lunes, marzo 13, 2006

Adán

He cambiado el color de las hojas. ¿Lo ves? Desde aquí son más verdes, mientras que allá, detrás de ese hombre que está escribiendo, son más azules; pero ya no son hojas. Pónles un nombre y serás su dueña, pero sólo házlo con ellas. Olvídate del escritor y sus cartas. No son para ti.
Cambié el color de las hojas para que dejaran de serlo, pero no puedo hacer que mi corazón deje de tener sed de sangre. Seguiré deseando la muerte del otro, del hombre que te sueña y seduce con poemas escritos en servilletas.
Quizás pueda cambiar su nombre para que deje de ser un escritor y se convierta en un loco. Un hombre que se cree hombre y que juega a ser licántropo cada vez que llega la luna negra. Y si aún así te atrae más que yo, le cambiaré su nombre hasta que ya no puedas reconocerlo y no sea más que un egoísta celoso del puente que hemos creado entre nosotros. Y seré yo, sólo yo y las hojas azules que no son hojas, pero primero tengo que organizar lo que he escrito en estas servilletas.

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