lunes, abril 17, 2006

Por qué

La verdad no tenía interés en escribir. Bueno, si lo tenía, pero me daba miedo. Escribir duele. A mí me ha dolido. Cada palabra, ahora es sólo un recuerdo que no ha envejecido bien, que me hace sangrar todavía.

¿Por qué?

Puse en cada línea lo más sincero que pude sentir. No mentí. No fingí. Era una sonrisa lo que dibujé en esa carta que él jamás leyó. Quise atrapar la felicidad, como una loca queriendo enjaular el viento. Él me tuvo, sin tenerme. Me di a él, entregándole mi sueño. Yo quería ser escritora, por él, para él, para que esa voz que había en mí cuando él entraba, de noche, saltando por la ventana de mi inocencia perdida, pesara sobre sus manos en el momento del adiós.

¿No es más sensato que el fuego lea todo lo que habla tu alma en ríos de tinta que, al final, son tan parecidos al carbón, sobre todo cuando intentas cogerlos aún calientes?

Aún estoy tambaleando. Necesito que alguien me ayude. Dar los primeros pasos no es fácil. Hay días en los que me siento como la última muerta de todo el año, la última alma que enmudeció y que tiene la responsabilidad de recoger a las demás en una carreta, caminando hacia atrás, hasta llegar a la medianoche en que otro ser también quemó su voz, mientras los demás tragaban uvas.

No quieras entenderme. Es un error. Para qué tienes el corazón entonces.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Por el momento, no jales carretas ajenas...

marches! dijo...

por experiencia es mejor mil veces hablar q escribir.. es un tanto + romantico y facil.. pero al menos puedes ver a los ojos