lunes, noviembre 27, 2006

Abrásame

Puedo caminar tranquilo, libre, sin que nadie me vea. Puedo sentir el viento, sentirlo realmente en mi piel, centímetro a centímetro. No hay nadie aquí. Sólo las nubes, la arena y yo. Sé que la muerte me encontrará pronto. No me resisto. Voy caminando por el desierto. Tan libre, tan fuera de mí. Me tragarán las dunas, poco a poco. Y seré feliz, yo, sonreiré cuando la arena haya reemplazado mi alma. Sonreiré, sí, lo haré, porque tú ya no me verás llorar, aquí en el desierto, sin oasis, sin ti.

domingo, noviembre 26, 2006

Róbame un color

Quédate, por favor, no te vayas todavía. Al menos espera a que yo me haya dormido. Cerrar los ojos. No ver tu luz. Prómeteme que vigilarás mi sueño al menos esta noche, que te quedarás conmigo y te irás al amanecer sin que yo me dé cuenta.

Por favor, será la última vez que te lo pida.

Me gustaría que hicieras una plegaria por mí esta noche, una como la de la canción de Spinetta, ésa que tanto te gusta. Yo también puedo jugar inquieta en los jardines, en los tuyos, aunque al despertar ya no pueda encontrarte.

Sé que te irás, que ella te espera en otra parte para cubrirte de los besos que ya no quieres recibir de mis labios. Mañana, cuando salga el sol, te habrás ido para siempre de mi lado, sin decir adiós, sin llorar siquiera. Tal vez nos encontremos en la calle. Dos extraños más. Simplemente.

No te vayas. Hace frío allá afuera.

Al despertar, quiero saber que te llevas algo de mí. Un color. Tu sonrisa iluminará muchos cuartos de hotel, muchas habitaciones de solteras y de viudas sin esperanza y yo estaré ahí, siempre estaré ahí. Un color que va contigo y se despide por ti. Cuando ellas despierten, verán mi color sobre las sábanas vacías y sabrán que el amor les dice adiós.

Contigo.

Hoy quiero que te quedes velando junto a mí, por favor, quiero dormir sabiendo que estás ahí, en la cabecera de mi cama, quizás mirando el reloj, quizás mi rostro, el rostro de la mujer que quiere amarte en soledad.

Por favor, róbame un color y haz una plegaria por mí, por el niño que duerme en mi vientre.

miércoles, noviembre 22, 2006

Baila para mí 3

Me hace falta la sombra que se mueve al otro lado de la puerta. Me pregunto si todavía baila, ahora que nadie puede verla.


Parte 1
Parte 2

domingo, noviembre 19, 2006

Doña Martha

Doña Martha no se asome en la ventana. Yo sólo vine a dejarle una carta que voy a pasar por debajo de la puerta y en la que le explico los motivos por los cuales no podemos volver a vernos. Sé que la debe estar leyendo en este momento y que quizás su corazón esté empezando a odiarme con la misma pasión con que me amó.
No, no es vanidad. Usted y yo de verdad nos amamos. Yo sólo soy un niño y usted, bueno, usted podría ser como mi madre… mi madre. Es curioso, ¿no? De alguna forma siento que cada vez que entré en su vientre, usted me devolvió a la vida... Amparado en su cuerpo desnudo finalmente comprendí lo que significa morir y nacer.
Doña Martha, no fue sólo por placer ni tampoco por despecho, usted y yo nos unimos porque teníamos que hacerlo, porque el corazón así nos lo pedía. Ojalá ese momento pudiera ser eterno y se prolongara más allá del silencio que siempre viene a buscarnos cuando nuestros cuerpos ya no dan más. De hecho, ahora comprendo por qué muchos prefieren quedarse dormidos o encender un cigarrillo después de hacer el amor.
Se imagina cómo sería si una noche por uno de esos extraños milagros que ocurren en los sueños más sencillos, ese silencio nos encontrara a todos, a cada uno, totalmente exhausto y satisfecho sobre el cuerpo desnudo de la persona que más ama. Eso pasa, sí, casi todas las noches, pero no al mismo tiempo, no con la puntualidad de un reloj que señale para todos un mismo y único punto donde acabe el placer y empiece la soledad. Si eso pasara el mundo quedaría tan callado que no sería extraño que al mirarnos al espejo pudiéramos ver ángeles llorando, llorando nuestras lágrimas… Así debería ser el fin de la humanidad, libres los cuerpos, vacías las almas, sólo unas cuantas horas en las que podemos ver al tiempo cara a cara y preguntarle si de verdad hay eternidad que supere al amor.
Por eso doña Martha no se asome en la ventana. Si lo hace, no podré evitar mandar al diablo todas las tonterías que puse en esa carta, entrar en su casa, desnudarla lentamente, besarla entera y elevarla al cielo mientras sus hijos duermen.

Ya no seré feliz

Bueno, éste es otro poema del maestro Borges. Sí, hay tantas otras cosas en el mundo.

Ya no seré feliz.
Tal vez no importa.
Hay tantas otras cosas
en el mundo;
un instante cualquiera
es más profundo
y diverso que el mar.
La vida es corta

Y aunque las horas
son tan largas,
una oscura maravilla
nos acecha,
la muerte,
ese otro mar,
esa otra flecha
que nos libra
del sol
y de la luna
y del amor.

La dicha que me diste
y me quitaste
debe ser borrada;
lo que era todo
tiene que ser nada.

Sólo me queda
el goce de estar triste,
esa vana costumbre
que me inclina
al Sur, a cierta puerta,
a cierta esquina.

viernes, noviembre 17, 2006

Baila para mí 2

Lastimosamente, mi mamá ya se dio cuenta de mis actividades nocturnas. Hace poco me descubrió inclinado sobre la alfombra, espiando frente a la habitación vacía. Para ella está vacía y así debe quedarse. Mejor así. No quiero que sepa que "ella" está adentro y que baila para mí cuando la luz está encendida, al otro lado de la ventana.

–¿Por qué te gusta tanto mirar esa puerta?
–No es la puerta mamá, no es eso.
–¿Quieres entrar? La pieza está vacía. Cuando tu abuela se fue, decidimos cerrarla. Esta casa es tan grande. No se nos ocurrió qué poner ahí y, por eso, mejor la dejamos sin uso.
–Lo sé mamá, ya me lo has dicho.
–No quiero que vuelvas a hacerlo. No está bien que lo hagas. Mirar a hurtadillas el cuarto vacío, no tiene sentido.
–Sí mamá, como digas.

Mamá se tomó muy en serio la advertencia. Ya no deja encendida la luz de su cuarto. No sé cómo lo supo, cómo supo que sin ese rayito ambarino, "ella" ya no puede bailar para mí. Quién sabe, a lo mejor mi papá se lo dijo. Él siempre sabe lo que me está pasando, incluso antes de que yo mismo lo sepa. Él es como yo, mejor dicho, yo soy como él. Eso es lo que dice mamá. A veces me ve como si yo fuera él. Es extraño. Me hace sentir raro, como si este cuerpo no fuera mío. Su expresión cuando me mira así, es la misma que tiene cuando revisa las fotos de los álbumes, esas fotos viejas que traen memorias de presentes perdidos.

domingo, noviembre 12, 2006

Canción del amor sincero

Cuando caíste en aquel agujero de conejo y Martín asumió las riendas del blog, mi función aquí era la de ser una profanadora de tumbas.
Hoy todo está llegando a su fin. Lo sé. Lo presiento. Por eso, quiero recordarte cuál fue el primer poema que me leíste aquella noche en que Juan Pablo y yo te conocimos.
Se llama Canción del amor sincero y fue escrita por Raúl Gómez Jattin:

Prometo no amarte eternamente,
ni serte fiel hasta la muerte,
ni caminar tomados de la mano,
ni colmarte de rosas,
ni besarte apasionadamente siempre.

Juro que habrá tristezas,
habrá problemas y discusiones
y miraré a otras mujeres
vos mirarás a otros hombres
juro que no eres mi todo
ni mi cielo, ni mi única razón de vivir,
aunque te extraño a veces.

Prometo no desearte siempre
a veces me cansaré de tu sexo
vos te cansarás del mío
y tu cabello en algunas ocasiones
se hará fastidioso en mi cara.

Juro que habrá momentos
en que sentiremos un odio mutuo,
desearemos terminar todo y
quizás lo terminaremos,
mas te digo que nos amaremos
construiremos, compartiremos.

¿Ahora si podrás creerme que te amo?

sábado, noviembre 11, 2006

Baila para mí 1

El siguiente es un cuento que escribí con Martín para una amiga en común.
A partir de ahora, vamos a jugar, jugar como niños hasta que el tren venga por nosotros.
¡Qué se encienda la luz!

Hay una sombra que se mueve al otro lado de la puerta. Cuando mi madre olvida apagar la luz de su habitación, “ella” empieza a caminar en el cuarto vacío, siempre silenciosa, siempre sensual. Cada vez que puedo, la veo bailar para mí. Es como una niña inquieta. Salta, crece, se apaga, gira y vuelve a girar. Hay días en los que parece la sombra de una mujer madura, otros, la de una joven de curvas bien torneadas. Así la imagino yo. Reúno esos pequeños trozos oscuros que se levantan detrás de la puerta para imaginarla completa, frente y detrás de mí, debajo y encima, excitando la bóveda oscura de mi corazón que bombea constantemente, cada vez más rápido, más fuerte, para alimentar con sangre los sueños que habitan allá arriba, en la azotea. Desde allí voy hasta “ella” y beso confundido las huellas azules que va dejando en ese pequeño espacio vacío que hay entre los dos; quiero tenerla junto a mí, pero ella está al otro lado, allí donde no he podido ni podré llegar, aunque lo intente cada noche, cada instante en el que la pequeña luna que mi madre colgó en lo alto de su habitación ilumine esta frontera desde la cual sueño que los dos somos, finalmente, uno solo.

domingo, noviembre 05, 2006

De árboles y nostalgias...

Aún recuerdo aquellas noches en que me aferraba a los árboles como si tratara de robar de ellos la vida que a mí me hacía falta.
Comencé por tallar dibujos en sus troncos, no con el ánimo de que alguien pudiera verlos e interpretarlos como una señal, sino como una forma de mantenerme en contacto con esos viejos árboles que tanto me gusta mirar cuando regreso a casa.
Una noche, mientras contemplaba la luna llena a través del marco que me ofrecían sus hojas, pensé en escribirle una carta a cada uno. Para hacerlo, me alejé de ellos durante meses. La nostalgia, para mí, siempre ha sido una buena fuente de inspiración. En total, escribí quince cartas.

Durante dos semanas, le hice llegar a cada uno la carta que le correspondía. Algunas las dejé entre las raíces, otras entre las ramas y otras las oculté en los intersticios del tronco.
No sé a dónde habrán ido a parar los sobres sellados. Me gusta pensar que cada árbol lo guardó en lo más profundo de su ser para darme una respuesta en forma de flor o semilla. Es fácil imaginarlo: árboles que despiertan y leen el mensaje que les he escrito, para después guardarlo y difundirlo al mundo en su simiente.
Sin embargo, la respuesta que ellos me dieron superó con creces cualquier cosa que yo pudiera haber soñado. De alguna forma que desconozco, todos se pusieron de acuerdo y te invitaron para que leyeras mis mensajes, para que los encontraras como si los recogieras en la playa, cada uno en una pequeña botella de cristal. Así entraste en mi vida...

Desde que te conocí supe que tu presencia en mi alma sería tan fuerte y permanente como el tronco de esos árboles que se niegan a morir a pesar de la ciudad, de esta ciudad en la que tu ausencia pesa más que cualquier otra.
Aunque lejos, sé que el lecho de los árboles acogerá nuestros sueños compartidos, y de esa forma, estaremos juntos en una eternidad parecida a la de las estrellas y a la de las luces que cuelgan, pequeñas y con vida, de las montañas de este valle donde aprendí a quererte.

Para Sherol...

Pasión...

Vientre de puta dormida,
déjame sembrar eucaliptos en tu pubis,
matar ángeles en tu espalda
y clavar camas en tus glúteos,
beber de tu piel la cerveza de los viernes,
y morder una canción de Lennon en tus labios.

Camilo, gracias por darle alas a mis fantasmas.
Ésta es la pasión de la que hablan nuestras voces.

jueves, noviembre 02, 2006

Fue por amor

Cuando desperté, ella ya no estaba. Se había llevado todas sus pertenencias, incluyendo mi corazón, en la pequeña maleta roja que guardábamos debajo de la cama. Me vestí y salí corriendo a la estación del tren. Tenía la esperanza de encontrarla esperando a que abrieran el Metro, pero en lugar de ella, hallé una larga fila de hombres y mujeres que tenían un pequeño agujero en el pecho, justo como el mío. Los saludé, con una familiaridad extraña, y esperé. No había tenido de tiempo de fijarme en la oquedad de mi pecho. Era tan imperceptible, tan pequeña. Yo era un "descorazonado" más, esperando la llegada del tren, pero no me importaba.

-Fue por amor -dijo una joven.
-Sí, a mí también me dijo lo mismo -respondió un anciano robusto-. Fue por amor.

El sonido del tren nos recordó por qué razón estábamos ahí. Nos quedamos en silencio y empezamos a comprender. Durante la noche, nos habían robado el corazón. Nos lo arrebataron. Que hayamos coincidido en el tren, fue una casualidad; que a todos nos hubieran abandonado la misma noche, fue algo que nadie quiso ni pudo explicar.

Cuando los primeros pasajeros se subieron a los vagones, decidí regresar a mi casa. Supongo que los demás hicieron lo mismo. Si podíamos vivir con el pecho vacío, qué sentido tenía buscar explicaciones, además, todo había sido por "amor".

miércoles, noviembre 01, 2006

Luz de luna

Aún tímido, un rayo de luna está haciendo nido en tu corazón, está abriendo caminos, frente a ti, horizontes nuevos. Otra vez, aunque no lo quieras, las noches se te van en las alas de un sueño. Sonríes. Libre. Sonríes. Las calles no sólo están hechas de frío concreto. Una mirada… sólo una, pequeña silenciosa mirada, una flor que sobrevivió al invierno, sólo eso basta para que puedas dibujar primaveras nuevas... Una hermosa sonrisa te tiene otra vez en algún lugar sobre las nubes, allí, donde la luz jamás se apaga.