jueves, enero 25, 2007

Hoy es uno de esos días...

Yo también estoy cansado, cansado de vivir en giros, cansado, cansado de vos.

Me gustaría olvidarte, me gustaría pero sé que sería más fácil olvidarme de mí mismo. Cambiar de nombre, de rostro, de voz, cambiarlo todo y seguir girando hasta que ya no pueda verte, hasta que se extravíe el recuerdo de tus labios y no pueda extrañarlos todas las noches como lo he hecho hasta ahora.

Soy cruel, lo sé. Aunque no debería hoy debo confesar que me gustaría hacerte daño de forma voluntaria, sin embargo, no puedo y no hace falta. Te hago sufrir a cada instante: mi silencio, una mirada, caminar junto a ti como si fueras una extraña... A veces creo que vos y yo sólo estamos hechos para compartir ciertos instantes pero no la vida entera.

Perdóname, pensé que éramos iguales, te hice creer que así era y lo lamento. Hoy estamos más lejos que nunca, más lejos de lo que estábamos antes de conocernos y lo peor es que así estaremos mientras nos empeñemos en olvidarnos mutuamente.

Me asusta mucho la idea de que el olvido pueda ser voluntario, de que te despiertes enojada conmigo y ya no me recuerdes, de que sonrías sobre mi espacio vacío sin saber por qué lo haces, sin saber por qué hay de nuevo esperanza en tu rostro, esperanza de encontrarme ahora que no estoy, ahora que no puedes notar que sigo estando a tu lado a pesar de todo.

Vamos girando cuesta abajo los dos, haciendo de lo nuestro una fruta prohibida, un error imperdonable. Después de lo que pasó entre nosotros es increíble ver cuánto nos importan los demás ahora.

Si tan sólo pudiéramos olvidarlo todo, olvidar a tu familia y a la mía, olvidar mi orgullo, olvidar tu duda, olvidarlo todo hasta que sólo nos quede el recuerdo de esa noche en que te amé hasta quedarnos sin aliento en tu habitación.

No sé ni lo que quiero, me da miedo descubrirlo, todavía soy un niño, tengo miedo de las cosas que no puedo comprender, de las que me rebasan, de las que van más allá de mis propios sueños, me da miedo saber que puedo amarte así, que puedo amarte sin tenerte, que puedo amar sin esperanza, amarte por instantes, me da miedo no hacer cosas normales, no querer hacerlas, no con vos.

Lo siento, no quiero confundirte más, lo que pasa es que hoy es uno de esos días...

domingo, enero 21, 2007

Tus cartas...

Tú sabes que no me gustan las guayabas, ni siquiera el bocadillo o los espejuelos que tu abuelita hacía con tanto esmero. Hay algo en su sabor que me recuerda las primeras horas en que conocí la tristeza. Cuando se lo expliqué a mi mamá me dijo que a lo mejor tomé jugo de guayaba en el momento equivocado... y sí, quizás tenía razón, pero eso no evita que hoy el olor a guayaba madura me haga recordarte.

Lo confieso. Desde que te fuiste he estado visitando los lugares donde solíamos conversar. Hoy, por ejemplo, estoy en el parque que hay detrás de tu casa, leyendo bajo la sombra del árbol de guayabas.

Hay tantas huellas tuyas en este lugar, tantos recuerdos. La primera vez que vine contigo me cayó una guayaba en la cabeza. ¿Te acuerdas? Ese tipo de cosas me pasan todo el tiempo, por eso, aunque no tuviera sentido del humor, siempre lograba robarte una sonrisa.

Es rara esta costumbre de "deshacer" mis pasos, de recorrer solo los lugares donde fui feliz en el pasado. Menos mal la gente que me ve llorar en lugar de creerme un loco, están convencidos de que me tomo muy en serio los atardeceres.

Extraño mucho tu corazón de guayaba, sobre todo ahora, que tu sabor va muriendo poco a poco en mi boca.

Con cariño,

William...

sábado, enero 20, 2007

Tu silencio...

No me sirve tu silencio. No, no estoy siendo cruel, de verdad no me sirve. No le encuentro ningún uso. ¿Acaso puedo limpiar con él las ventanas de mi casa o regar nuestras flores? ¿Será que tu silencio dará abrigo a mi alma o se convertirá en un par de alas que me lleven más cerca del sol cuando tú te vayas con la luna?...

No, no me sirve de nada tu silencio y, sin embargo, en él están tus ojos, tus piernas, tus brazos, tus manos y tus valles... Tu silencio es igual a ti, tiene tu perfume y tu calor. Quizás la verdad, aunque no quiera admitirlo, es que amo a tu silencio más que a ti así como tú amas imaginarme triste detrás de tu puerta.

¿Te das cuenta? ¿Ahora entiendes por qué siempre me ves llorando?

Cuando creí amarte, me di cuenta de que en realidad sólo amaba el espacio en que no estás y, por eso, nunca pude tenerte, ni siquiera cuando fingí besarte.

Para Alejandra...

miércoles, enero 10, 2007

Pensando en ti...

Estoy cansado. No sé nada. No veo nada. Mi alma, mi ser, mi futuro, tus manos que aún intentan acariciarme, son sólo una ilusión. No son reales. No tengo certeza sobre ellas. Las pienso pero no las siento.

“Pienso, luego existo”.

En la “razón” está el poder que nos llevará más allá de los límites físicos de nuestra especie. Entonces, ¿para qué un cuerpo? ¿Para qué vivir? No quiero preservar mi pensamiento ni nada que sea mío en la memoria de los demás. ¿Qué sentido tiene? De alguna u otra forma alguien llegará a las mismas conclusiones que yo, sin importar si estoy muerto o vivo.

Todos pensamos de forma automática, incluso la imaginación en ocasiones lo es. “Él piensa como yo”, dice orgulloso el padre sobre su hijo, el maestro sobre el alumno, pero, ¿será que alguien siente como yo?

“Pienso, luego existo”, porque soy consciente de mi ser y lo trasmito a través del lenguaje, entonces es mi ser en el ser de los demás lo que me hace real y, por ende, sólo lo que siento me pertenece o, por lo menos, eso es lo que quiero creer.

Lo cierto, como dice Juan Pablo, es que vos y yo somos ángeles sin alas, ángeles que van escribiendo su propio olvido en el olvido de los demás.

Pensé que te amaba y me sentí orgulloso por eso, porque sólo yo podía amarte así aunque haya besos que te gusten más que los míos.

La mentira y la distancia sólo existen en nuestra mente... Lo sé y por eso sigo esperándote, esperando sin pensar, pensando que no pienso, como siempre.

domingo, enero 07, 2007

Elegía del hombre dormido

Debo despertar, abrir los ojos, dejar pasar la luz a través de las cortinas, saludar al sol con los brazos extendidos y cubrir de besos tu piel desnuda; debo hacerlo antes de que nos devore el silencio; no, no a vos, a mí; este silencio que no me deja tranquilo, que me habla de tu ausencia, de la soledad donde faltan tus besos y el olor a durazno de tus mejillas. Hay tantas cosas que no puedo decirte, cosas que pienso siempre pero que prefiero callar. Mi vida es sólo la suma de todas las incertidumbres que me ahogan cuando estoy contigo; por eso necesito sentirte, mirarte por lo menos, saber que estás aquí, sola, junto a mí... Eso es todo lo que puedo ofrecerte, una soledad habitada, justo como en este momento en que los dos parecemos dormidos y tus ojos, tus hermosos ojos, siguen cerrados, como tu alma, para mí.