importó muy poco que se derrumbara la casa de tus padres o que la mujer del carnicero estuviera esperando un hijo tuyo.

Como escribiste en uno de tus poemas, "vaga en el aire un alma sin dueño", así te recuerdo yo ahora y mientras lo hago, mientras te imagino en la mesa de un bar, sentado en el parque, asomado en el campanario, yendo y viniendo con tu maleta gris, me doy cuenta de lo mucho que te extraño.

Sí, te extraño, extraño hablar contigo sobre la mirada de las vacas, sobre las campanas y la razón por la cual no podían sonar después de la medianoche, sobre mis atardeceres de lápiz y tus piedras con nombre de mujer.

¿Todavía sueñas con perros rojos? ¿Todavía crees que los ángeles no vuelan? ¿Ya sabes cuánto cuesta el amor en el mercado bursátil? ¿Encontraste a alguien que haya muerto de soledad?

Podría preguntarte tantas cosas, escribirte cartas para siempre y sin embargo, sé que ésta será la última, la del adiós final, aquel que tantas veces nos hizo llorar a los dos, a ti y a mí...

Yo me haré cargo de la perra, de la pequeña perra negra que pudo haber sido tuya. Es tan callada que sé que no se reirá de mí por haberte dicho adiós en una carta que jamás vas a leer.

lunes, diciembre 18, 2006

Yo

Ya no me asusta mirar al vacío; tampoco me tranquiliza, pero al menos ya no es algo de lo que huya como un niño. Quién sabe, quizás algún día el viento me dé el empujón que necesite y caiga a la más profunda sima. Eso sería más fácil que ver a todas las personas que quiero convertirse en extraños. Soy un joven caprichoso. Hoy, por ejemplo, me gustaría que el viento no diera giros tan rápidos. Atrapado por el vértigo, la vida y la muerte irían perdiendo sentido. A veces, lo confieso, siento miedo de convertirme en un escéptico, de que tal vez el alma se me pierda en un descuido y ya no pueda llorar, ni siquiera fingir que lloro. Todas las cosas tienen movimiento pero pocas en realidad están vivas. Incluso a mí, la luna me muestra de vez en cuando los hilos que me convierten en una marioneta, una marioneta con ojos de vidrio. Alguien habla y vive por mí; lo hace tan bien que hasta mis convicciones parecen frágiles. Si no hubiera tenido la precaución de escribir mis sueños seguramente estaría colgado de un perchero, saludando a la gente detrás de un escritorio como aquellos hombres que sólo han visto al sol en fotografías. Ah, qué cálido sería el mundo si estuviera a blanco y negro, si no hubieran ventanas en las casas y estuviera prohibido enloquecer de amor. Al final de cuentas, es como si todos quisieran huir del dolor y ver arcoiris que broten de los edificios de oficinas. Por eso, lo repito, ya no me asusta mirar al vacío, así que no estés triste por mí, soy un loco más, alguien que prefiere amarte y no pensar.

viernes, diciembre 15, 2006

Sé que te gustan los guayacanes y las orquídeas y que a menudo sueñas que las farolas son en realidad umbrales, puertas de entrada a ciudades donde las lágrimas sólo les pertenecen a las plañideras.

Sé que te gustan los balcones y escuchar el sonido del viento cuando pasa entre las ramas de los árboles. Como yo, hay días en los que te sientes ajena a este mundo, pero eso no evita que estés siempre sonriendo, aunque a veces tu sonrisa también sea triste.

Sé que te gusta andar descalza y que prefieres el café sin azúcar, que te da miedo escuchar tu voz en una grabación y que, en general, te asusta cualquier cosa tuya que pueda sobrevivir después de ti.

Sé que te gusta transcribir mis cartas en tu diario para poder subrayar las frases que repito, que todos los días me visitas aunque yo esté ausente y que eres tú la que desordena los recuerdos que guardo en el nochero.

Sé tanto y tan poco de ti, de tu cuerpo, de tus sueños, de las cosas que callas cuando estamos juntos, de las que dejas escritas en tus labios para que se me queden grabadas en la piel.

Sé a qué sabe la soledad de tus sábanas, pero por más que lo intente, no sé si aún eres mía...

martes, diciembre 05, 2006

Baila para mí 4

–Pórtate bien. En la nevera queda jugo. Si quieres algo, puedes tomar dinero de la cartera. No olvides sacar la llave si vas a salir. Yo te voy a estar llamando para saber cómo estás. Te quiero.
–No te preocupes mamá, estaré bien.
–Eso espero caballerito. Últimamente, te has vuelto tan independiente. Ya eres todo un hombrecito.
–No digas eso mamá. Yo quiero quedarme así…

***

Mi abuela me lo dijo antes de irse. Los hombres ya no sueñan. Soñar los avergüenza. Pero a mí no. Yo todavía sé cómo volar, cómo navegar en las nubes y caminar en una luna de queso. Tengo el poder de controlar el viento a voluntad, e incluso, si quiero, puedo ser invisible, invisible para todos, menos para mi mamá. Por eso, ahora que ella no está, voy a ir a su cuarto, encenderé la luz de la lámpara e iré corriendo al otro lado, allí donde "ella" me debe estar esperando.

Parte 1
Parte 2
Parte 3

viernes, diciembre 01, 2006

Te llevo a ver otro sol...

Ése no es el sol. No el que yo conocía y dibujaba en mis cuadernos. Un sol gris hecho de lápiz. El tiempo tiene la rara costumbre de borrarlo todo pero no lo hace bien. Siempre quedan las marcas, los borrones. De qué me sirve. Los amores prohibidos son los únicos que perduran, los únicos que no mueren. Ayer soñé que ya no hacíamos fila para caer en el desbarrancadero. Abrí los ojos pero no pude despertar. Alguien había cambiado el sol. El mío. Pintó el cielo de azul y cubrió con algodón las nubes muertas. Sospecho que de seguir así, en breve, habrá ángeles en lugar de pájaros y sus trinos serán en realidad oraciones. Todo es tan distinto ahora. El infierno tiene colores pastel. Gracias a ti, mi sol.

William Montoya

Ya que has cambiado el sol, te pido que me dejes dibujar en él un pequeño punto negro, tan pequeño como la parte de mí que aún vive en tu ser. Ana, desde que te fuiste estoy empezando a odiar la noche. Por más que lo intento ya no puedo ver nada en ella, sólo oscuridad. Sé que te burlarías de mí si me encontraras frente a la puerta de mi casa, escribiendo mis sueños hasta que llegue el amanecer, como un niño asustado que huye de los monstruos que hay debajo de su cama. Yo también me burlo, de vez en cuando. Me veo tan ridículo. Por qué no podemos simplemente caminar o recoger flores de fieltro para que el sol las convierta en flores reales, tan reales como ese beso que me diste cuando la lluvia nos regaló un color para los dos... Hija del sol, aquí estás, siempre inalcanzable.

Martín Fieltro

Me llamó el olvido. Se cansó de enviarme cartas que nunca respondí. Muchas noches lo vi frente a mi casa haciéndole compañía a los celadores. Es tan delgado, el pobre. Dudo mucho que pueda sonreír o llorar. Tiene la mirada soñadora de los que esperan y su voz es apagada y fría. Lo comprendo. Debe estar cansado. No hay nadie a quien recurran más los amantes malheridos. Sé que debí haber hablado con él antes, pero en mi piel aún estaban frescas las huellas de mi querida señora. Se veía tan bonita cuando me dijo adiós. Sin saberlo, sus lágrimas le devolvieron la juventud que ella creía perdida. Cuando contesté, yo estaba asomado en la ventana. Los pude ver en el teléfono público: "Te llevo a ver otro sol". El silencio se los llevó a los dos, a ella y al olvido.

Juan Pablo Sánchez

Te escribo desde la otra cara de la luna, aquella que siempre está oculta, aquella que nunca ha visto la luz del sol. Ojalá pudiera encontrar una escalera para que estuvieras aquí conmigo. Te diría tantas cosas, callaría tantas. Aquí arriba el cielo ya no es azul. La noche, obviamente, es eterna. Podríamos dedicarnos a contar estrellas y cuando nos cansemos, empezarías a dibujarlas en mi cuerpo. Me gustaría contener el universo entero en mi vientre y derramarlo sobre ti, pero no te tengo ni te tendré nunca; nunca serán nuestras las estrellas ni podré desenredarlas en tu pelo. Como la mujer del faro, veré los barcos que encallan en la playa, uno tras otro, y en ellos, nunca estarás tú porque ya te habrás ido con el sol.

Alejandra Pareja

lunes, noviembre 27, 2006

Abrásame

Puedo caminar tranquilo, libre, sin que nadie me vea. Puedo sentir el viento, sentirlo realmente en mi piel, centímetro a centímetro. No hay nadie aquí. Sólo las nubes, la arena y yo. Sé que la muerte me encontrará pronto. No me resisto. Voy caminando por el desierto. Tan libre, tan fuera de mí. Me tragarán las dunas, poco a poco. Y seré feliz, yo, sonreiré cuando la arena haya reemplazado mi alma. Sonreiré, sí, lo haré, porque tú ya no me verás llorar, aquí en el desierto, sin oasis, sin ti.

domingo, noviembre 26, 2006

Róbame un color

Quédate, por favor, no te vayas todavía. Al menos espera a que yo me haya dormido. Cerrar los ojos. No ver tu luz. Prómeteme que vigilarás mi sueño al menos esta noche, que te quedarás conmigo y te irás al amanecer sin que yo me dé cuenta.

Por favor, será la última vez que te lo pida.

Me gustaría que hicieras una plegaria por mí esta noche, una como la de la canción de Spinetta, ésa que tanto te gusta. Yo también puedo jugar inquieta en los jardines, en los tuyos, aunque al despertar ya no pueda encontrarte.

Sé que te irás, que ella te espera en otra parte para cubrirte de los besos que ya no quieres recibir de mis labios. Mañana, cuando salga el sol, te habrás ido para siempre de mi lado, sin decir adiós, sin llorar siquiera. Tal vez nos encontremos en la calle. Dos extraños más. Simplemente.

No te vayas. Hace frío allá afuera.

Al despertar, quiero saber que te llevas algo de mí. Un color. Tu sonrisa iluminará muchos cuartos de hotel, muchas habitaciones de solteras y de viudas sin esperanza y yo estaré ahí, siempre estaré ahí. Un color que va contigo y se despide por ti. Cuando ellas despierten, verán mi color sobre las sábanas vacías y sabrán que el amor les dice adiós.

Contigo.

Hoy quiero que te quedes velando junto a mí, por favor, quiero dormir sabiendo que estás ahí, en la cabecera de mi cama, quizás mirando el reloj, quizás mi rostro, el rostro de la mujer que quiere amarte en soledad.

Por favor, róbame un color y haz una plegaria por mí, por el niño que duerme en mi vientre.

miércoles, noviembre 22, 2006

Baila para mí 3

Me hace falta la sombra que se mueve al otro lado de la puerta. Me pregunto si todavía baila, ahora que nadie puede verla.


Parte 1
Parte 2

domingo, noviembre 19, 2006

Doña Martha

Doña Martha no se asome en la ventana. Yo sólo vine a dejarle una carta que voy a pasar por debajo de la puerta y en la que le explico los motivos por los cuales no podemos volver a vernos. Sé que la debe estar leyendo en este momento y que quizás su corazón esté empezando a odiarme con la misma pasión con que me amó.
No, no es vanidad. Usted y yo de verdad nos amamos. Yo sólo soy un niño y usted, bueno, usted podría ser como mi madre… mi madre. Es curioso, ¿no? De alguna forma siento que cada vez que entré en su vientre, usted me devolvió a la vida... Amparado en su cuerpo desnudo finalmente comprendí lo que significa morir y nacer.
Doña Martha, no fue sólo por placer ni tampoco por despecho, usted y yo nos unimos porque teníamos que hacerlo, porque el corazón así nos lo pedía. Ojalá ese momento pudiera ser eterno y se prolongara más allá del silencio que siempre viene a buscarnos cuando nuestros cuerpos ya no dan más. De hecho, ahora comprendo por qué muchos prefieren quedarse dormidos o encender un cigarrillo después de hacer el amor.
Se imagina cómo sería si una noche por uno de esos extraños milagros que ocurren en los sueños más sencillos, ese silencio nos encontrara a todos, a cada uno, totalmente exhausto y satisfecho sobre el cuerpo desnudo de la persona que más ama. Eso pasa, sí, casi todas las noches, pero no al mismo tiempo, no con la puntualidad de un reloj que señale para todos un mismo y único punto donde acabe el placer y empiece la soledad. Si eso pasara el mundo quedaría tan callado que no sería extraño que al mirarnos al espejo pudiéramos ver ángeles llorando, llorando nuestras lágrimas… Así debería ser el fin de la humanidad, libres los cuerpos, vacías las almas, sólo unas cuantas horas en las que podemos ver al tiempo cara a cara y preguntarle si de verdad hay eternidad que supere al amor.
Por eso doña Martha no se asome en la ventana. Si lo hace, no podré evitar mandar al diablo todas las tonterías que puse en esa carta, entrar en su casa, desnudarla lentamente, besarla entera y elevarla al cielo mientras sus hijos duermen.

Ya no seré feliz

Bueno, éste es otro poema del maestro Borges. Sí, hay tantas otras cosas en el mundo.

Ya no seré feliz.
Tal vez no importa.
Hay tantas otras cosas
en el mundo;
un instante cualquiera
es más profundo
y diverso que el mar.
La vida es corta

Y aunque las horas
son tan largas,
una oscura maravilla
nos acecha,
la muerte,
ese otro mar,
esa otra flecha
que nos libra
del sol
y de la luna
y del amor.

La dicha que me diste
y me quitaste
debe ser borrada;
lo que era todo
tiene que ser nada.

Sólo me queda
el goce de estar triste,
esa vana costumbre
que me inclina
al Sur, a cierta puerta,
a cierta esquina.

viernes, noviembre 17, 2006

Baila para mí 2

Lastimosamente, mi mamá ya se dio cuenta de mis actividades nocturnas. Hace poco me descubrió inclinado sobre la alfombra, espiando frente a la habitación vacía. Para ella está vacía y así debe quedarse. Mejor así. No quiero que sepa que "ella" está adentro y que baila para mí cuando la luz está encendida, al otro lado de la ventana.

–¿Por qué te gusta tanto mirar esa puerta?
–No es la puerta mamá, no es eso.
–¿Quieres entrar? La pieza está vacía. Cuando tu abuela se fue, decidimos cerrarla. Esta casa es tan grande. No se nos ocurrió qué poner ahí y, por eso, mejor la dejamos sin uso.
–Lo sé mamá, ya me lo has dicho.
–No quiero que vuelvas a hacerlo. No está bien que lo hagas. Mirar a hurtadillas el cuarto vacío, no tiene sentido.
–Sí mamá, como digas.

Mamá se tomó muy en serio la advertencia. Ya no deja encendida la luz de su cuarto. No sé cómo lo supo, cómo supo que sin ese rayito ambarino, "ella" ya no puede bailar para mí. Quién sabe, a lo mejor mi papá se lo dijo. Él siempre sabe lo que me está pasando, incluso antes de que yo mismo lo sepa. Él es como yo, mejor dicho, yo soy como él. Eso es lo que dice mamá. A veces me ve como si yo fuera él. Es extraño. Me hace sentir raro, como si este cuerpo no fuera mío. Su expresión cuando me mira así, es la misma que tiene cuando revisa las fotos de los álbumes, esas fotos viejas que traen memorias de presentes perdidos.

domingo, noviembre 12, 2006

Canción del amor sincero

Cuando caíste en aquel agujero de conejo y Martín asumió las riendas del blog, mi función aquí era la de ser una profanadora de tumbas.
Hoy todo está llegando a su fin. Lo sé. Lo presiento. Por eso, quiero recordarte cuál fue el primer poema que me leíste aquella noche en que Juan Pablo y yo te conocimos.
Se llama Canción del amor sincero y fue escrita por Raúl Gómez Jattin:

Prometo no amarte eternamente,
ni serte fiel hasta la muerte,
ni caminar tomados de la mano,
ni colmarte de rosas,
ni besarte apasionadamente siempre.

Juro que habrá tristezas,
habrá problemas y discusiones
y miraré a otras mujeres
vos mirarás a otros hombres
juro que no eres mi todo
ni mi cielo, ni mi única razón de vivir,
aunque te extraño a veces.

Prometo no desearte siempre
a veces me cansaré de tu sexo
vos te cansarás del mío
y tu cabello en algunas ocasiones
se hará fastidioso en mi cara.

Juro que habrá momentos
en que sentiremos un odio mutuo,
desearemos terminar todo y
quizás lo terminaremos,
mas te digo que nos amaremos
construiremos, compartiremos.

¿Ahora si podrás creerme que te amo?

sábado, noviembre 11, 2006

Baila para mí 1

El siguiente es un cuento que escribí con Martín para una amiga en común.
A partir de ahora, vamos a jugar, jugar como niños hasta que el tren venga por nosotros.
¡Qué se encienda la luz!

Hay una sombra que se mueve al otro lado de la puerta. Cuando mi madre olvida apagar la luz de su habitación, “ella” empieza a caminar en el cuarto vacío, siempre silenciosa, siempre sensual. Cada vez que puedo, la veo bailar para mí. Es como una niña inquieta. Salta, crece, se apaga, gira y vuelve a girar. Hay días en los que parece la sombra de una mujer madura, otros, la de una joven de curvas bien torneadas. Así la imagino yo. Reúno esos pequeños trozos oscuros que se levantan detrás de la puerta para imaginarla completa, frente y detrás de mí, debajo y encima, excitando la bóveda oscura de mi corazón que bombea constantemente, cada vez más rápido, más fuerte, para alimentar con sangre los sueños que habitan allá arriba, en la azotea. Desde allí voy hasta “ella” y beso confundido las huellas azules que va dejando en ese pequeño espacio vacío que hay entre los dos; quiero tenerla junto a mí, pero ella está al otro lado, allí donde no he podido ni podré llegar, aunque lo intente cada noche, cada instante en el que la pequeña luna que mi madre colgó en lo alto de su habitación ilumine esta frontera desde la cual sueño que los dos somos, finalmente, uno solo.

domingo, noviembre 05, 2006

De árboles y nostalgias...

Aún recuerdo aquellas noches en que me aferraba a los árboles como si tratara de robar de ellos la vida que a mí me hacía falta.
Comencé por tallar dibujos en sus troncos, no con el ánimo de que alguien pudiera verlos e interpretarlos como una señal, sino como una forma de mantenerme en contacto con esos viejos árboles que tanto me gusta mirar cuando regreso a casa.
Una noche, mientras contemplaba la luna llena a través del marco que me ofrecían sus hojas, pensé en escribirle una carta a cada uno. Para hacerlo, me alejé de ellos durante meses. La nostalgia, para mí, siempre ha sido una buena fuente de inspiración. En total, escribí quince cartas.

Durante dos semanas, le hice llegar a cada uno la carta que le correspondía. Algunas las dejé entre las raíces, otras entre las ramas y otras las oculté en los intersticios del tronco.
No sé a dónde habrán ido a parar los sobres sellados. Me gusta pensar que cada árbol lo guardó en lo más profundo de su ser para darme una respuesta en forma de flor o semilla. Es fácil imaginarlo: árboles que despiertan y leen el mensaje que les he escrito, para después guardarlo y difundirlo al mundo en su simiente.
Sin embargo, la respuesta que ellos me dieron superó con creces cualquier cosa que yo pudiera haber soñado. De alguna forma que desconozco, todos se pusieron de acuerdo y te invitaron para que leyeras mis mensajes, para que los encontraras como si los recogieras en la playa, cada uno en una pequeña botella de cristal. Así entraste en mi vida...

Desde que te conocí supe que tu presencia en mi alma sería tan fuerte y permanente como el tronco de esos árboles que se niegan a morir a pesar de la ciudad, de esta ciudad en la que tu ausencia pesa más que cualquier otra.
Aunque lejos, sé que el lecho de los árboles acogerá nuestros sueños compartidos, y de esa forma, estaremos juntos en una eternidad parecida a la de las estrellas y a la de las luces que cuelgan, pequeñas y con vida, de las montañas de este valle donde aprendí a quererte.

Para Sherol...

Pasión...

Vientre de puta dormida,
déjame sembrar eucaliptos en tu pubis,
matar ángeles en tu espalda
y clavar camas en tus glúteos,
beber de tu piel la cerveza de los viernes,
y morder una canción de Lennon en tus labios.

Camilo, gracias por darle alas a mis fantasmas.
Ésta es la pasión de la que hablan nuestras voces.

jueves, noviembre 02, 2006

Fue por amor

Cuando desperté, ella ya no estaba. Se había llevado todas sus pertenencias, incluyendo mi corazón, en la pequeña maleta roja que guardábamos debajo de la cama. Me vestí y salí corriendo a la estación del tren. Tenía la esperanza de encontrarla esperando a que abrieran el Metro, pero en lugar de ella, hallé una larga fila de hombres y mujeres que tenían un pequeño agujero en el pecho, justo como el mío. Los saludé, con una familiaridad extraña, y esperé. No había tenido de tiempo de fijarme en la oquedad de mi pecho. Era tan imperceptible, tan pequeña. Yo era un "descorazonado" más, esperando la llegada del tren, pero no me importaba.

-Fue por amor -dijo una joven.
-Sí, a mí también me dijo lo mismo -respondió un anciano robusto-. Fue por amor.

El sonido del tren nos recordó por qué razón estábamos ahí. Nos quedamos en silencio y empezamos a comprender. Durante la noche, nos habían robado el corazón. Nos lo arrebataron. Que hayamos coincidido en el tren, fue una casualidad; que a todos nos hubieran abandonado la misma noche, fue algo que nadie quiso ni pudo explicar.

Cuando los primeros pasajeros se subieron a los vagones, decidí regresar a mi casa. Supongo que los demás hicieron lo mismo. Si podíamos vivir con el pecho vacío, qué sentido tenía buscar explicaciones, además, todo había sido por "amor".

miércoles, noviembre 01, 2006

Luz de luna

Aún tímido, un rayo de luna está haciendo nido en tu corazón, está abriendo caminos, frente a ti, horizontes nuevos. Otra vez, aunque no lo quieras, las noches se te van en las alas de un sueño. Sonríes. Libre. Sonríes. Las calles no sólo están hechas de frío concreto. Una mirada… sólo una, pequeña silenciosa mirada, una flor que sobrevivió al invierno, sólo eso basta para que puedas dibujar primaveras nuevas... Una hermosa sonrisa te tiene otra vez en algún lugar sobre las nubes, allí, donde la luz jamás se apaga.

domingo, octubre 29, 2006

Llévame lejos

Llévame lejos, lejos de esta ciudad y de las voces que se ocultan detrás de los cristales.
Ven, ven conmigo otra vez y vayamos juntos a conocer el sol. A pie o en tren, no importa, sólo quiero tenerte a mi lado, paso a paso, hasta que alcancemos el cielo; no la bóveda celeste desde donde nos consuelan las estrellas, sino el pequeño jardín donde nuestro amor se encendió por vez primera.
Por favor, no tengas miedo. Por ti haré que de las heridas broten mariposas amarillas y rojas que hagan llegar más tarde el crepúsculo y el alba. Cambiaré las horas de dolor que guarda tu rostro por la sonrisa de tus labios puestos sobre los míos. Si tú quieres, puedo hacerte soñar, a cualquier hora, en cualquier parte; soñar que estoy contigo siempre, no como tu sombra ni tu ángel guardián, sino como una parte más de ti, de tu ser, de tu alma en la que aún late la magia.
Llévame lejos, lejos de todos los sueños rotos que aún yacen dispersos en la calle y yo te prometo, dando mi vida como garantía, que el "amor" será más que una simple palabra puesta en tu boca y en tu cuerpo, en una y mil noches de frío y soledad.

jueves, octubre 26, 2006

Tres voces para vos

Tu corazón tiene las alas mojadas
y el pico roto.

Se le acabó el alpiste,
se le murió la voz.

Poco a poco, va perdiendo el color
de sus plumas

Y no hay nadie que
le dé calor.

Allí, acurrucado en el alféizar,
tu corazón espera el amanecer.

Confío en que el viento
le devuelva la fe...

Y que abra sus alas,
que por lo menos las abra,
aunque ya no tenga
fuerzas de hacerte volar.

No te preocupes.
Llora, si quieres hacerlo.

Tu vida se te va,
lentamente se te va,
como aquellas sombras que vimos huir
por las vías del tren.

Acércate a los rieles,
déjate caer en las estaciones
y en los vagones vacíos.

Escribe cartas y déjalas regadas por ahí,
deja que el tren se las lleve,
deja que se rompan en los rieles.

Llora, si quieres hacerlo,
pero no olvides que este viaje apenas comienza.

Caminando por las vías del tren,
es posible que regreses a aquella pequeña ciudad
que construiste en medio de las nubes.

Tu vida,
el tren,
no puedes detenerlos,
pero sí puedes soñar mientras esperas en la estación.

Y al final sólo nos quedan
los recuerdos

Sólo eso, recuerdos
que se pegan a las paredes.

Todo el amor que sientes
ahora te acompaña en tu cuarto.

Abre la ventana,
y déjala así, toda la noche.

No es tu alma la única que llora

¿Lo ves?
Aún hay gente que sueña despierta
en los balcones.

Lo mejor para los dos

Lina:

Quisiera saber por qué razón estoy tan tranquilo, por qué mis heridas ya no duelen. A lo mejor ahora sí enloquecí, aunque, de hecho, nunca es que hubiera estado demasiado cuerdo. No te preocupes por mí. He decidido ir, ebrio de locura, al encuentro de la vida.

Cuando me dijiste adiós pensé que lloraría hasta morir, sin embargo, el amanecer me encontró asomado en el espejo, dibujando una sonrisa en el cristal empañado.

Tú sabes que así soy yo, siempre quiero nadar contra la corriente.

Por favor no me pidas que deje de amarte. Ésa es una decisión que no puedo tomar. En el amor y en la muerte, la decisión jamás es nuestra. Te lo dije, una y otra vez, el corazón es ingobernable. Puedo aprender a no hacerle caso, pero sé que seguirás estando en él, aunque yo quiera evitarlo.

Mi cielo, a veces creo que hay heridas que no deberían cerrarse, que deberían fluir libremente y no cicatrizar. Morir desangrado no es tan malo, sino uno realmente ha vivido...

Me preocupa ver a tanta gente que va por ahí, siempre cabizbaja, como si huyeran de sus propios fantasmas. La ciudad, en ocasiones, me parece una enorme prisión. Muchos dan su libertad a cambio de inmunidad y yo, la verdad, ya no lo puedo comprender.

Voy a salir a caminar, a caminar sin rumbo como siempre lo he hecho. Cubriré con mi sangre las calles de esta ciudad para que la gente sepa que, al menos, hay alguien vivo en este cementerio.

Cuando llegaste a mí, yo también era uno de ellos. Las flores de mi lápida estaban marchitas y tú las cambiaste, no por flores nuevas, sino por semillas que cuidaste pacientemente, a pesar de la lluvia y la soledad.

Al despertar supe en tus ojos que mi alma volvía a nacer. Me levanté y descubrí en ti el brillo que hay en todas las cosas. Al principio, debo admitirlo, el resplandor me hacía daño y por eso quise alejarme, protegerme antes de quedar ciego. Pero tú y tu fe me trajeron a la otra orilla y me enseñaron a soñar de una forma distinta, de una forma quizás menos lúcida que la mía, pero mucho más sincera.

Hoy, si me preguntan, diré que el amor no tiene límites, que es un adiós que nunca se termina porque está más allá de cualquier despedida, más allá de todo temor.

Aunque digas que ya no eres la misma, aunque te alejes y tus besos se los lleven otros labios; aunque la distancia parezca haber ganado la batalla y la esperanza haya encontrado su límite; aunque la luna ya no te devuelva el recuerdo de mis ojos cansados; debes saber que te amo y que esperaré por ti, siempre, siempre esperaré por ti, incluso cuando el mundo me haya convencido de que no tiene sentido hacerlo…

Seguiré estando junto a ti. Te enviaré las flores que sembraste. Cuando te haga falta fe, ahí estaré. Así es el amor...

Amar es combatir y hoy, más que nunca, estoy dando la batalla.

Lina, ojalá pudiera encender de nuevo el amor que sentías por mí y regresar a aquel tiempo en que podía sanarte el alma... Por ahora, me despido de ti, pero le oraré al tiempo para que nuestros caminos se vuelvan a encontrar.

Siempre ya no es una palabra que me quede grande, por eso, mi amor te quedará de garantía.

Siempre, frente a tu ventana, estaré yo, así como tú estuviste frente a la mía, cuando yo estuve muerto.

miércoles, octubre 25, 2006

La escalera

Notará usted que al subir la escalera su cuerpo se hará cada vez más pesado y que su mente perderá todo rastro de lucidez. Comenzará a hablar con los gatos y al final de la tarde irá a cazar palomas con ellos. Obviamente, los gatos tendrán que esperarlo con una paciencia y devoción que no es propia de su especie hasta que usted pueda finalmente levantarse, abrir los ojos y bajar de forma torpe cada uno de los escalones. Sin embargo, no debe preocuparse. Paso a paso, sentirá que recupera su agilidad y, de hecho, es posible que comience a caminar de forma ligera y sigilosa mientras que su cuerpo se hace más y más pequeño. Pronto, sentirá deseos de esconderse y acechar la presa tras los arbustos. Verá fluir la sangre a través de sus ojos verdes y notará que el mundo ya no es de color sino que va y viene en ríos de blanco y negro junto con un aroma de vida y muerte que antes le era totalmente ajeno. Al caer la noche, sus nuevos amigos lo dejarán solo pero usted ya no tendrá miedo. No habrá oscuridad que lo haga huir de sus fantasmas. Correrá libre, subirá a las ventanas y verá la noche como nunca antes. Tal vez alguno que otro perro lo haga huir despavorido o, si tiene suerte, es posible que un niño le acaricie el lomo y las orejas produciéndole una sensación de placer que lo hará estremecer desde la cabeza hasta la punta de la cola. Cuando sienta el primer ronroneo que se escabulle de su garganta, leve e incontrolable como el destino, regresará a la escalera y verá a los otros gatos que, como todos los días, esperan que llegue otro hombre para preguntarle quién lo envía y qué hay oculto allá arriba. Quién sabe, quizás pueda haber alguien que los entienda antes de que olvide todo a mitad de camino... Sólo así podrán comprender por qué son gatos, pero, sobre todo, por qué se sienten felices de serlo.

Historia de un milagro

Bastaba que ella se asomara en la ventana para que él hiciera lo mismo del otro lado de la calle, siempre intentando que todo pareciera casual, aun cuando eso había dejado de tener sentido hace mucho tiempo.

La vigilaba desde hace más de año y medio, conocía su rutina y había acomodado la suya para poder hallarla sin buscarla. Era obvio que la amaba, pero él no quería darse cuenta. Verla a ella, día tras día, era suficiente. Para qué darle un nombre a lo que sentía. Para qué atormentarse.

Ella le sonreía en ocasiones e incluso se quedaba toda la noche en la ventana para que él pudiera verla. Había algo en ella que resplandecía, una luz suave y tierna que hacía que él se sintiera vivo, a pesar de no tenerla.

Sin embargo, no todo sueño es perfecto. Ella solía perderse, así, sin dejar rastro. Se llevaba la magia y él no podía hacer otra cosa que quedarse solo, siempre en la ventana esperando su regreso.

Una noche, confundidos por la lluvia que golpeaba los cristales, él la vio en los brazos de otro hombre. Sus labios, ahora sí le eran ajenos. Cerró con rabia las persianas, apagó la luz y se puso a llorar sin entender el motivo.

Era natural que eso pasara. Ella nunca le había pertenecido. La calle los separaba y ninguno de los dos había hecho nada por cambiarlo.

Cuando él apagó la luz, ella sintió miedo. No quería perderlo, sin embargo, después de ese beso, la calle se ensanchó y el cristal de las ventanas se hizo opaco. Lastimosamente, el miedo alimentó la distancia que había entre él y ella.

Así siguen, todavía hoy. Cada uno en su casa con la puerta cerrada. Ella ya no sale, no se deja ver como antes. No quiere causarle más daño.

Sin embargo, frente a ella, como una pequeña luna que crece día tras día, hay una luz brillante y poderosa que ella encendió, sin darse cuenta, en el rostro del joven que la miraba, como hechizado, todos los días.

Él todavía la ve, ve la luz que resplandece en ella porque algo en su pecho, fe o locura, le dice que esta historia aún no ha llegado a su fin...

Para bien o para mal, ella está en él y él en ella.

Quizás les haga falta la fuerza de un milagro, uno que ya ocurrió y que todos han visto menos ellos. Un milagro llamado amor.

martes, octubre 17, 2006

Te haré llorar

¿Sabes? Algún día me gustaría conocer la nieve. Ver los copos caer. La ciudad cubierta de blanco. Blanco. Las vírgenes se casan de blanco. Ésa es la señal de su pureza. Pureza falsa. Pureza sin amor. Si la ciudad se viste de blanco…
Soy un tonto. Me imagino de pie en la vereda mientras la tormenta arrecia y se me enfrían las orejas. Como siempre, me tomas de las manos y me miras a los ojos. Tu mirada es tan bonita cuando estás triste. Te compadeces de mí y al hacerlo, también sientes compasión por ti. Si supieras lo hermosa que te ves cuando me miras así, como una viuda joven.
Me gustaría que pudieras verte a través de mis ojos y admirar tu belleza triste, mientras la nieve cae y yo sigo de pie, con las orejas frías, queriendo ser un punto negro en medio de una ciudad que parece ser pura.
Te haré llorar, lo sé. Ya veo tus lágrimas asomándose en tus mejillas. No puedo hacer nada. Estoy en la vereda viendo la nieve caer, ¿entiendes? La nieve en pleno trópico, una ciudad blanca y pura…
No sé por qué insisto en imaginar una costa a la que jamás llegaré. Pero tus ojos. En esa costa están tus ojos. Y yo, aún no sé por qué insisto en llegar.
Soy un tonto, lo sé, te haré llorar.

jueves, octubre 12, 2006

Una promesa...

Sí, estoy vivo. En eso tienes razón. Mi paraguas está roto, pero a mí ya no me importa, sigo esperando bajo la lluvia. Mírame a los ojos esta noche y dime si he llorado. Ven y comprueba que mis manos estén atadas o que haya una mordaza en mi boca. Estoy despierto... siempre lo he estado. Si no lo estuviera, no sabría jamás cuándo estoy soñando.

Sé que prometimos no mendigar amor, lo sé, y hasta el momento no lo he hecho. Me imagino que a esta hora debes estar con Alejandra, así que los invito a los dos para que vengan y me acompañen... Ella encenderá pronto la luz y me gustaría que estuvieran conmigo cuando lo haga, así podré recordarles cuál fue nuestra real promesa, la que hicimos aquella noche en que nuestros corazones rotos se encontraron en la mesa de un bar.

En esa ocasión, llegaste con Alejandra, tarde, como siempre. Martín y yo ya nos habíamos acomodado en el fondo del lugar y, como cosa rara, empezábamos a disertar sobre la libertad. Cuando te vi, supe de inmediato que la esperanza se te había apagado otra vez. Alejandra, por el contrario, tuvo que contármelo. No sé, supongo que es más difícil advertir ese tipo de señales en los ojos maquillados de una mujer; o tal vez sí lo noté, pero me daba vergüenza admitir lo bonita que se veía Alejandra cuando me miraba así, triste y vacía.

Esa noche, invitó Martín. Nadie quería hablar, sin embargo, él nos fue robando confesiones, poco a poco. Es lo que mejor sabe hacer. Las botellas vacías se fueron acumulando sobre la mesa y ya algunas lágrimas daban un cálido brillo a tus mejillas. Te lo dije para que te sintieras mejor, para que yo me sintiera mejor, pero lo único que logré fue que el silencio que nos habita a los cuatro, ocupara la única silla vacía y se sentara otra vez en nuestra mesa.

Después de horas de estar ahí, perdidos en medio de la algarabía de los viernes, escribiendo en servilletas y escuchando las historias de Alejandra, una canción nos sacudió a todos, tan fuerte, tan profundo, que todas nuestras heridas comenzaron a sangrar, mezclando nuestra sangre con la cerveza y el ron, ya caliente en nuestros vasos.

Páez cantaba para nosotros La despedida, sin previo aviso.

Algo se detuvo en punto muerto,
fue tan grande ese silencio,
fue tan grande el desamor.
Restos de un navío que encallaba,
yo te quise, yo te amaba,
no sé bien lo que pasó...

Fue la primera vez que los vi llorar. No era el llanto convulsivo de los borrachos, sino uno más tranquilo y resignado. En silencio nos mirábamos los cuatro, sin saber que las lágrimas que veíamos caer suavemente en el rostro de los demás, también estaban en el nuestro. Yo te veía llorar, pero no sabía que yo también lo estaba haciendo, hasta que dijiste:

–Otra vez, otra vez me quedé solo. Le entregué mi corazón y me pagó mal. Me equivoqué, me equivoqué. Fue un error amarla tanto.
–¿Te arrepientes?
–Sí, me arrepiento. De qué sirve amar tanto, si al final, siempre terminas con el corazón destrozado.
–Amar tiene un precio –dijo Martín.
–Entonces, yo no quiero pagarlo. ¿Por qué? ¿Por qué se tiene que sufrir tanto en el amor? No volveré a amar, ya no. ¡Maldita sea! Ya no quiero sentir más esto. Mi corazón queda clausurado, de ahora en adelante. Será mejor así.

Todos nos quedamos pensando. Martín consolaba a Alejandra y yo, yo lo único que pude hacer fue escribirte una nota. No recuerdo con exactitud lo que te dije, pero fue algo así como:

Te comprendo. Yo también estoy así. Estoy respirando por la herida, sin embargo, ten cuidado con las palabras. Es peligroso decir que no vas a amar de nuevo. Puedes terminar paralizado por el temor y la verdad, aunque suene cruel, prefiero verte así, como estás hoy, que como una momia, perfectamente preservada pero vacía.

Cosas de borrachos, verdades que son dichas a otros cuando en realidad somos nosotros los que las necesitamos. Juan Pablo, yo era un muerto en vida y no quise que tú cometieras el mismo error que yo. No quise que te invadiera el miedo. Martín lo supo y por eso, al leer la nota, enunció la promesa que ahora quiero reafirmar, aquí, frente a su ventana, mientras esperamos juntos, que ella encienda la luz:

En lugar de huir como niños asustados cuando se incendie la llama del amor en nuestro pecho, vamos a dejar que el fuego nos consuma y nos libere. Hay que vivir y, para hacerlo, debemos salir de nuestras jaulas. El dolor es inevitable… pero ahí estaremos cuando alguien haya caído en la batalla, siempre los cuatro, para evitar que se pierda nuestra alma y nuestra fe.

Juan Pablo, el amor tocó a mi puerta y no lo voy a dejar ir, menos ahora, que he comprendido que los ángeles y las mujeres de porcelana son sólo para quienes sienten miedo hasta de su propia sombra, para aquellos que temen ser sorprendidos.

Una mujer real me devolvió a la vida, por eso estoy aquí... La esperanza me hace creer que la luz jamás se ha apagado en su ventana, que sólo ha palidecido un poco. Ésta y todas las noches, yo esperaré por ella y me mantendré fiel a la promesa que hicimos, porque sé que ustedes, también estarán aquí, compartiendo mi paraguas roto y guiando mis pasos cuando sea la hora de regresar a casa.

lunes, octubre 09, 2006

Para que despiertes

Se nota que has llorado. Ya no eres el mismo. Te duelen tus propios sueños. Antes solías ir por ahí, dándole fe a cualquiera que se te cruzara en el camino, hoy, la esperanza que albergabas en lo más profundo de tu ser, ya ni siquiera alcanza para curar tus propias heridas. Te sientes solo, por fuera del mundo, por fuera de ti. Es como si ya no encajaras en ninguna parte, como si el mundo entero te hubiera cerrado las puertas. Te entregaste a un sueño, sin escuchar razones ni consejos, y ahora te sientes nuevamente defraudado. Así como ella, tú también deberías pensar en ti mismo. Es triste que tu felicidad dependa de otra persona. Acéptalo. La magia que había entre ustedes, llegó a su fin. Por más que intentes disimularlo, el dolor se ha apoderado de tu ser, te ha atado las manos y te ha amordazado la boca. Ni siquiera puedes escribir, no tienes fuerzas para hacerlo. Estás muriendo poco a poco y ella ya no está contigo, te dejó por fuera justo en el momento en que más creías necesitarla. Puedes amar en soledad todo lo que quieras, pero no voy a dejar que pierdas lo único que te mantiene con vida. Todo el mundo lo sabe. Martín, Alejandra, tú y yo, somos soñadores. Por eso estamos aquí... Juntos estamos aprendiendo a escribir y a vivir. Tú nos trajiste, tú nos diste nuestras alas. Martín confía más en sí mismo y Alejandra sonríe con más libertad, al igual que yo. Verte a ti, siempre de pie, soportando el peso de la tormenta con tu sonrisa y tu paraguas roto, nos devolvió a la vida. Éramos perros mudos y aprendimos a ladrar. Eso es lo que hace que Tomoa tenga sentido.
Todos los cuentos, todos los versos, todas las cartas y todas las ausencias que se han escrito en este valle que has llamado Tomoa, sin saber que estabas bautizando tu propia alma, son sólo para que nosotros, los cuatro, soñáramos con la libertad que la ciudad nos había negado.
Despierta. Abre los ojos. Ella ya no está. No puede ver todo lo que has hecho para amarla mejor. Es una extraña pero tú no quieres aceptarlo. Vine a buscarte y te encontré llorando frente a su ventana, haciendo lo que juramos que jamás ibamos a hacer: mendigar tiempo y amor. Recuerdo muy bien cómo te enojabas cada vez que yo lo hacía. De hecho, aún guardo la carta que me escribiste aquella vez. ¿Te acuerdas?
"Levántate, que no vea que has llorado. No seas tonto. Si te ama, no tienes por qué estar así, hincado frente a ella, suplicándole sólo un segundo de su voz. Nadie muere de amor, a menos que lo convierta en obsesión, en fiebre intensa que nos queme toda la piel. Jamás mendigues amor, jamás. El día que lo hagas, es porque todo se ha terminado y entre ustedes, ya sólo queda silencio".
Ven William. Estás vivo. Hay alguien que te sonríe y que necesita de la magia que le diste a ella. Vuelve a escribir. Tal y como te lo pidió Alejandra, ven y dibújanos una luna que jamás se apague, una luna que siempre esté ahí cuando queramos verla, cuando tú quieras verla y olvidar que también fuiste un perro mudo, un perro que enmudeció de desamor....

miércoles, octubre 04, 2006

Anochecer...

Si creyera en los augurios, seguramente, la poca fe que tengo la hubiera perdido hace mucho, mucho tiempo. No es fácil saber que nací durante un eclipse de sol. A veces me pregunto qué hubiera pasado si alguno de mis padres fuera supersticioso. Después de todo, llegué a este mundo justo cuando la luna se cruzaba con el sol, cubriendo al mundo de una noche corta e intensa que, curiosamente, también estuvo llena de lluvia. Definitivamente, los astrólogos no esperarían nada bueno de mí. Mejor para ellos. A veces el temor nos hace olvidar que cuando la luz está más próxima a apagarse, es justo cuando la imaginación puede volar más libre, porque la "realidad" no interfiere con aquello que sentimos, aquello que habita en nosotros y que nuestros ojos olvidan cada día, como si el ejercicio de mirar también fuera un ejercicio de mentir...

Hoy al despertar fui al espejo y no vi al hombre de ojos cansados que se lamentaba todos los días por haber fracasado en el amor. Salí de ti, por un momento, y encontré otra vez a ese niño que apilaba libros para poder asomarse en la ventana y ver la lluvia caer.

Soy un soñador... así de simple. Nací cuando se apagaron las luces del mundo. Soy libre. Otra vez, soy libre. La oscuridad no me asusta. El amor ya no me duele.

Estoy listo para volver a comenzar y desandar los senderos transitados hasta que se haga de noche y tú enciendas la luz de tu ventana, otra vez, la luz en tu ventana...

lunes, octubre 02, 2006

No te preocupes. Es normal extraviarse. Yo también lo he hecho de cuando en cuando. Voy por ahí, siempre errante, como si mi vida dependiera de ello. Un día estoy aquí, suspirando en los parques, al otro, voy colgado del brazo de cualquiera que use un paraguas. ¿Lo ves? Yo simplemente cruzo puertas. No las abro, ni las cierro. La última vez crucé la puerta del refrigerador y terminé en una planicie cubierta de hojas rojas y pálidas que calentaron mis pies pero dejaron vacío mi corazón. Quizás por eso no tengo hogar ni tampoco nadie que me consuele. Soy un desposeído. Cada día me sorprende el sol en lugares diferentes, sin embargo, en cada uno de ellos voy con la misma y eterna sensación.

Una puerta se abre pero ya no queda nada en mis venas que me aliente a cruzarla...

Mi amor, yo me quedo contigo, aunque estés extraviada.

miércoles, septiembre 27, 2006

Quiero dormir

Por vos, sólo por vos, a esta hora en que los ángeles mueren y las viudas tiñen de rojo los cementerios, en ésta y en mil ciudades, tan distintas, tan iguales, tan vacías y extrañas, como vos y como yo...

Me aturde ver huir a los niños cuando regresa el sol, es como si la madre huyera al oír el llanto de su hijo, así, tan absurdo como eso, tan absurdo como que los perros dejen de ladrar, por una sola noche, una noche como ésta, una noche de luna creciente y silenciosa, que me recuerda sólo uno de tus tantos rostros.

Sólo quiero dormir, que mis ojos se apaguen cuando yo lo desee, cuando lo necesite... Si ellos no ven, podré recuperar, por un instante, esa magia que tanto nos hace falta, ésa que llevas ahí, ésa que te hará sonreír y que te curará el alma cuando lo necesites.

Mujer, es tan absurdo, amarte es tan absurdo. Todo el temor, todas las dudas, todas las heridas, todas las ausencias, todos los engaños, todos los secretos, todo, todo, jamás se va a parecer a mis sueños de hadas y ninfas envueltas en flores de cristal.

No te conozco y vos no me conocés. Jamás dejé que lo hicieras. Como Pessoa, "fingí que era dolor, hasta el dolor que sentía". No, no me malinterpretes. No es lo que puedes estar pensando. No. Es algo distinto. Es como si un niño decidiera trasformar el cielo utilizando papel celofán y estrellas de aluminio. Cambiar el mar por un vaso de agua, cosas como ésa. Mis famosas metáforas rotas, las mismas que el tiempo me clavó en las mandíbulas para que no fuera capaz de decirlas con la misma facilidad con que las pienso.

No te puedo amar, no puedo, mi corazón no cede y, sin embargo, a esta hora en que deseo como nunca dormir, dormir de nuevo, sé que por vos, por vos, mujer maga, mujer misterio, mujer real, cambiaría todas las horas de vigilia para que puedas entrar en mí cuando yo esté dormido, de tal forma que al despertar, vos y yo ya no seamos dos extraños.

Esta noche quiero dormir como si fuera mi mente la única que estuviera muerta, junto a las viudas y los ángeles...

martes, septiembre 26, 2006

Y qué hacer cuando el mundo está cansado de ti,
cuando la lluvia te quema y el viento se te clava en los pies.

Qué hacer cuando la única voz que oyes es la tuya, frente al espejo;
cuando tus libros están llenos de frases que has señalado
para recordar lo que es estar vivo.

Si eres el último en apagar todas las luces
y esperas que el silencio se apodere de ti cada noche,

Si eres el que cierra las ventanas
y se asegura de que todas las puertas están cerradas,

Esta noche,
déjanos entrar...

Nosotros, como tú, somos uno solo con la soledad.

domingo, septiembre 24, 2006

El valle de los perros mudos 1

La primera luz se apagó el mediodía del miércoles. Todo se detuvo en ese momento. ¿Un eclipse? No, nadie había pronosticado que algo así pudiera pasar ese día.
El sol fue palideciendo poco a poco hasta que los relojes de la ciudad marcaron las doce, en ese momento, justo como lo hacen las bombillas, brilló con su máxima intensidad y se apagó.
Las calles se abarrotaron de personas confundidas, que miraban el cielo con temor y aunque pronto, el sistema de alumbrado público cubrió las calles de luz artificial, el pánico se apoderó de todas las almas y la humanidad, por un momento, recordó, como si ya la hubiera vivido, lo que fue la noche más larga, la noche en que los perros mudos aprendieron a ladrar...

lunes, septiembre 18, 2006

Regresa...

Cuéntame una historia. Algo bonito. Algo que dure. Háblame de las ciudades que tienen nombre de mujer. Guíame por sus calles. Enséñame sus secretos. Ven y dibújame una luna que jamás se apague, que siempre esté ahí cuando yo quiera verla. Dime cómo aprendieron a ladrar los perros mudos. Explícame por qué tienes arañas en la boca que tejen y tejen todo el día. Píntame una sonrisa que sólo tú y yo podamos ver. Dame alas. Por favor, dame alas. Hazme sentir como una niña…

sábado, septiembre 09, 2006

Cartas...

Lo primero que te escriba debe ser tan ligero, tan liviano, que no puedas recordarlo fácilmente.
Lo segundo, debe herirte, debe hacerte daño, debe hacer que sangres para que yo pueda alimentarme de tu dolor.
Si te escribo por tercera vez, mi mensaje debe tener algo, pequeño, grande, no lo sé; algo que te vuelva adicta, adicta a mí, adicta a las cosas que te escribo.
Sobra decir que si triunfo en mi tercer intento, habrá un cuarto, un quinto, un sexto…
Hojas que se irán acumulando en tu habitación, apiladas sobre tu escritorio, en tu mesa de noche, en cajas bajo tu cama…
Hojas por todas partes, material inflamable para que ardas en él cuando te incendie la chispa de mi ausencia.
Sé que una lágrima será la firma de lo último que te escriba, cuando el tiempo muerto me recuerde que pudiste ser mía.

viernes, septiembre 08, 2006

Algo que debes saber sobre mí

Sólo ahora comprendo por qué soy un soñador, por qué todo el mundo insiste en soñar, pero sólo yo me siento orgulloso de serlo. Yo sólo sé que me siento orgulloso de serlo, los demás no importan.
En lo más alto del mundo, quizás, si no lo miro desde abajo, si no pretendo jugar, si es cima o sima, si esto o aquello, estás tú, mirándome de lejos aunque esté contigo, ofreciéndome tus manos para que en ellas pueda escaparme de este mundo, escaparme en tus manos de la ciudad, de los campos, de los caminos tantas veces transitados.
Sé que soy egoísta, que debería escribir para que todos pudieran entenderme, que debería ser más claro, más ordenado, ayudarte a comprender, mostrarte lo que ven mis ojos, el aire en el que froto mi piel. Me encantaría hacerlo, abrir una ventana para que puedas asomarte y ver lo mismo que yo, en el mismo orden, de la misma forma. Me gustaría tener el poder de hacer que ciertos impulsos produjeran las mismas reacciones en tu cuerpo y en el mío, que realmente fuéramos uno para el otro, que tú seas la otra mitad de mi ser. Lastimosamente, sospecho que mi alma está completa, que no está dividida en dos.
Puede que nos empape la misma lluvia, que veamos la misma lámpara encendida en la mesa de noche, que la realidad sea para nosotros una misma pintura, el mismo perro oceánico que llama a la luna mientras los últimos barcos llegan al puerto, y sin embargo, sé que tú no ves lo que yo veo, que jamás estaré dentro de ti…
Los juegos del amor son sólo un simulacro de algo que jamás será posible.
Todos estamos solos, de hecho, hasta ahora, no he tenido noticias de alguien que haya muerto por no haber amado, y no me refiero al amor fraternal, a ese amor que nos impone la compañía, no, me refiero al amor que alaban todos los poetas, al amor que han convertido en “postal”, en canción. Se puede vivir sin haber amado, vivir, así, a secas, como los árboles, vivos pero ignorados. Es tan absurdo. Sé que puedo vivir sin ti, que no te necesito, que mi alma sigue siendo la misma siempre y, sin embargo, me haces falta, extraño tus huellas, tu sonrisa, extraño que te enojes conmigo, que juegues, que nos encontremos en el cine o a la salida de un concierto, en el parque, en la biblioteca, en los salones de baile, extraño el olor de tu piel.

Soy un soñador y me siento orgulloso de serlo, porque a menudo sueño que soy la luz que brilla en tus ojos.

martes, septiembre 05, 2006

Me parece estar soñando otra vez

Yo, Martín, Martín Fieltro, por azar, desperté solo bajo las ramas de un árbol marchito. Jamás pude aplacar los ecos de una duda. Perdí una batalla y abandoné la guerra. Cobardemente. Como sólo yo sé hacerlo.

Jamás comprendí su temor. Nunca entendí por qué dejó de decir "te amo". Huí de su silencio. Me extravié para no escucharlo.

En el amor, no hay vencedores ni vencidos,
no hay victoria ni derrota,
no hay fortuna,
pero sí peligro.

Tardé mucho en comprenderlo.
Amé torpemente.

Egoísta Martín. Te dejaron solo otra vez. De nada te sirvieron los votos que hiciste bajo la luna.
Hiciste del amor una cosa muerta. Le quitaste las alas y lo metiste en una jaula de oro, oro añejo e inútil.

Sí, estoy solo. He abierto los ojos y me parece estar soñando otra vez. Dentro de mí, aún escucho el trinar de mi amor enjaulado.

Él tiene las respuestas que ella, no pudo darme...

Nuestros peces

Buenos días. El amanecer ha llegado. El tiempo nace otra vez. Me veo más joven cuando llega el alba. Ven. Ven conmigo. Es posible que hoy llueva. Las nubes no se van. No pueden. Están encadenadas a esta ciudad. Siempre. Es hora de botar el acuario que hay en mí. Hoy tengo peces grises. Por favor, deja que el agua corra en el lavabo. Sé que te molesta que cada día haga lo mismo. Es algo que no puedo evitar. Ellos siempre están dentro de mí. Van y vienen. Tú los has visto. Son de colores distintos. Peces dorados, grises, negros, verdes… que viven dentro de mí. Mañana serán azules. Me gusta el azul. Eso también lo has notado. Cada vez que estoy contigo intento que haya algo azul entre nosotros. Cualquier cosa. Pequeña. Grande. Por eso, mañana habrá peces azules. Ellos van y vienen. Dentro de mí. Ven. Ven conmigo. Bésame y siéntelos ir hacia ti. Dales color. Vida. Mis peces azules se irán mañana, pero las nubes y tú se quedarán conmigo. Cuando llegue el alba y me veas más joven, sabrás que dentro de ti está mi acuario. El tiempo nace otra vez. Tú y yo. Los dos. Peces azules que se confunden en el lavabo.

miércoles, agosto 30, 2006

Las estrellas y yo

Mira. Son ellas. Están ahí desde antes de que tú y yo naciéramos.
Míralas, porque ellas nos miran. Nos miran desde atrás. Atrás. Antes.
No te asustes si te digo que están muertas, que ya no existen, que desaparecieron.
Ellas siguen estando ahí, en el alto cielo.
Ecos de su ser llegan hasta nuestros ojos, así como yo llego a ti, a pesar de la distancia.
No estoy a tu lado, no puedo probar tus labios ni perderme en tu piel, sin embargo, como ellas, te regalo mi luz, ésta y todas tus noches.
Las estrellas y yo seguiremos resplandeciendo en tu ventana, ellas muertas, yo lejos, pero siempre llenando tu alma de amor y fantasía.
Si sueñas, ellas y yo borraremos las nubes para que siempre puedas vernos.

Así es la magia...

Sobra decir que de ahora en adelante, todo lo escrito por este pequeño escritor, va para ti.
He visto y he soñado muchas veces, pero sólo en tus ojos, he visto el amor que siempre busqué.
Así es la magia, Lina.

sábado, agosto 26, 2006

El tiempo...

Desperté...
Abrí los ojos y el tiempo había girado sobre sí mismo.
Ya no roncaba frente a mí, sino que me estaba dando la espalda.
No sé por qué compartimos la misma habitación, pero aquí estamos, el tiempo y yo, cruzando sueños en el cielo raso.
Él, como yo, tiene un amor de larga espera.

Sí, desperté...
Abrí los ojos y el tiempo me sonrío con esperanza.

Ahora que mi vida vuelve a comenzar,
sé que él me guiará hasta Ella,
de nuevo.

Él y yo en la misma habitación, anclados a la tierra, pero con las alas bien abiertas.

Si me da la espalda, otra vez, sabré que me regala la eternidad de un beso.
Si me sonríe, sabré que Ella está ahí, esperando bajo la lluvia.

Para Lina...

martes, junio 20, 2006

¡No abras los ojos!

Te lo advertí desde el momento en que cruzamos la puerta, pero no me hiciste caso. Mira ahora las consecuencias. ¡Míralas! Ya que te gusta tanto nadar con la mirada. Entre tú y yo sólo hay silencio. No nos comprendemos.
Yo busco el amor como si fuera parte del aire, como si se moviera entre las piedras, entre las ramas de los árboles, dejando señales en las ventanas, en las hojas que caen, los sombreros que se pierden, los paraguas que se doblan, un mar de viento donde flota aquello que siempre he querido hallar, sin darme cuenta de que el amor crece en tu pecho, como una luna que jamás muere, la luna como una hoz que jamás muere, una hoz que corta mi ausencia de lágrimas y secretos, que cosecha mis sueños en flor, fuera de mí, fuera de lo que creo ser, de lo que soy cuando creo.
No nos comprendemos.
Yo busco y tú encuentras, quiero caminar a tu lado pero tú me esperas detrás.
Si decido continuar, si me pierdo en la deriva, aspirando a conocer el azar que me lleve a ti, voy perdiéndote, como se pierde mi imagen en el espejo vacío.
No abras los ojos. No lo hagas. Ciérralos y déjate llevar. No te amo, no eres mía, no hay eternidad entre nosotros, no soy tu sol ni tampoco el guardián de tus primaveras ocultas, aunque estemos juntos siempre habrá una brecha entre nosotros, siempre. No sé por qué esperar algo distinto, si se está tan bien así, con los ojos cerrados, dejando que sea el amor el que ame por nosotros.

lunes, junio 19, 2006

El adiós

Siempre pensé que la despedida sería distinta. Algo así como arrancarse la piel, sí, tan doloroso como arrancarse la piel. ¿Te imaginas?

***

Nuestras manos se separan despacio, despacito, sin hacer ruido. Los dedos se rozan, se deslizan con suavidad en la piel del otro, hasta que de los índices brote, así, de repente, como si chocáramos con él, un espacio vacío que crece despacio, despacito, sin más ruido que el de tus sollozos.
Tus lágrimas, qué tarde llegaron tus lágrimas, tan tarde que no pueden evitarlo, ya no pueden, no pueden evitar que lo único que quede de nuestro último encuentro sea este frío en la yema de los dedos…
Te vas, me das la espalda, tu delicada espalda que el recuerdo convertirá en mármol frío, en piedra ausente de cementerio, lápida donde quedó escrito nuestro adiós.
Yo me bajo aquí, tú sigue girando, dando tumbos en otros cuartos de hotel, donde mi agua de colonia olerá a perfume importado y sudor con la luz encendida, no como yo, en la oscuridad, no, con la luz encendida para que puedas ver el cuerpo que tanto admiraste, el cuerpo del hombre que quisiera odiar, de aquel que vendrá a recogerte cuando tus lágrimas se hayan secado…
Sé que seguiré acariciando tu ausencia como si fuera una puerta cerrada, y entonces, cuando no halle la llave, desearé que llueva para que nadie se dé cuenta de que mis ojos aún viven, para que todos piensen que la tristeza está fuera de mí, y es fría, y los empapa a todos por igual, aunque yo sea el único que esté hundido por el dolor.
Si llueve pensarás en mí, solo, en el parque, mientras que él entra en ti con la luz encendida, no como yo, que te amé siempre en la oscuridad con agua de colonia y metáforas rotas.

***

Siempre pensé que sería distinto, algo así como arrancarse la piel, y no este adiós, despedida telefónica, adiós a distancia, sin sollozos.

“Bájate aquí, yo seguiré girando. El amor se acaba, tiene un final, no como los que te gusta soñar, pero sí definitivo. Adiós”.

No es lo mismo que siempre pensé, pero igual quiero que llueva.

jueves, junio 01, 2006

La entrevista (primera parte)

-Martín...
-Sí, ése soy yo.
-Pase, por favor.
-Buenas tardes.
-Buenas tardes.
-Así que su nombre es...
-Martín, Martín Fieltro.

Fíjese, ahí está, escrito con letras mayúsculas sobre el papel, ¿acaso no lo ve? ¿acaso duda que soy yo? Tal vez debí haber puesto mi foto en el currículo, así podrían reconocerme en las entrevistas de trabajo y ahorrarme este tipo de preguntas inútiles.

-Bueno, cuénteme sobre su hoja de vida.
-Qué puedo decir...

Usted la tiene entre sus manos, por qué no la lee simplemente y me pregunta otra cosa. ¿Qué quiere que le cuente? ¿Por qué no es más concreto? Por la forma en que mira mi camisa, con ese gesto que intenta ser serio pero que oculta una sonrisa irónica, sé que no le causé una buena impresión. A lo mejor, piensa que sólo soy un joven inexperto, un estudiante que quiere darse ciertos lujos, sentirse independiente, comprar la felicidad que usted cree tener. Pero no. No es así. Me aburre tener que vender mi libertad para ganar dinero. No necesito aparentar, ni tampoco me siento cómodo encerrado en una oficina, frotándome las cejas de satisfacción, de orgullo porque yo sí soy una persona que labora, alguien que no engrosa las listas de desempleo. Arde en mí el fuego de la rebelión. No me provoque...

-¿Y bien? ¿Se va a quedar callado?
-Señor, por favor disculpe. No quiero ser grosero, pero por qué no lee mi hoja de vida y me pregunta lo que haga falta.
-¿Le da miedo hablarme sobre ella? ¿Cuál es el problema?
-No, es sólo que esperaba algo diferente de esta entrevista de trabajo.

Esperaba que la realidad fuera distinta, que usted, tan rosado y feliz, tan cómodo en su sillón de cuero, con su corbata de lunares rojos y su camisa de rayas, con sus zapatos lustrados y su reloj de oro, no fuera como todos los hombres que creen tener el "poder"...

-Bueno, si se va a quedar callado, lo mejor es que dejemos esto así. Que tenga un feliz día.
-No, espere, le voy a contar...

domingo, mayo 28, 2006

Saber qué soy

Lo absurdo
Lo infinito
Lo etéreo
Lo que reposa más allá de esas nubes ambarinas
Lejos de mí,
Demasiado lejos de mí,
De mis manos,
De mi piel,
Es eso lo que yo busco,
Lo que quiero poseer
sin importar el costo,
El tiempo o la distancia.

Hay hombres que nacen para que el mundo pueda seguir girando,
Otros, para ser inmortales,
Presiento que vine a este mundo para que los demás no olviden que también se puede estar con los ojos cerrados, cazando mariposas, como si fueran cenizas verdes.

Si me preguntan quién soy diré que soy un sueño que no se acaba, que se alimenta y tiene voz, la tuya, la voz que hay en ti cuando muere un guayacán.

sábado, mayo 27, 2006

Enciende la luz

Han pasado varios días desde la última vez que escribí. Como bien dijo Martín, caí en un agujero de conejo, pero a diferencia de Alicia, lo único que encontré fue mi imagen repetida en miles de espejos. Para saber quién soy, fue necesario que olvidara quién era.

Mi nombre es William Montoya, mi alma se llama Tomoa, mi casa es un valle que siempre tiene orquídeas florecidas, el viento donde escribo tiene el sabor salado de las lágrimas y del mar.

Por lo general, soy una persona callada, un joven “extraño” que se sienta todos los días frente a la ventana para ver pasar el mundo. Me gusta la lluvia, sobre todo, al amanecer. Cuando voy solo por ahí, recojo algunas hojas y me las guardo en el bolsillo; algunas de ellas las dejo debajo de mi almohada, las otras, las voy soltando en el camino para que alguien, si quiere, pueda hallarme sin que me dé cuenta.

No me gusta mi voz, ni tampoco las cosas que pienso, digo o escribo. Mi alma es mucho más que “eso” y es apenas lógico, el océano no cabe en un vaso de agua, el firmamento no cabe en el lente del telescopio.

Hoy, sábado 27 de mayo, mi alma despertó inquieta. Hace un año conocí a mi "mujer de niebla", a Sandra, aquella mujer que me complementa en todo y que, sin embargo, jamás podré tener. El amor que hay entre ella y yo, no tiene nada que ver con el hecho de poseer, es algo distinto, como dijo mi amiga Kakau, "es un fuego que arde sin doler".

A "ella" le debo el azul que hay en las paredes de mi habitación, el amor que reposa en mi nochero, el sonido de las olas, la torre y el espejo. Para saber quién soy, tuve que olvidar quién era, sin embargo, gracias a Sandra, sé que mi alma o lo que quiera que haya debajo o encima de mi piel, es un niño que mira al otro lado del espejo y que le encanta que enciendan la luz.

viernes, mayo 19, 2006

Ira

La verdad, jamás me había sentido así. Hemos tenido la visita de un ladrón. No sé quién es, tal vez jamás lo sepa. Lo cierto es que he visto las palabras de Martín, las de Juan Pablo y las de William en un lugar al que no pertenecen y maquilladas con labial barato.
Quizás deberíamos sentirnos halagados, como dicen por ahí: "Plagiar es una señal de respeto", sin embargo, querido ladrón no es justo que ilumines corazones con "letras" que no son tuyas. La poesía y la prosa son de quien las necesita, sin embargo, es bueno que se sepa quién es el alma detrás de ellas.
Sé que leerás esto, lo sé, vendrás a buscar "material" para tu pequeño sitio, por eso, te pido el favor de que si vas a seguir tomando "prestado" todo lo que aquí escribimos, por lo menos, pídenos permiso, dános la posibilidad de decidir.

Sin ser

Soy el más ausente de todos. No puedo concentrarme. La voluntad me falla. Una hoja, un lápiz, las palabras vienen solas.

"Era la soledad dando giros,
El viento, la luz del día.
Era una mujer que nunca espera,
un hombre que ya no busca,
un silencio que no ensordece.
Era la primavera en el trópico,
la arena en el vaso.

Era el horizonte dándome la espalda,

Eras tú,
borrando corazones".

Cómo puedo ser escritor, si nada de lo que digo es mío. Si me miro al espejo y veo tu mirada en la mía, como si yo fuera sólo un eco de tu ser.

miércoles, mayo 17, 2006

Frío

De vez en cuando es bueno irse por ahí, buscando cualquier cosa, una hoja amarilla, una piedra con lunares azules, una casa vacía pero no silenciosa. Ana me dejó el mes pasado. No quiso escucharme. No quise escucharla. Lo que había entre nosotros era simplemente que yo había roto el espejo mientras ella recogía los pedazos. Jamás la pude traer a mi lado... Todos somos barcos a la deriva, nos rozamos, algunas veces, pero nunca llegamos juntos a la misma costa.
Decirte "te amo", fue tan fácil. Olvidar que lo dije, me está matando.
¿Por qué el agua fría es triste?
Cae la lluvia y no tengo paraguas ni tampoco reloj.

Homenaje a Pessoa (segunda parte)

El hombre está acostado sobre la mesa con la cabeza apoyada entre las manos. Duerme, pero no sueña. Eso es evidente por la forma en que se levanta y se vuelve a acomodar, consciente en todo momento de la mesa y de sí mismo; no como las personas que despiertan en mitad de un sueño, extraviadas entre dos mundos.

Apiladas sobre una silla hay algunas cartas listas para ser enviadas o leídas. Están ahí, puestas una sobre otra, aisladas de todo lo demás, como una rosa roja en una fotografía a blanco y negro. Quisiera saber a quién están dirigidas, por qué razón no están desperdigadas por toda la habitación.

martes, mayo 16, 2006

El regreso

Bueno, han pasado varios días desde la última vez que publiqué. Nuestro grupo se fue de viaje... Este mes es quizás el más importante para el blog. Pido disculpas por nuestra ausencia.

martes, mayo 02, 2006

Día de abril 2

Bueno, qué puedo decir, abril se acabó y no me di cuenta. Es como si me hubieran golpeado en la cabeza. Tuve sueños extraños durante varios días, sueños que no se iban cuando abría los ojos. De cualquier manera, el mundo no desaparece cuando los cierras.
Intenté hablar con Ella, pero todo fue inútil. Está muy ocupada. No tiene tiempo para mí. Siempre hay una palabra en sus labios para decirme "no", sin hacerlo. "Eres muy complicado". ¿Lo soy?
La "primera" vez que la conocí le contaba historias que se me ocurrían mientras ella estaba en clase y yo la esperaba en el corredor. Eran muy sencillas, sin embargo, siempre veía algo más en ellas, algo que yo ni siquiera había previsto.

"Hoy vi pasar un caballo frente a mi casa. Tenía el estómago inflamado y caminaba despacio. No era como esos animales que ves correr en la televisión, los que van por las llanuras mientras el viento hace ondear su crin. Éste tenía hambre. Cuando te dije lo que había visto, no me creíste. No hay caballos en las ciudades. Pero yo vi uno. Te lo juro. Lo vi. Caminaba entre los autos, lentamente, como lo hacen los que saben exactamente cuál es su destino”.

Ese tipo de cosas le fascinaban. Yo era un filósofo, un poeta, un escritor, un soñador, un romántico; era un ángel que quiso abandonar el cielo para estar con ella. Pero ahora, sólo soy un hombre “complicado”.
Está bien lo admito, sí me di cuenta de que el mes se había terminado. Tuve que ir solo a despedirlo. Subí a lo alto del cerro. Me acerqué al mirador. Busqué su barrio. Imaginé su casa. Y empecé a leer las cartas que le había escrito, una por una. Seré sincero. No tuve el valor de romperlas. En lugar de eso, pensé en sellarlas en lo más profundo de mi ser, allí, entre mi vientre y mi espalda, en el lugar donde habita el vacío que creo que me llevará a la muerte.
De nada sirve decir adiós, si Ella no te oye.

Tarde

¿Qué significa llegar tarde?
¿Acaso alguien puede medir mi tiempo, de la forma en que yo lo hago?
El tiempo que se te escurre a ti entre los dedos, es distinto del mío, aunque lo compartamos.
Mi tiempo me dice que llego tarde, cuando no estoy donde debería... El problema, a menudo, es que no sé dónde debo estar... Bueno, lo sé, pero temo equivocarme.
Hace poco me llegó la hora. Caminaba a grandes zancadas frente a mí. Tenía tenis rojos y medias azules, una chaqueta verde y un blue jean desteñido.
Ella llegó y yo... estaba pensando en otra cosa.
El tiempo se va. Los árboles mueren. La gente yace bajo tierra y yo, aún espero que ese instante, sea mujer, sea fantasma o cualquier cosa, llegue antes de que pueda pensarlo.

lunes, abril 24, 2006

Para que nos entendamos

En el amor todos somos niños y si no lo somos, simplemente, no vale la pena. Estoy cansado de estar siempre solo, de ser siempre el muchacho raro, el soñador, el hombre sensible y vulnerable que siempre mira la felicidad de los demás y nunca encuentra la suya. Estoy cansado de ser cómo soy. Nada he logrado con eso. Nada.
Al final del día, me siento tan solo como al principio. Ya no voy a buscar el amor. Aunque me duela, arrancaré cualquier esperanza que haya en mí. Todo siempre es tan falso.
Sí, soy un niño, porque todavía quiero soñar en un mundo que ya no lo permite. Me abruman las barreras. Nunca he llamado la atención de nadie y cuando lo hago, es tan trivial "eso" que sienten por mí, que no es suficiente para sacudir mi alma. Ya no puedo más. Me duele la piel. Soy un "bicho raro" y aún no logro entender por qué. Toda la vida la he visto pasar desde mi ventana. He estado encerrado en mí mismo demasiado tiempo, siempre escuchando a los demás, intentando que ellos puedan sonreír de la forma en que yo nunca he podido. Soy el peor egoísta, porque en el fondo, siempre espero que alguien me dé las gracias por todo lo que hecho por él, por haber estado ahí cuando lo necesitaba. No hago las cosas por interés, pero no te niego que de vez en cuando me gustaría escuchar una voz de apoyo. "Hola, ¿cómo estás? Existes, para mí existes, y eres muy importante". ¿Será que estoy pintado en la pared? ¿Será que mi destino es siempre estar solo? ¿Será que alguien puede ver más allá de mi apariencia de niño, de hombre callado y ausente y descubrir en realidad la persona que soy?
No lo sé, ya no guardo ninguna esperanza. El invierno arrecia y yo me siento cada vez más aislado de todo, cada vez más encerrado. Me gustaría llorar, pero no puedo. Si tan sólo pudiera salir corriendo y olvidar... Sonreír... Ser feliz en un mundo en el que no tengan valor ni las apariencias ni el dinero ni el silencio ni mi alma de niño. Pero eso es sólo una utopía. Un sueño estéril. Yo... no pertenezco a este mundo, no quiero pertenecer a él, no quiero sentir más dolor. Gracias por escucharme. No te alcanzas a imaginar lo mucho que significa para mí que alguien allá afuera tenga tiempo para leerme... Aunque mañana, tu memoria seguramente haya desdibujado mi rostro, una vez más.

domingo, abril 23, 2006

Un día de abril 1

No quisiera terminar este mes de la misma forma en que lo hice el año pasado: bajo la mesa de uno de los bares que hay al lado de la universidad. Prefiero despedir abril en lo alto de uno de los cerros que hay en este valle, mirando las lucecitas que cuelgan de las montañas en compañía de ella. Si tan sólo pudiera invitarla... La última vez que hablé con ella, me trató de egoísta y mentiroso. "Pues sí, todo escritor es mentiroso, no tiene nada de malo", le dije. "El problema es que tampoco eres escritor", me dijo. Debo admitirlo, ése fue un golpe bajo, sobre todo viniendo de ella. "No quiero que me envíes más cartas, ni que me pongas en el rol de musa. ¡Por Dios Martín! Es como si quisieras verme en un museo". Qué puedo decir, en cierta forma, ella tiene razón. Siempre la tiene. Por eso, creo amarla. Ay Ana, si supieras que mi corazón no sólo está hecho de hojas de cuaderno y lápices robados. Algo tengo que hacer para tenerte a mi lado antes de que se acabe el mes. Algo que aún no sé...

Homenaje a Pessoa (primera parte)

Veo a un hombre solo, encerrado en el sótano de su casa, en medio de botellas vacías y hojas rotas. Ni siquiera su barba, espesa y gris, logra darle volumen a su rostro, seco de hambre y desesperación. Imagino que tiene los ojos opacos y muertos, porque es difícil distinguirlos debajo de sus párpados hundidos.

Lo más probable es que esté cansado de ver el mundo y que por eso huya de la luz del día, que se filtra, sin que pueda evitarlo, a través de la ventana que da a la calle y en la que, si quisiera, podría ver los zapatos de los cientos de personas que viven en Lisboa, una ciudad que nunca duerme, como todas.

sábado, abril 22, 2006

Amor brujo (última parte)

Tienes la piel fría y húmeda. Me siento a tu lado y busco, como sólo yo sé hacerlo, en cada lunar azul. Cierras las manos y tus párpados con fuerza. Cruzas tus piernas, queriendo evitar lo inevitable. Es más de lo que puedes resistir. Lo siento. No quería que las cosas fueran así. Te veo llorar entre estertores y no encuentro mi nombre en ninguna parte.

Ahora soy yo el que comprende las cosas. Cuando te maldije no pensé que “ellos” se apoderaran definitivamente de tu cuerpo. ¡Estás muriendo frente a mí y no puedo hacer nada! Yo no quería… Yo sólo… Sólo necesitaba saber si era uno más. Sólo uno más. Un hombre más del montón. Quería estar seguro…

Por favor, no sonrías. No quiero que la muerte me devuelva una sonrisa. Quiero olvidar. Quiero huir. Yo te amaba… Pero tenía celos. No te mueras. No te mueras. Necesito saber si era amor lo que me daban tus labios.

Otra vez, es demasiado tarde.

lunes, abril 17, 2006

Por qué

La verdad no tenía interés en escribir. Bueno, si lo tenía, pero me daba miedo. Escribir duele. A mí me ha dolido. Cada palabra, ahora es sólo un recuerdo que no ha envejecido bien, que me hace sangrar todavía.

¿Por qué?

Puse en cada línea lo más sincero que pude sentir. No mentí. No fingí. Era una sonrisa lo que dibujé en esa carta que él jamás leyó. Quise atrapar la felicidad, como una loca queriendo enjaular el viento. Él me tuvo, sin tenerme. Me di a él, entregándole mi sueño. Yo quería ser escritora, por él, para él, para que esa voz que había en mí cuando él entraba, de noche, saltando por la ventana de mi inocencia perdida, pesara sobre sus manos en el momento del adiós.

¿No es más sensato que el fuego lea todo lo que habla tu alma en ríos de tinta que, al final, son tan parecidos al carbón, sobre todo cuando intentas cogerlos aún calientes?

Aún estoy tambaleando. Necesito que alguien me ayude. Dar los primeros pasos no es fácil. Hay días en los que me siento como la última muerta de todo el año, la última alma que enmudeció y que tiene la responsabilidad de recoger a las demás en una carreta, caminando hacia atrás, hasta llegar a la medianoche en que otro ser también quemó su voz, mientras los demás tragaban uvas.

No quieras entenderme. Es un error. Para qué tienes el corazón entonces.

La carencia / Alejandra Pizarnik

Yo no sé de pájaros,
no conozco la historia del fuego.
Pero creo que mi soledad debería tener alas.

domingo, abril 16, 2006

Antelación del amor / Jorge Luis Borges

Ni la intimidad de tu frente clara como una fiesta
ni la privanza de tu cuerpo, aún misterioso y tácito y de niña,
ni la sucesión de tu vida situándose en palabras o acallamiento
serán favor tan persuasivo de ideas
como el mirar tu sueño implicado
en la vigilia de mis ávidos brazos.
Virgen milagrosamente otra vez por la virtud absolutoria del sueño,
quieta y resplandeciente como una dicha en la selección del recuerdo,
me darás esa orilla de tu vida que tú misma no tienes,
Arrojado a la quietud
divisaré esa playa última de tu ser
y te veré por vez primera quizás como Dios ha de verte,
desbaratada la ficción del Tiempo
sin el amor, sin mí.

Y serás, de todos, el beso más ausente. Encuéntrame, yo también saldré a buscarte.

viernes, abril 14, 2006

Por tu voz

Escribo sin pensar. Trato de no pensar. Pero no puedo. Es tan difícil acercarme al vacío. Tan difícil. Pero vale la pena. Eso quiero creer. Me gustaría que valiera la pena acercarme al vacío para hacerlo cada vez más. Para tener un motivo. Pero no puedo. Menos ahora. Soy esclavo de tu voz. Afortunadamente todavía no lo sabes. Cada noche que hablo contigo, con tu perfume y voz de mar, me siento feliz, aunque esté preso. No soy un hombre muy exigente. Cambié mi libertad a cambio de unas cuantas palabras. Pero valió la pena. De eso estoy seguro. Por amor soy esclavo de tu voz y de tus ojos y de tus manos y de tus brazos y de tus piernas y de tus pies y de tu cuerpo y de tu cabello y de tu mente y de tu alma y de tus alas y tus fantasmas. Por amor soy yo, finalmente yo, al final de la noche, al principio del día. Sin máscaras. Sólo tú y yo, bajo el sauce. Te amo. Espérame en la otra orilla.

...

Eso me hubiera gustado decirte hace años, cuando todo aún tenía un valor, cuando podíamos sonreír y recoger las gotas de lluvia, cuando era posible que yo me perpetuara en ti.
El tiempo sí me llevó a la otra orilla, pero sólo para encontrarte recostada en la sombra de alguien más. "Lo siento". Él sonreía y yo le hice probar tu sangre.

Ser...

Tendré que empezar por olvidarme de mí mismo y de las cosas que puedo llegar a ser. Tendré que borrar mi nombre y mi sombra, cambiar mis ojos, llenarlos de gris o azul, al igual que mi cabello. Ya no voy a hablar como antes. Seré distinto en todo. Viajaré a las antípodas de mi propia alma y las haré existir frente a tus ojos. Sólo así podré asomarme a tu ventana y comprobar que es a mí, y no a la luna, a quien esperas todas las noches vestida de perfume y nada más.

Amor brujo (primera parte)

La siguiente es una historia que no escribí yo, aunque ciertamente, pude haberlo hecho. Le pertenece a William, pero yo tengo acceso a ella. Va en contra de su voluntad, pero la publico para que se liberen ciertos demonios que nos siguen rondando.

***

No tienes dónde esconderte. Lo sabes. Sé que lo sabes. Se nota en tu forma de caminar. Ya no mueves las caderas como si dominaras el mundo con ellas. No. Ahora eres más simple, más rígida. Parece que pensaras cada paso antes de darlo. Tienes miedo y asco. Te frotas las mejillas, los brazos y la nuca casi en cada esquina. Quieres limpiarte. Borrar las manchas azules que cubren tu piel. Te avergüenzan porque presientes que son la evidencia de tu pecado.

Al principio pensaste que eran simples moretones, sin embargo, con el pasar de los días, cada una de esas pequeñas manchas, por decirlo de alguna manera, cobró vida. Poco a poco, empezaste a sentir cómo se movían por debajo de tu piel. Te estremecen. Te provocan. Caminan dentro de ti cada vez que te sientes sola. Por eso, intentaste buscar la compañía de otras mujeres, de esas “amigas” que tanto desprecias. Sólo por eso. Para no estar sola con ellos, con cada uno de los amantes que ha cruzado la frontera de tus sábanas.

Sí mujer, son ellos. Ellos son los fantasmas que todas las noches llenan tu habitación de voces y gemidos, sonidos entrecortados que creíste recuerdos o quizás un remordimiento tardío por haber fingido amor.

Te detienes al lado del semáforo. Tienes la cara pálida. Ahora lo has comprendido. Llevas debajo de tu piel a todos tus hombres. Miras hacia atrás y tratas de encontrarme, pero las luces de la ciudad no te devuelven ni una sola sombra. ¿Qué vas a hacer? Esta noche no vas a ir a los bares donde tendías tus redes. No puedes. Tu piel no te lo permite. Acabas de salir del trabajo y no tienes a dónde ir. No tienes a nadie porque los tienes a todos. Los tienes a todos y te sientes sola. Lo sé porque has cruzado los brazos sobre tu pecho tratando de darte calor. Buscas refugio.

Decido acercarme a ti mientras “ellos” despiertan. No lo puedes evitar. Es una maldición. Es mi maldición. Te muerdes los labios tratando de contenerte, pero tu cuerpo te traiciona. Casi puedo verlo. Las manchas se levantan y suben desde tus pies hasta tu pecho, una y otra vez, como si te acariciaran desde adentro. Aunque los músculos de tu rostro dibujen una mueca de satisfacción, sé que te sientes derrotada. Ya no resistes más y pierdes la conciencia. Ellos por fin han tomado lo que les pertenecía. Lo que creyeron, alguna vez, que les pertenecía.

Ni siquiera sientes cuando te quito la ropa. ¿Por qué me obligaste a hacerlo? Tu cuerpo, a pesar de estar cubierto de azul, sigue siendo tan hermoso como la primera vez. Nunca comprendí por qué te mantenías joven a pesar de tus hábitos. Me gustaba pensar que eras un ángel. Me gustaba…

jueves, abril 13, 2006

Bajo la piel (última parte)

-¿Cómo? No, nosotros no nos vamos. Usted sabe como son los niños, siempre andan inventando historias, a lo mejor la profesora lo escuchó de uno de ellos y pensó que era cierto.
-Y entonces, ¿por qué no fue Anita a estudiar?
-Lo que pasa es que este fin de semana se puso a jugar en el parque en pleno aguacero y se resfrió. De hecho, estas pastillas son para ella.

La madre sonrió. “Pobre Juan, tengo que ir a contárselo”.

Una hora después entró a la casa y descargó los paquetes en la cocina. Llamó a Juan, pero nadie le respondió. En ese momento sintió los pasos de Anita mientras bajaba las escaleras. Era tanta la frialdad que emanaba de sus ojos de niña, que la madre no pudo hacer otra cosa que dejarla ir en silencio. “¡Debajo de la piel!” Corrió al segundo piso y sintió un viento helado que entraba por la ventana del corredor. “Juan, ¡qué hiciste!” El amor y un cuchillo la estaban esperando detrás de la puerta.

Un poquito de dulzura

Enumeraré las cosas que me gustan:

Tu voz, tus labios, tu cabello negro mojado por la lluvia, tus manos, los dedos de tus manos, tu nariz, pequeña y ansiosa, tus orejas, tus pies, tu cintura, tus piernas, cortas y profundas como la dicha, tus mejillas, el rubor de tus mejillas, la curva de tu espalda, tu pecho y sus frutos maduros, tus brazos que me rodean desde el alma hasta el cuello.

Me gusta escuchar tu risa, tus suspiros, tu respiración cuando te enojas, cuando piensas, cuando te sorprendo. Me gusta cuando callas y cuando hablas sin parar. Me gusta la forma en que dices “Hola” y “Adiós” y también cuando dices mi nombre.

Me gusta tu dulzura, tu sencillez, tu locura. Me gusta cuando estás triste y puedo consolarte. Me encanta verte sonreír. Me gusta la manera en la que recoges los lapiceros, la forma en que miras el reloj. Me gusta verte distraída. Me gusta verte concentrada. Me gusta ver el mundo a través de tus ojos, ver tus ojos a través del mundo, verte a ti en todas las cosas y a todas las cosas en ti.

Me gusta cómo escribes, cómo hablas, cómo defiendes tus argumentos. Me gusta cuando te desahogas, cuando juegas a ser poeta y cuando tocas la guitarra.

Me gusta estar contigo y también me gusta tu ausencia.

Me gustan las huellas que dejas sobre mis sábanas para que pueda hallarme en ellas cuando te vas.

Eres mi mundo,
Y aunque sé que no te gusta que sea cursi,
Ni que me las dé de poeta,
O escritor loco,
Esto lo escribo,
Para recordar las cosas que me gustaban de ti,
Cuando ya no estés.

martes, abril 11, 2006

Bajo la piel (segunda parte)

-¿La invitaste?
-No, no pude hablar con ella.
-¿Por qué?
-Porque se va a ir.
-¿A dónde?
-Según la profesora, su papá consiguió trabajo en otra ciudad y mañana se trastean.
-Entonces por qué no vas a su casa y te despides. ¿No te da tristeza que se vaya?
-No. ¿No recuerdas que la llevo debajo de mi piel?
-Pero ella se va a ir sin saberlo. Se va a ir y no la vas a volver a ver, pero si hablas con ella, es posible que te recuerde y que regrese, de vez en cuando, a visitarte.
-No mamá, no quiero. Ella está conmigo, siempre lo estará.

La madre se fue preocupada. No quería dejar a su hijo solo y menos ahora que había visto sus ojos enrojecidos por las lágrimas. Si tan sólo le hubiera prestado atención a la forma de sonreír de Juan, ese gesto de fatal certidumbre que se había adueñado de su rostro, quizás no hubiera ido a hacer las compras. Era evidente que Juan tenía una fiebre de obsesión.

Poco después de que ella saliera, en la casa vacía sólo se escuchó el sonido de una puerta que se cerraba con fuerza haciendo vibrar los cristales de las ventanas cerradas.

Un amor de museo

Eres un idiota. Lo sabes. Lo sabes muy bien. Tú y tu estúpida moral. Ella está llorando, está llorando por ti en la ciudad donde las lágrimas se congelan y van cortando la piel hasta llegar a los labios. ¿Por qué no quieres amarla? ¿Por qué no lo arriesgas todo por ella? ¿Acaso no vale la pena? ¿Acaso olvidaste su sonrisa, su voz? ¿Por qué te niegas a sentir? ¿Cuántas llaves más necesita tu encierro? Si quieres te arranco los ojos, las manos, la piel para que puedas seguir viviendo sin que te duela la conciencia.
Eres un idiota. El peor de todos. Ojalá ella aprenda a olvidarte. Ojalá mueras en su memoria. Ojalá comprendas que aquella magia indefinible que había en ti por causa de ella, es lo que todos llaman amor y que tú, por miedo, por cobardía inútil, siempre confundes con un “capricho”.
Tu amor es amor de museo, amor disecado y muerto, amor sin piel, sin lágrimas. Tu amor es amor de cartas y fotografías, de palabras bonitas y caricias que son sólo promesas. Tu amor es una pintura que siempre puedes ver, visitar pero nunca entrar en ella.
Ojalá cuando lo comprendas, ella ya no llore más por ti y te quedes solo, más solo de lo que siempre has querido, porque amigo mío, eres un idiota...

Dedicado a un hombre que siempre llora cuando debe sonreír. Lo siento, es la verdad, tú sabes que sí.

domingo, abril 09, 2006

Bajo la piel (primera parte)

-Mamá, ¿qué es el amor?
-Amor es cuando sientes que alguien vive debajo de tu piel.
-¿Debajo de mi piel?
-Sí, es cuando la persona que te gusta vive dentro de ti.

“Entonces Anita está debajo de mi piel, por eso la sueño tanto”, pensó Juan antes de irse a dormir y también lo hizo al día siguiente cuando la vio sentada junto a él en el salón de clases y cuando la espió durante el recreo y cuando la siguió hasta su casa, como todos los días.

-Mamá, si llevo a Anita debajo de mi piel, entonces, ¿estoy enamorado de ella?
-Juan, ¿por qué preguntas eso? Todavía eres un niño. Es demasiado pronto para que conozcas el amor.
-Pero ella está debajo de mi piel. La sueño y hasta puedo escuchar su voz cuando no está conmigo. Es como dijiste. Es como si viviera dentro de mí.

La madre soltó el cuchillo, dejó el pollo en el sartén y sentó a Juan en sus piernas.

-Estás muy joven para estar enamorado de ella, sin embargo, si te gusta Anita, puedes invitarla para que juegue contigo. ¿No te gustaría que ella nos hiciera la visita?
-¿Entonces la puedo invitar?
-Claro que sí. Son amigos, ¿cierto?
-Bueno, no. Nunca he hablado con ella.
-Entonces ésta es tu oportunidad de hacerlo.

Esa noche Juan soñó de nuevo con Anita. Tenían una cita en el parque y él la estaba esperando con una flor blanca y una carta. Era lunes y había mucha gente alrededor de Juan. Sin embargo, por más que lo intentaba no podía ver el rostro de esas otras personas ni escuchar su voz. Cuando Anita llegó, lo encontró recostado en la banca, mirando hacia el cielo con la boca abierta.

-Estaba tratando de adivinar la hora en el sol, así como aquellos agricultores de los que nos habló la profesora… Creí que no ibas a venir.
-Llegué tarde porque me tocó hacer el aseo del salón. Además, como no fuiste a estudiar hoy, pensé que tampoco ibas a venir al parque.
-Sólo quería que todo estuviera listo para cuando llegaras.

Juan le entregó la flor, pero no encontró la carta en ninguna parte. “No importa”, pensó, “ni siquiera sabía lo qué decía”. Tomó a Anita de las manos y la llevó a caminar por la ciudad. Juan sentía cómo se aceleraba el latido de su corazón con cada paso y le entraron unas ganas enormes de abrazar y besar a Anita, de meterse debajo de su piel y quedarse ahí para siempre. Anita quiso hacer lo mismo y en la lucha por entrar y dejar que entraran, terminaron tirados frente a los salones vacíos de la escuela, dándose caricias y besos que seguramente no serían del agrado de sus padres ni de la profesora.

No te amo

No sé cómo explicarlo. Cómo hacer para que no te duela.
Este amor no es nuestro. Es tuyo y mío, pero nunca nuestro.
No te amo. Amo a la mujer que hay en ti cuando te abrazo.
El amor no existe en el tiempo que compartimos, en las promesas, en las palabras.
Eres adicta a la reacción física que produce tu cerebro cuando te beso, cuando entro en ti y te rasgo la piel.
Eres el aire que no tengo, la noche que me falta, la llave y la puerta, sin embargo, créeme, estoy seguro, no te amo.
No me mires con tus ojos grises. Siempre estuvimos separados. Tú te quedaste en la otra orilla.
No te amo, ni tú me amas, aunque ambos, al regresar al centro, sintamos que sí, que dentro de nosotros late ese sentimiento que desborda las palabras, y yo me vea como un exiliado al pie de la frontera y tú como un espejo que tiembla desde el fondo oscuro del corazón.