¡No abras los ojos!
Te lo advertí desde el momento en que cruzamos la puerta, pero no me hiciste caso. Mira ahora las consecuencias. ¡Míralas! Ya que te gusta tanto nadar con la mirada. Entre tú y yo sólo hay silencio. No nos comprendemos.
Yo busco el amor como si fuera parte del aire, como si se moviera entre las piedras, entre las ramas de los árboles, dejando señales en las ventanas, en las hojas que caen, los sombreros que se pierden, los paraguas que se doblan, un mar de viento donde flota aquello que siempre he querido hallar, sin darme cuenta de que el amor crece en tu pecho, como una luna que jamás muere, la luna como una hoz que jamás muere, una hoz que corta mi ausencia de lágrimas y secretos, que cosecha mis sueños en flor, fuera de mí, fuera de lo que creo ser, de lo que soy cuando creo.
No nos comprendemos.
Yo busco y tú encuentras, quiero caminar a tu lado pero tú me esperas detrás.
Si decido continuar, si me pierdo en la deriva, aspirando a conocer el azar que me lleve a ti, voy perdiéndote, como se pierde mi imagen en el espejo vacío.
No abras los ojos. No lo hagas. Ciérralos y déjate llevar. No te amo, no eres mía, no hay eternidad entre nosotros, no soy tu sol ni tampoco el guardián de tus primaveras ocultas, aunque estemos juntos siempre habrá una brecha entre nosotros, siempre. No sé por qué esperar algo distinto, si se está tan bien así, con los ojos cerrados, dejando que sea el amor el que ame por nosotros.