miércoles, agosto 08, 2007

Esa otra forma de retener...

Bebes el tiempo que se me escurre de los dedos. Mi fe te embriaga y hace hervir tu vientre. No te gusta la noche. No te gusta lo que escribo. Dentro de ti soy aún una orquídea en invierno. Te lo digo así para que no me entiendas, para que no sientas dolor. No se puede hacer el amor con las luces encendidas, por eso, amor, amorcito, corazón, luz de mi vida... hoy no estoy seguro de amarte. Tus besos hieden a flor de cementerio y me siento cansado de tu sexo.

Una canción. Las sombras de los amantes caminan por aceras distintas. Se alejan y no llueve. Crece el espacio vacío entre ellos y aún así, sigue brillando el sol.

Sin el adiós de los amantes es más dolorosa la certeza de su despedida, porque ni siquiera los sueños pueden resistirse a la maldición de un adiós jamás pronunciado.

Por eso, precisamente, te escribo un adiós distinto todos los días.

Un adiós para que nunca te vayas, para traerte de mi lado, para olvidarte y poder dormir sólo una noche, para amarte incluso en la duda del amor, para curar el silencio, para sanar tu hedor a cementerio...

2 comentarios:

teceo dijo...

Le lei y me conmovió, lo volví a leer en voz alta y me erizó la piel

William Montoya dijo...

Gracias por leerlo así, a viva voz, de verdad, muchas gracias, porque con esa intención, precisamente, fue que lo escribí.