lunes, abril 24, 2006

Para que nos entendamos

En el amor todos somos niños y si no lo somos, simplemente, no vale la pena. Estoy cansado de estar siempre solo, de ser siempre el muchacho raro, el soñador, el hombre sensible y vulnerable que siempre mira la felicidad de los demás y nunca encuentra la suya. Estoy cansado de ser cómo soy. Nada he logrado con eso. Nada.
Al final del día, me siento tan solo como al principio. Ya no voy a buscar el amor. Aunque me duela, arrancaré cualquier esperanza que haya en mí. Todo siempre es tan falso.
Sí, soy un niño, porque todavía quiero soñar en un mundo que ya no lo permite. Me abruman las barreras. Nunca he llamado la atención de nadie y cuando lo hago, es tan trivial "eso" que sienten por mí, que no es suficiente para sacudir mi alma. Ya no puedo más. Me duele la piel. Soy un "bicho raro" y aún no logro entender por qué. Toda la vida la he visto pasar desde mi ventana. He estado encerrado en mí mismo demasiado tiempo, siempre escuchando a los demás, intentando que ellos puedan sonreír de la forma en que yo nunca he podido. Soy el peor egoísta, porque en el fondo, siempre espero que alguien me dé las gracias por todo lo que hecho por él, por haber estado ahí cuando lo necesitaba. No hago las cosas por interés, pero no te niego que de vez en cuando me gustaría escuchar una voz de apoyo. "Hola, ¿cómo estás? Existes, para mí existes, y eres muy importante". ¿Será que estoy pintado en la pared? ¿Será que mi destino es siempre estar solo? ¿Será que alguien puede ver más allá de mi apariencia de niño, de hombre callado y ausente y descubrir en realidad la persona que soy?
No lo sé, ya no guardo ninguna esperanza. El invierno arrecia y yo me siento cada vez más aislado de todo, cada vez más encerrado. Me gustaría llorar, pero no puedo. Si tan sólo pudiera salir corriendo y olvidar... Sonreír... Ser feliz en un mundo en el que no tengan valor ni las apariencias ni el dinero ni el silencio ni mi alma de niño. Pero eso es sólo una utopía. Un sueño estéril. Yo... no pertenezco a este mundo, no quiero pertenecer a él, no quiero sentir más dolor. Gracias por escucharme. No te alcanzas a imaginar lo mucho que significa para mí que alguien allá afuera tenga tiempo para leerme... Aunque mañana, tu memoria seguramente haya desdibujado mi rostro, una vez más.

domingo, abril 23, 2006

Un día de abril 1

No quisiera terminar este mes de la misma forma en que lo hice el año pasado: bajo la mesa de uno de los bares que hay al lado de la universidad. Prefiero despedir abril en lo alto de uno de los cerros que hay en este valle, mirando las lucecitas que cuelgan de las montañas en compañía de ella. Si tan sólo pudiera invitarla... La última vez que hablé con ella, me trató de egoísta y mentiroso. "Pues sí, todo escritor es mentiroso, no tiene nada de malo", le dije. "El problema es que tampoco eres escritor", me dijo. Debo admitirlo, ése fue un golpe bajo, sobre todo viniendo de ella. "No quiero que me envíes más cartas, ni que me pongas en el rol de musa. ¡Por Dios Martín! Es como si quisieras verme en un museo". Qué puedo decir, en cierta forma, ella tiene razón. Siempre la tiene. Por eso, creo amarla. Ay Ana, si supieras que mi corazón no sólo está hecho de hojas de cuaderno y lápices robados. Algo tengo que hacer para tenerte a mi lado antes de que se acabe el mes. Algo que aún no sé...

Homenaje a Pessoa (primera parte)

Veo a un hombre solo, encerrado en el sótano de su casa, en medio de botellas vacías y hojas rotas. Ni siquiera su barba, espesa y gris, logra darle volumen a su rostro, seco de hambre y desesperación. Imagino que tiene los ojos opacos y muertos, porque es difícil distinguirlos debajo de sus párpados hundidos.

Lo más probable es que esté cansado de ver el mundo y que por eso huya de la luz del día, que se filtra, sin que pueda evitarlo, a través de la ventana que da a la calle y en la que, si quisiera, podría ver los zapatos de los cientos de personas que viven en Lisboa, una ciudad que nunca duerme, como todas.

sábado, abril 22, 2006

Amor brujo (última parte)

Tienes la piel fría y húmeda. Me siento a tu lado y busco, como sólo yo sé hacerlo, en cada lunar azul. Cierras las manos y tus párpados con fuerza. Cruzas tus piernas, queriendo evitar lo inevitable. Es más de lo que puedes resistir. Lo siento. No quería que las cosas fueran así. Te veo llorar entre estertores y no encuentro mi nombre en ninguna parte.

Ahora soy yo el que comprende las cosas. Cuando te maldije no pensé que “ellos” se apoderaran definitivamente de tu cuerpo. ¡Estás muriendo frente a mí y no puedo hacer nada! Yo no quería… Yo sólo… Sólo necesitaba saber si era uno más. Sólo uno más. Un hombre más del montón. Quería estar seguro…

Por favor, no sonrías. No quiero que la muerte me devuelva una sonrisa. Quiero olvidar. Quiero huir. Yo te amaba… Pero tenía celos. No te mueras. No te mueras. Necesito saber si era amor lo que me daban tus labios.

Otra vez, es demasiado tarde.

lunes, abril 17, 2006

Por qué

La verdad no tenía interés en escribir. Bueno, si lo tenía, pero me daba miedo. Escribir duele. A mí me ha dolido. Cada palabra, ahora es sólo un recuerdo que no ha envejecido bien, que me hace sangrar todavía.

¿Por qué?

Puse en cada línea lo más sincero que pude sentir. No mentí. No fingí. Era una sonrisa lo que dibujé en esa carta que él jamás leyó. Quise atrapar la felicidad, como una loca queriendo enjaular el viento. Él me tuvo, sin tenerme. Me di a él, entregándole mi sueño. Yo quería ser escritora, por él, para él, para que esa voz que había en mí cuando él entraba, de noche, saltando por la ventana de mi inocencia perdida, pesara sobre sus manos en el momento del adiós.

¿No es más sensato que el fuego lea todo lo que habla tu alma en ríos de tinta que, al final, son tan parecidos al carbón, sobre todo cuando intentas cogerlos aún calientes?

Aún estoy tambaleando. Necesito que alguien me ayude. Dar los primeros pasos no es fácil. Hay días en los que me siento como la última muerta de todo el año, la última alma que enmudeció y que tiene la responsabilidad de recoger a las demás en una carreta, caminando hacia atrás, hasta llegar a la medianoche en que otro ser también quemó su voz, mientras los demás tragaban uvas.

No quieras entenderme. Es un error. Para qué tienes el corazón entonces.

La carencia / Alejandra Pizarnik

Yo no sé de pájaros,
no conozco la historia del fuego.
Pero creo que mi soledad debería tener alas.

domingo, abril 16, 2006

Antelación del amor / Jorge Luis Borges

Ni la intimidad de tu frente clara como una fiesta
ni la privanza de tu cuerpo, aún misterioso y tácito y de niña,
ni la sucesión de tu vida situándose en palabras o acallamiento
serán favor tan persuasivo de ideas
como el mirar tu sueño implicado
en la vigilia de mis ávidos brazos.
Virgen milagrosamente otra vez por la virtud absolutoria del sueño,
quieta y resplandeciente como una dicha en la selección del recuerdo,
me darás esa orilla de tu vida que tú misma no tienes,
Arrojado a la quietud
divisaré esa playa última de tu ser
y te veré por vez primera quizás como Dios ha de verte,
desbaratada la ficción del Tiempo
sin el amor, sin mí.

Y serás, de todos, el beso más ausente. Encuéntrame, yo también saldré a buscarte.

viernes, abril 14, 2006

Por tu voz

Escribo sin pensar. Trato de no pensar. Pero no puedo. Es tan difícil acercarme al vacío. Tan difícil. Pero vale la pena. Eso quiero creer. Me gustaría que valiera la pena acercarme al vacío para hacerlo cada vez más. Para tener un motivo. Pero no puedo. Menos ahora. Soy esclavo de tu voz. Afortunadamente todavía no lo sabes. Cada noche que hablo contigo, con tu perfume y voz de mar, me siento feliz, aunque esté preso. No soy un hombre muy exigente. Cambié mi libertad a cambio de unas cuantas palabras. Pero valió la pena. De eso estoy seguro. Por amor soy esclavo de tu voz y de tus ojos y de tus manos y de tus brazos y de tus piernas y de tus pies y de tu cuerpo y de tu cabello y de tu mente y de tu alma y de tus alas y tus fantasmas. Por amor soy yo, finalmente yo, al final de la noche, al principio del día. Sin máscaras. Sólo tú y yo, bajo el sauce. Te amo. Espérame en la otra orilla.

...

Eso me hubiera gustado decirte hace años, cuando todo aún tenía un valor, cuando podíamos sonreír y recoger las gotas de lluvia, cuando era posible que yo me perpetuara en ti.
El tiempo sí me llevó a la otra orilla, pero sólo para encontrarte recostada en la sombra de alguien más. "Lo siento". Él sonreía y yo le hice probar tu sangre.

Ser...

Tendré que empezar por olvidarme de mí mismo y de las cosas que puedo llegar a ser. Tendré que borrar mi nombre y mi sombra, cambiar mis ojos, llenarlos de gris o azul, al igual que mi cabello. Ya no voy a hablar como antes. Seré distinto en todo. Viajaré a las antípodas de mi propia alma y las haré existir frente a tus ojos. Sólo así podré asomarme a tu ventana y comprobar que es a mí, y no a la luna, a quien esperas todas las noches vestida de perfume y nada más.

Amor brujo (primera parte)

La siguiente es una historia que no escribí yo, aunque ciertamente, pude haberlo hecho. Le pertenece a William, pero yo tengo acceso a ella. Va en contra de su voluntad, pero la publico para que se liberen ciertos demonios que nos siguen rondando.

***

No tienes dónde esconderte. Lo sabes. Sé que lo sabes. Se nota en tu forma de caminar. Ya no mueves las caderas como si dominaras el mundo con ellas. No. Ahora eres más simple, más rígida. Parece que pensaras cada paso antes de darlo. Tienes miedo y asco. Te frotas las mejillas, los brazos y la nuca casi en cada esquina. Quieres limpiarte. Borrar las manchas azules que cubren tu piel. Te avergüenzan porque presientes que son la evidencia de tu pecado.

Al principio pensaste que eran simples moretones, sin embargo, con el pasar de los días, cada una de esas pequeñas manchas, por decirlo de alguna manera, cobró vida. Poco a poco, empezaste a sentir cómo se movían por debajo de tu piel. Te estremecen. Te provocan. Caminan dentro de ti cada vez que te sientes sola. Por eso, intentaste buscar la compañía de otras mujeres, de esas “amigas” que tanto desprecias. Sólo por eso. Para no estar sola con ellos, con cada uno de los amantes que ha cruzado la frontera de tus sábanas.

Sí mujer, son ellos. Ellos son los fantasmas que todas las noches llenan tu habitación de voces y gemidos, sonidos entrecortados que creíste recuerdos o quizás un remordimiento tardío por haber fingido amor.

Te detienes al lado del semáforo. Tienes la cara pálida. Ahora lo has comprendido. Llevas debajo de tu piel a todos tus hombres. Miras hacia atrás y tratas de encontrarme, pero las luces de la ciudad no te devuelven ni una sola sombra. ¿Qué vas a hacer? Esta noche no vas a ir a los bares donde tendías tus redes. No puedes. Tu piel no te lo permite. Acabas de salir del trabajo y no tienes a dónde ir. No tienes a nadie porque los tienes a todos. Los tienes a todos y te sientes sola. Lo sé porque has cruzado los brazos sobre tu pecho tratando de darte calor. Buscas refugio.

Decido acercarme a ti mientras “ellos” despiertan. No lo puedes evitar. Es una maldición. Es mi maldición. Te muerdes los labios tratando de contenerte, pero tu cuerpo te traiciona. Casi puedo verlo. Las manchas se levantan y suben desde tus pies hasta tu pecho, una y otra vez, como si te acariciaran desde adentro. Aunque los músculos de tu rostro dibujen una mueca de satisfacción, sé que te sientes derrotada. Ya no resistes más y pierdes la conciencia. Ellos por fin han tomado lo que les pertenecía. Lo que creyeron, alguna vez, que les pertenecía.

Ni siquiera sientes cuando te quito la ropa. ¿Por qué me obligaste a hacerlo? Tu cuerpo, a pesar de estar cubierto de azul, sigue siendo tan hermoso como la primera vez. Nunca comprendí por qué te mantenías joven a pesar de tus hábitos. Me gustaba pensar que eras un ángel. Me gustaba…

jueves, abril 13, 2006

Bajo la piel (última parte)

-¿Cómo? No, nosotros no nos vamos. Usted sabe como son los niños, siempre andan inventando historias, a lo mejor la profesora lo escuchó de uno de ellos y pensó que era cierto.
-Y entonces, ¿por qué no fue Anita a estudiar?
-Lo que pasa es que este fin de semana se puso a jugar en el parque en pleno aguacero y se resfrió. De hecho, estas pastillas son para ella.

La madre sonrió. “Pobre Juan, tengo que ir a contárselo”.

Una hora después entró a la casa y descargó los paquetes en la cocina. Llamó a Juan, pero nadie le respondió. En ese momento sintió los pasos de Anita mientras bajaba las escaleras. Era tanta la frialdad que emanaba de sus ojos de niña, que la madre no pudo hacer otra cosa que dejarla ir en silencio. “¡Debajo de la piel!” Corrió al segundo piso y sintió un viento helado que entraba por la ventana del corredor. “Juan, ¡qué hiciste!” El amor y un cuchillo la estaban esperando detrás de la puerta.

Un poquito de dulzura

Enumeraré las cosas que me gustan:

Tu voz, tus labios, tu cabello negro mojado por la lluvia, tus manos, los dedos de tus manos, tu nariz, pequeña y ansiosa, tus orejas, tus pies, tu cintura, tus piernas, cortas y profundas como la dicha, tus mejillas, el rubor de tus mejillas, la curva de tu espalda, tu pecho y sus frutos maduros, tus brazos que me rodean desde el alma hasta el cuello.

Me gusta escuchar tu risa, tus suspiros, tu respiración cuando te enojas, cuando piensas, cuando te sorprendo. Me gusta cuando callas y cuando hablas sin parar. Me gusta la forma en que dices “Hola” y “Adiós” y también cuando dices mi nombre.

Me gusta tu dulzura, tu sencillez, tu locura. Me gusta cuando estás triste y puedo consolarte. Me encanta verte sonreír. Me gusta la manera en la que recoges los lapiceros, la forma en que miras el reloj. Me gusta verte distraída. Me gusta verte concentrada. Me gusta ver el mundo a través de tus ojos, ver tus ojos a través del mundo, verte a ti en todas las cosas y a todas las cosas en ti.

Me gusta cómo escribes, cómo hablas, cómo defiendes tus argumentos. Me gusta cuando te desahogas, cuando juegas a ser poeta y cuando tocas la guitarra.

Me gusta estar contigo y también me gusta tu ausencia.

Me gustan las huellas que dejas sobre mis sábanas para que pueda hallarme en ellas cuando te vas.

Eres mi mundo,
Y aunque sé que no te gusta que sea cursi,
Ni que me las dé de poeta,
O escritor loco,
Esto lo escribo,
Para recordar las cosas que me gustaban de ti,
Cuando ya no estés.

martes, abril 11, 2006

Bajo la piel (segunda parte)

-¿La invitaste?
-No, no pude hablar con ella.
-¿Por qué?
-Porque se va a ir.
-¿A dónde?
-Según la profesora, su papá consiguió trabajo en otra ciudad y mañana se trastean.
-Entonces por qué no vas a su casa y te despides. ¿No te da tristeza que se vaya?
-No. ¿No recuerdas que la llevo debajo de mi piel?
-Pero ella se va a ir sin saberlo. Se va a ir y no la vas a volver a ver, pero si hablas con ella, es posible que te recuerde y que regrese, de vez en cuando, a visitarte.
-No mamá, no quiero. Ella está conmigo, siempre lo estará.

La madre se fue preocupada. No quería dejar a su hijo solo y menos ahora que había visto sus ojos enrojecidos por las lágrimas. Si tan sólo le hubiera prestado atención a la forma de sonreír de Juan, ese gesto de fatal certidumbre que se había adueñado de su rostro, quizás no hubiera ido a hacer las compras. Era evidente que Juan tenía una fiebre de obsesión.

Poco después de que ella saliera, en la casa vacía sólo se escuchó el sonido de una puerta que se cerraba con fuerza haciendo vibrar los cristales de las ventanas cerradas.

Un amor de museo

Eres un idiota. Lo sabes. Lo sabes muy bien. Tú y tu estúpida moral. Ella está llorando, está llorando por ti en la ciudad donde las lágrimas se congelan y van cortando la piel hasta llegar a los labios. ¿Por qué no quieres amarla? ¿Por qué no lo arriesgas todo por ella? ¿Acaso no vale la pena? ¿Acaso olvidaste su sonrisa, su voz? ¿Por qué te niegas a sentir? ¿Cuántas llaves más necesita tu encierro? Si quieres te arranco los ojos, las manos, la piel para que puedas seguir viviendo sin que te duela la conciencia.
Eres un idiota. El peor de todos. Ojalá ella aprenda a olvidarte. Ojalá mueras en su memoria. Ojalá comprendas que aquella magia indefinible que había en ti por causa de ella, es lo que todos llaman amor y que tú, por miedo, por cobardía inútil, siempre confundes con un “capricho”.
Tu amor es amor de museo, amor disecado y muerto, amor sin piel, sin lágrimas. Tu amor es amor de cartas y fotografías, de palabras bonitas y caricias que son sólo promesas. Tu amor es una pintura que siempre puedes ver, visitar pero nunca entrar en ella.
Ojalá cuando lo comprendas, ella ya no llore más por ti y te quedes solo, más solo de lo que siempre has querido, porque amigo mío, eres un idiota...

Dedicado a un hombre que siempre llora cuando debe sonreír. Lo siento, es la verdad, tú sabes que sí.

domingo, abril 09, 2006

Bajo la piel (primera parte)

-Mamá, ¿qué es el amor?
-Amor es cuando sientes que alguien vive debajo de tu piel.
-¿Debajo de mi piel?
-Sí, es cuando la persona que te gusta vive dentro de ti.

“Entonces Anita está debajo de mi piel, por eso la sueño tanto”, pensó Juan antes de irse a dormir y también lo hizo al día siguiente cuando la vio sentada junto a él en el salón de clases y cuando la espió durante el recreo y cuando la siguió hasta su casa, como todos los días.

-Mamá, si llevo a Anita debajo de mi piel, entonces, ¿estoy enamorado de ella?
-Juan, ¿por qué preguntas eso? Todavía eres un niño. Es demasiado pronto para que conozcas el amor.
-Pero ella está debajo de mi piel. La sueño y hasta puedo escuchar su voz cuando no está conmigo. Es como dijiste. Es como si viviera dentro de mí.

La madre soltó el cuchillo, dejó el pollo en el sartén y sentó a Juan en sus piernas.

-Estás muy joven para estar enamorado de ella, sin embargo, si te gusta Anita, puedes invitarla para que juegue contigo. ¿No te gustaría que ella nos hiciera la visita?
-¿Entonces la puedo invitar?
-Claro que sí. Son amigos, ¿cierto?
-Bueno, no. Nunca he hablado con ella.
-Entonces ésta es tu oportunidad de hacerlo.

Esa noche Juan soñó de nuevo con Anita. Tenían una cita en el parque y él la estaba esperando con una flor blanca y una carta. Era lunes y había mucha gente alrededor de Juan. Sin embargo, por más que lo intentaba no podía ver el rostro de esas otras personas ni escuchar su voz. Cuando Anita llegó, lo encontró recostado en la banca, mirando hacia el cielo con la boca abierta.

-Estaba tratando de adivinar la hora en el sol, así como aquellos agricultores de los que nos habló la profesora… Creí que no ibas a venir.
-Llegué tarde porque me tocó hacer el aseo del salón. Además, como no fuiste a estudiar hoy, pensé que tampoco ibas a venir al parque.
-Sólo quería que todo estuviera listo para cuando llegaras.

Juan le entregó la flor, pero no encontró la carta en ninguna parte. “No importa”, pensó, “ni siquiera sabía lo qué decía”. Tomó a Anita de las manos y la llevó a caminar por la ciudad. Juan sentía cómo se aceleraba el latido de su corazón con cada paso y le entraron unas ganas enormes de abrazar y besar a Anita, de meterse debajo de su piel y quedarse ahí para siempre. Anita quiso hacer lo mismo y en la lucha por entrar y dejar que entraran, terminaron tirados frente a los salones vacíos de la escuela, dándose caricias y besos que seguramente no serían del agrado de sus padres ni de la profesora.

No te amo

No sé cómo explicarlo. Cómo hacer para que no te duela.
Este amor no es nuestro. Es tuyo y mío, pero nunca nuestro.
No te amo. Amo a la mujer que hay en ti cuando te abrazo.
El amor no existe en el tiempo que compartimos, en las promesas, en las palabras.
Eres adicta a la reacción física que produce tu cerebro cuando te beso, cuando entro en ti y te rasgo la piel.
Eres el aire que no tengo, la noche que me falta, la llave y la puerta, sin embargo, créeme, estoy seguro, no te amo.
No me mires con tus ojos grises. Siempre estuvimos separados. Tú te quedaste en la otra orilla.
No te amo, ni tú me amas, aunque ambos, al regresar al centro, sintamos que sí, que dentro de nosotros late ese sentimiento que desborda las palabras, y yo me vea como un exiliado al pie de la frontera y tú como un espejo que tiembla desde el fondo oscuro del corazón.

Mi ritual

He puesto una flor roja en el jarrón que nos regaló tu madre. Debajo de ella está la foto del día en que celebramos nuestro compromiso. El agua que recogí en el lago la está volviendo transparente. En algunas semanas, tu sonrisa en la instantánea será sólo una mueca oscura. Una vez que pase eso, pienso beber el contenido del jarrón, el agua del lago, la emulsión de la foto, el papel y la flor, todo mezclado en una infusión tibia con canela, para darle sabor a tu recuerdo. Me conoces. Me gustan esa clase de rituales. Estoy disolviendo la felicidad que le robamos al tiempo para poder integrarla a mis fluidos corporales, para que circule por cada uno de mis órganos, para que al final, tu amor desaparezca en un instante de ardor a la medianoche.

sábado, abril 08, 2006

Para empezar, hablemos del encierro

Hola... Qué oscuro es esto. Bueno... Mi nombre es Juan Pablo. Intentaré, no prometo nada, pero lo intentaré, escribir algo aquí. Padezco de abulia, sin embargo, dentro de mí hay un incendio con voz propia. Quizás ésta sea la última vez que hable de mí mismo, a partir de ahora, todo será una "prueba".

***

Aunque golpee el vidrio, no cederá. No caeré con él sobre la plazoleta. No quedaré en trozos. No seré un modelo para armar. No miro mi reflejo en el cristal, la imagen de un hombre de ojos cansados y chaqueta verde. Veo la ciudad que está más allá de la ventana, la gente que camina, la lluvia que sigue cayendo, las luces que encienden las montañas. Veo la noche a través de mí, a través de la imagen que me devuelve el cristal. Ella siempre estará afuera y yo, aunque golpee el vidrio, sé que no cederá.

viernes, abril 07, 2006

Una de Cortázar

Bueno, al parecer, sigue y seguirá lloviendo. Tengo las manos heladas. Tan frías que no puedo sostener un libro por más de dos minutos. No me gusta el invierno. En esta lluviosa noche de abril, recuerdo a Cortázar, mejor dicho, a Horacio Oliveira. El amor no es poseer a otro... Es encontrar la ventana que nos permite verlo en su "mundo" sin abandonar el nuestro. Sin más, éste es un fragmento de Rayuela, del capítulo 93:

Amor mío, no te quiero ni por vos ni por mí ni por los dos juntos, no te quiero porque la sangre me llame a quererte, te quiero porque no sos mía, porque estás del otro lado, ahí donde me invitás a saltar y no puedo dar el salto, porque en lo más profundo de la posesión no estás en mí, no te alcanzo, no paso de tu cuerpo, de tu risa…

Oliveira


Cartas de Martín Fieltro 1

Querida Ana.
Hoy fui a visitar la tumba de mi abuela. Le compré flores rojas y una tarjeta. “Aún estás en mí”. Nadie te dice nada por hablar con alguien que dejó de respirar hace años, meses o días. ¿Sabes? Creo que podría vivir en los cementerios, llorando y hablando con muertos ajenos.

Cerca de la lápida de mi abuela había una más blanca y pulida. Las flores parecían recién cortadas y su foto aún no había perdido su color original. Encontré una carta escondida entre las margaritas. Era de su mamá. Carlos Antonio Muñoz fue asesinado cuando iba con su novia por el parque de Aranjuez. Tenía deudas pendientes. Murió joven.

Los detalles ahora no importan mucho. Hoy Carlos fue mi amigo. Hablé con él, le pregunté por su novia y por su mamá. Él me preguntó por mis estudios. Pudo haber hecho tantas cosas y, sin embargo, al final nos dimos cuenta de que había vivido más que yo. Antes de irme, le dediqué un poema a la eternidad. En el fondo me alegra saber que si alguien me vio, sólo pudo pensar que yo era un amigo más.

Ahora sólo tú y yo sabemos por qué me gusta visitar a mi “abuelita”, de vez en cuando, en el cementerio. Es otro secreto que comparto contigo, cómo si eso pudiera atarte a mí y hacer que regreses.

Te extraño.

jueves, abril 06, 2006

El primero

Hola... Por lo que veo, ya Martín hizo nuestra presentación.
Me gustaría compartir esta carta del escritor Juan Guillermo Rúa, sacada de su libro "Cartas a Tell". Se ha trivializado tanto al amor. Todos hablan de él, pero son pocos en realidad los que han tenido la oportunidad de conocerlo y comprenderlo. En esta carta, está resumida mi visión del amor. Ojalá yo pudiera escribir y expresarme así:
Agosto 13. Tell, te quiero tanto que no sé qué sería de mí sin tu consuelo. Cuando me encuentro solo, despoblado de besos, miro por la ventana de tus ojos morenos y te veo allí, sentada, en el fondo del mundo con tus brazos abiertos para cobijar mi vuelo de juglar; hoy me llenan tus ojos hasta el borde de mí. No dejes que se apague en ti esa luz que produce mi calma.
¿Sabes por qué te quiero, Tell querida? Porque detrás de ti existe aquel yo que desconozco.

El grupo

Primero éramos William y yo en un café del barrio Tricentenario. Él siempre hablaba de su "mujer de niebla" y yo, menos metafísico y también más viejo, de Ana y Carolina. Ninguno de los dos sabía escribir, de hecho, apenas estábamos dando nuestros primeros pasos en esto de la literatura.
Nuestra amistad nació por un libro, "El túnel", de Ernesto Sábato. De alguna forma, Juan Pablo Castel estaba en cada uno de nosotros. Recuerdo que él tenía el libro sobre una de las mesas. No sé por qué lo hice, por lo general, no me gusta hablar con desconocidos, pero bueno, así es la vida, ¿no? A veces te sorprende.
Tenemos mucho en común, sin embargo, el tiempo ha dejado más marcas en mi piel que en la suya. Él ve el mundo desde una ventana, yo lo veo por encima de un sauce. Me avergüenza decirlo, William cree que soy su "maestro". Quizás por eso, me pidió el favor de tomar las riendas de su blog durante un tiempo.
El caso es que nos conocimos en Agosto y en Octubre ya éramos cuatro.
Alejandra nos contactó durante una película en el Centro Colombo Americano. Tengo la ligera sospecha de que William le llama la atención, pero es demasiado tímida para admitirlo. Ella también hará parte de este "valle", como le decía él, sin embargo, por ahora, no lo hará con una voz propia. No se siente lista. En lugar de escribir, Alejandra será nuestra profanadora de tumbas, por decirlo de algún modo. Va a compartir lo mejor de las cosas que ha leído, reviviendo las voces de sus personajes y autores preferidos.
Juan Pablo, el último loco de este barco, es el más joven y el más "creativo". Es un poco "payaso". Le gusta experimentar e innovar. De él no se puede esperar mucha coherencia, sin embargo, a veces nos sorprende con frases e historias que no parecen suyas. A él lo conocimos a través de Alejandra. Son amigos de la infancia. Me gustaría creer que va a cumplir su promesa de volverse constante, para intentar, por lo menos, escribir una novela corta.
Quizás a aquellos que lleven visitando "Tomoa" durante un tiempo les moleste la idea de que se convierta en un taller grupal. Todo cambio al principio es difícil, sin embargo, prometo respetar la naturaleza del blog. Como dije anteriormente, los espero.
***
William cayó en un agujero de conejo. No sé cuándo regresará, pero creánme, yo también quiero que sea pronto.

martes, abril 04, 2006

Una despedida, un comienzo

William, el creador de este blog, finalmente se ha ido. Es una persona muy extraña e insegura. Me dijo que se iba a buscar el sol. Ojalá le vaya bien. Yo me haré cargo de "Tomoa" durante algunos días. Tal vez invite a unos amigos para que me ayuden. Este lugar necesita nuevos aires.
Creo que lo mejor es comenzar de cero. Cambiaré el color y las historias que aquí se cuentan. No todo tiene que ser triste. También hay espacio para las historias cándidas y para otros géneros literarios, más enriquecedores que la "disertación en prosa".
Mi nombre es Martín Fieltro. Soy uno de los pocos amigos que tiene William. Haré todo lo posible para que su "jardín" florezca de nuevo, antes de que regrese.
Aquí comienza un nuevo viaje.
Los espero...

Adiós

Por qué me siento así. Por qué mis lágrimas son de sangre. Por qué me duele la cabeza y tengo náuseas. Por qué cierro los ojos y todo sigue dando vueltas a mí alrededor. Por qué no puedo respirar. Por qué estoy llorando. Por qué. Por qué la lluvia no quema.
Me estoy yendo. Mi cuerpo no responde. No puedo levantarme del suelo. Ya no. No quiero llorar más. No quiero. De qué vale una lágrima, aunque sea la última. Algo dentro de mí se rompió. Me voy. Me estoy yendo.
Por qué me haces llorar así.
Esta muerte lenta… agonía de tus besos… de tu piel que jamás llegó. Olvídate de mí. He muerto. Adiós.