Elegía del hombre dormido
Debo despertar, abrir los ojos, dejar pasar la luz a través de las cortinas, saludar al sol con los brazos extendidos y cubrir de besos tu piel desnuda; debo hacerlo antes de que nos devore el silencio; no, no a vos, a mí; este silencio que no me deja tranquilo, que me habla de tu ausencia, de la soledad donde faltan tus besos y el olor a durazno de tus mejillas. Hay tantas cosas que no puedo decirte, cosas que pienso siempre pero que prefiero callar. Mi vida es sólo la suma de todas las incertidumbres que me ahogan cuando estoy contigo; por eso necesito sentirte, mirarte por lo menos, saber que estás aquí, sola, junto a mí... Eso es todo lo que puedo ofrecerte, una soledad habitada, justo como en este momento en que los dos parecemos dormidos y tus ojos, tus hermosos ojos, siguen cerrados, como tu alma, para mí.
1 comentario:
Tengo varias definiciones para el amor en un cuaderno ya percudido por los años. De chico escribía frases ajenas que me sugerían el significado de este sentimiento; inclusive, yo, osadamente, trato aún de fabricar mis propios significados. He logrado algunos valederos para mi espíritu; no veo por qué negarlo. Ahora vos, Tomoa, me has dado el más ajustado para esta noche, para estos días; inclusive, es el que siempre he anhelado, así no haya podido escribirlo; por suerte tengo tu voz: "...una soledad habitada..."
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