martes, febrero 20, 2007

No es lo mismo...

Saber que ya no estás, que no me escribes, que no me hablas, que no me lees,
saber que todos los días sólo encuentro tu ausencia cuando busco tu alma...

Y qué es un alma,
qué es tu alma.

Quizás sólo tu recuerdo,
la voz que grabó la máquina contestadora,
la silla que rompimos.

No lo sé.

Soy yo frente a los espejos,
todos mudos,
todos sordos.

Soy yo tratando de entender que mi vida, aunque entera, está a medias,
mi felicidad es media, mi tristeza también,
todo en mí está a la mitad,
aun cuando siga siendo yo y sólo yo,
sólo yo sin ti,
sólo yo sin poder contarte cuán alegre o triste estoy,
si hoy salió el sol en mi ventana
o si dejé la puerta abierta para sentir el viento,
para sentirme vivo ahora que el destino me sonríe
pero a mí sólo me basta tu sonrisa.

No es lo mismo...

Por eso necesito saber que estás ahí,
que no hay un espacio vacío,
un pedacito de limbo
en el lugar de donde has bebido mi esencia.

sábado, febrero 17, 2007

Sentado en el umbral de tu puerta

Hace algunos días dejé de escuchar mi voz. Ya no la percibo, no como si fuera mía. Tal vez la dejé hundir en el océano de viento en el que vivimos vos y yo. Ahora estará perdida por ahí, hablando silencios tiernos que siempre quise para los dos. Es por eso que ya no he vuelto a decirte nada, por eso y porque me daba miedo perderte después de lo que pasó.

Diana, la vida se equivocó por nosotros. No es culpa nuestra. En el amor no hay errores y mucho menos culpables. Esa noche mientras los demás festejaban, incluyendo a tu madre, a la mía, yo bebí de vos, de tu vientre, nos bebimos los dos hasta perder el aliento, hasta olvidar que soy tu primo y que cualquier cosa entre nosotros siempre estará prohibida...

Lo sé, no hace falta que lo diga, tu piel no te ha dejado olvidar que estábamos felices, que apoyaste tus senos sobre mi pecho y que yo, sin aliento, dejé que mi corazón hablara con el tuyo mientras mi imagen se perdía en la oscuridad de tus pupilas, de tus pupilas que me miraban como si no existiera nada más en el mundo, sólo los dos, en tu habitación.

Cuando despertamos, todavía con tiempo de hacer un brindis con la familia, quise verte como una extraña, no como mi prima sino como una desconocida cuyo sexo sabe a lluvia. Te dejé sola y me llevé mi voz para ver si sentía alguna clase de arrepentimiento, me oculté de ti durante estos dos meses y ahora estoy aquí para hablar de esa noche e intentar otra aprovechando que tu mamá no está, que mi voz se ha hundido en el viento y que yo quiero hundirme en ti para que no me encuentren sus silencios tiernos.

Sí, sé que soy egoísta y que ya no hay forma de pedir perdón, que tuve miedo de ti y de lo que dirían todos en la familia cuando se enteraran, que tuve miedo de hacerte más daño con este amor imposible, miedo de no sentirme mal por hacer lo que hice, por haber perdido la cordura y olvidar tu nombre y el mío, miedo de saber que en mi vida habrá otras mujeres y en la tuya otros hombres, pero yo, siempre regresaré aquí y sentado frente al umbral de tu puerta, escribiré cartas como ésta para estar en ti y olvidar que hay un mundo afuera de tu vientre.

Para Alejandro y Diana

miércoles, febrero 14, 2007

Me gustaría decirte tantas cosas esta noche,
sólo esta noche...

Confesar, por ejemplo, que sigo pensando en ti todos los días.
Decirte que aún escucho tus canciones
y que hay amor en mi nostalgia.

Ay, si supieras mi niña, si supieras...

Ayer soñé que se cruzaban las calles de nuestras ciudades,
que había otro azul en tu cielo
y que mi luz ya había muerto del todo en tu ventana.

Te soñé feliz sin mí,
y sonreí, sonreí con resignación,
sonreí para no llorar,
para que no doliera tanto este amor sin esperanza.

Mi cabeza se arrepiente en el silencio en el que falta tu voz.

Pero te sigo soñando,
te sueño cerca de mí,
tan cerca que puedo vivir en tu mirada,
tu mirada que mira a otro con el amor que yo quisiera.

Hay amores que no mueren,
a mí por suerte me tocó uno de esos,
y orgullosamente loco quisiera conservarlo en el silencio de ti...

sábado, febrero 10, 2007

Yo nunca quise que las cosas fueran así pero lastimosamente hay decisiones que no se pueden evitar. El dolor nos hace fuertes... No sé de qué me sirve ser más fuerte ahora, pero eso es lo único en lo que puedo pensar mientras te imagino cruzando calles cada vez más lejos de nosotros.

Esta vez no regresarás. Dejaré de verte todos los días y me iré acostumbrando a tu ausencia. No quisiera hacerlo, pero tú sabes que así son las cosas. Para bien o para mal, el olvido va cerrando las heridas. No, no quiero que te preocupes, es sólo una forma de decirlo. Yo jamás te daré la espalda pero a partir de hoy ambos tenemos que hacernos a la idea de que ya no compartirás tu vida conmigo.

Lo que más me duele es que me porté igual a aquellos hombres que lloran amargamente en los cementerios por no haber dicho a tiempo las cosas; te dejé ir en silencio, sin poder mirarte a los ojos o sentir tus manos por última vez.

Si pudiera hablar contigo, decirte que hubo un tiempo en el que yo hubiera dado la vida por ti y recordarte que yo era el único que salía a buscarte cuando no regresabas a casa temprano, el único que lloraba cuando amenazabas con irte.

Jamás hablamos de hombre a hombre, no supe si te sentías orgulloso de mí y no te pregunté nunca sobre tus sueños, sobre las cosas que quisiste hacer cuando eras joven.

Siempre hubo tanto silencio entre nosotros, un silencio que el tiempo amplió sin compasión y que ahora parece ser el único recuerdo que fuera a sobrevivir a este adiós...

Otra vez estoy llorando, como aquella noche en que rompiste tu primera promesa.

Tengo que aceptar que todas las cosas tienen un final. Ojalá fuera tan sencillo como apagar la luz o cerrar la puerta...

Hay tantas cosas tuyas que no quisiera saber y, sin embargo, hoy que sé que ya no regresarás, sólo consigo pensar en la forma de preservar para siempre este momento en el que descubro por fin lo mucho que me duele tu partida.

Estarás en mí para siempre porque yo me encargaré de mantener viva tu imagen de hombre alegre y sereno para tus nietos, para mí.

Te quiero y sé que siempre me voy a arrepentir de no haberlo dicho antes de que te fueras.

Nos volveremos a ver. Te pido que por favor creas en eso.