miércoles, septiembre 27, 2006

Quiero dormir

Por vos, sólo por vos, a esta hora en que los ángeles mueren y las viudas tiñen de rojo los cementerios, en ésta y en mil ciudades, tan distintas, tan iguales, tan vacías y extrañas, como vos y como yo...

Me aturde ver huir a los niños cuando regresa el sol, es como si la madre huyera al oír el llanto de su hijo, así, tan absurdo como eso, tan absurdo como que los perros dejen de ladrar, por una sola noche, una noche como ésta, una noche de luna creciente y silenciosa, que me recuerda sólo uno de tus tantos rostros.

Sólo quiero dormir, que mis ojos se apaguen cuando yo lo desee, cuando lo necesite... Si ellos no ven, podré recuperar, por un instante, esa magia que tanto nos hace falta, ésa que llevas ahí, ésa que te hará sonreír y que te curará el alma cuando lo necesites.

Mujer, es tan absurdo, amarte es tan absurdo. Todo el temor, todas las dudas, todas las heridas, todas las ausencias, todos los engaños, todos los secretos, todo, todo, jamás se va a parecer a mis sueños de hadas y ninfas envueltas en flores de cristal.

No te conozco y vos no me conocés. Jamás dejé que lo hicieras. Como Pessoa, "fingí que era dolor, hasta el dolor que sentía". No, no me malinterpretes. No es lo que puedes estar pensando. No. Es algo distinto. Es como si un niño decidiera trasformar el cielo utilizando papel celofán y estrellas de aluminio. Cambiar el mar por un vaso de agua, cosas como ésa. Mis famosas metáforas rotas, las mismas que el tiempo me clavó en las mandíbulas para que no fuera capaz de decirlas con la misma facilidad con que las pienso.

No te puedo amar, no puedo, mi corazón no cede y, sin embargo, a esta hora en que deseo como nunca dormir, dormir de nuevo, sé que por vos, por vos, mujer maga, mujer misterio, mujer real, cambiaría todas las horas de vigilia para que puedas entrar en mí cuando yo esté dormido, de tal forma que al despertar, vos y yo ya no seamos dos extraños.

Esta noche quiero dormir como si fuera mi mente la única que estuviera muerta, junto a las viudas y los ángeles...

martes, septiembre 26, 2006

Y qué hacer cuando el mundo está cansado de ti,
cuando la lluvia te quema y el viento se te clava en los pies.

Qué hacer cuando la única voz que oyes es la tuya, frente al espejo;
cuando tus libros están llenos de frases que has señalado
para recordar lo que es estar vivo.

Si eres el último en apagar todas las luces
y esperas que el silencio se apodere de ti cada noche,

Si eres el que cierra las ventanas
y se asegura de que todas las puertas están cerradas,

Esta noche,
déjanos entrar...

Nosotros, como tú, somos uno solo con la soledad.

domingo, septiembre 24, 2006

El valle de los perros mudos 1

La primera luz se apagó el mediodía del miércoles. Todo se detuvo en ese momento. ¿Un eclipse? No, nadie había pronosticado que algo así pudiera pasar ese día.
El sol fue palideciendo poco a poco hasta que los relojes de la ciudad marcaron las doce, en ese momento, justo como lo hacen las bombillas, brilló con su máxima intensidad y se apagó.
Las calles se abarrotaron de personas confundidas, que miraban el cielo con temor y aunque pronto, el sistema de alumbrado público cubrió las calles de luz artificial, el pánico se apoderó de todas las almas y la humanidad, por un momento, recordó, como si ya la hubiera vivido, lo que fue la noche más larga, la noche en que los perros mudos aprendieron a ladrar...

lunes, septiembre 18, 2006

Regresa...

Cuéntame una historia. Algo bonito. Algo que dure. Háblame de las ciudades que tienen nombre de mujer. Guíame por sus calles. Enséñame sus secretos. Ven y dibújame una luna que jamás se apague, que siempre esté ahí cuando yo quiera verla. Dime cómo aprendieron a ladrar los perros mudos. Explícame por qué tienes arañas en la boca que tejen y tejen todo el día. Píntame una sonrisa que sólo tú y yo podamos ver. Dame alas. Por favor, dame alas. Hazme sentir como una niña…

sábado, septiembre 09, 2006

Cartas...

Lo primero que te escriba debe ser tan ligero, tan liviano, que no puedas recordarlo fácilmente.
Lo segundo, debe herirte, debe hacerte daño, debe hacer que sangres para que yo pueda alimentarme de tu dolor.
Si te escribo por tercera vez, mi mensaje debe tener algo, pequeño, grande, no lo sé; algo que te vuelva adicta, adicta a mí, adicta a las cosas que te escribo.
Sobra decir que si triunfo en mi tercer intento, habrá un cuarto, un quinto, un sexto…
Hojas que se irán acumulando en tu habitación, apiladas sobre tu escritorio, en tu mesa de noche, en cajas bajo tu cama…
Hojas por todas partes, material inflamable para que ardas en él cuando te incendie la chispa de mi ausencia.
Sé que una lágrima será la firma de lo último que te escriba, cuando el tiempo muerto me recuerde que pudiste ser mía.

viernes, septiembre 08, 2006

Algo que debes saber sobre mí

Sólo ahora comprendo por qué soy un soñador, por qué todo el mundo insiste en soñar, pero sólo yo me siento orgulloso de serlo. Yo sólo sé que me siento orgulloso de serlo, los demás no importan.
En lo más alto del mundo, quizás, si no lo miro desde abajo, si no pretendo jugar, si es cima o sima, si esto o aquello, estás tú, mirándome de lejos aunque esté contigo, ofreciéndome tus manos para que en ellas pueda escaparme de este mundo, escaparme en tus manos de la ciudad, de los campos, de los caminos tantas veces transitados.
Sé que soy egoísta, que debería escribir para que todos pudieran entenderme, que debería ser más claro, más ordenado, ayudarte a comprender, mostrarte lo que ven mis ojos, el aire en el que froto mi piel. Me encantaría hacerlo, abrir una ventana para que puedas asomarte y ver lo mismo que yo, en el mismo orden, de la misma forma. Me gustaría tener el poder de hacer que ciertos impulsos produjeran las mismas reacciones en tu cuerpo y en el mío, que realmente fuéramos uno para el otro, que tú seas la otra mitad de mi ser. Lastimosamente, sospecho que mi alma está completa, que no está dividida en dos.
Puede que nos empape la misma lluvia, que veamos la misma lámpara encendida en la mesa de noche, que la realidad sea para nosotros una misma pintura, el mismo perro oceánico que llama a la luna mientras los últimos barcos llegan al puerto, y sin embargo, sé que tú no ves lo que yo veo, que jamás estaré dentro de ti…
Los juegos del amor son sólo un simulacro de algo que jamás será posible.
Todos estamos solos, de hecho, hasta ahora, no he tenido noticias de alguien que haya muerto por no haber amado, y no me refiero al amor fraternal, a ese amor que nos impone la compañía, no, me refiero al amor que alaban todos los poetas, al amor que han convertido en “postal”, en canción. Se puede vivir sin haber amado, vivir, así, a secas, como los árboles, vivos pero ignorados. Es tan absurdo. Sé que puedo vivir sin ti, que no te necesito, que mi alma sigue siendo la misma siempre y, sin embargo, me haces falta, extraño tus huellas, tu sonrisa, extraño que te enojes conmigo, que juegues, que nos encontremos en el cine o a la salida de un concierto, en el parque, en la biblioteca, en los salones de baile, extraño el olor de tu piel.

Soy un soñador y me siento orgulloso de serlo, porque a menudo sueño que soy la luz que brilla en tus ojos.

martes, septiembre 05, 2006

Me parece estar soñando otra vez

Yo, Martín, Martín Fieltro, por azar, desperté solo bajo las ramas de un árbol marchito. Jamás pude aplacar los ecos de una duda. Perdí una batalla y abandoné la guerra. Cobardemente. Como sólo yo sé hacerlo.

Jamás comprendí su temor. Nunca entendí por qué dejó de decir "te amo". Huí de su silencio. Me extravié para no escucharlo.

En el amor, no hay vencedores ni vencidos,
no hay victoria ni derrota,
no hay fortuna,
pero sí peligro.

Tardé mucho en comprenderlo.
Amé torpemente.

Egoísta Martín. Te dejaron solo otra vez. De nada te sirvieron los votos que hiciste bajo la luna.
Hiciste del amor una cosa muerta. Le quitaste las alas y lo metiste en una jaula de oro, oro añejo e inútil.

Sí, estoy solo. He abierto los ojos y me parece estar soñando otra vez. Dentro de mí, aún escucho el trinar de mi amor enjaulado.

Él tiene las respuestas que ella, no pudo darme...

Nuestros peces

Buenos días. El amanecer ha llegado. El tiempo nace otra vez. Me veo más joven cuando llega el alba. Ven. Ven conmigo. Es posible que hoy llueva. Las nubes no se van. No pueden. Están encadenadas a esta ciudad. Siempre. Es hora de botar el acuario que hay en mí. Hoy tengo peces grises. Por favor, deja que el agua corra en el lavabo. Sé que te molesta que cada día haga lo mismo. Es algo que no puedo evitar. Ellos siempre están dentro de mí. Van y vienen. Tú los has visto. Son de colores distintos. Peces dorados, grises, negros, verdes… que viven dentro de mí. Mañana serán azules. Me gusta el azul. Eso también lo has notado. Cada vez que estoy contigo intento que haya algo azul entre nosotros. Cualquier cosa. Pequeña. Grande. Por eso, mañana habrá peces azules. Ellos van y vienen. Dentro de mí. Ven. Ven conmigo. Bésame y siéntelos ir hacia ti. Dales color. Vida. Mis peces azules se irán mañana, pero las nubes y tú se quedarán conmigo. Cuando llegue el alba y me veas más joven, sabrás que dentro de ti está mi acuario. El tiempo nace otra vez. Tú y yo. Los dos. Peces azules que se confunden en el lavabo.