jueves, agosto 02, 2007

Sin mar ni profundo silencio

Dejé que las cenizas de todos tus recuerdos se enfriaran sobre mi piel para sentir el momento exacto en que se desvanecieron, en que dejaron de ser pasado, como todo lo que tuve y nunca más tendré.

Es un vano intento de conjurar la nostalgia. Lo sé. Otra vez me he portado como un niño, y la verdad, ya no me importa.

Hay todo un universo de pequeñas cosas, las tuyas, las que más adoré, las que causaron mi fiebre, por fin, se fueron contigo.

Se muere la noche y tu rostro en el fondo del río.

Y allí donde floreció tu amor, sólo hay una planicie sin luna, sin viento, sin mar ni profundo silencio.

Tu ausencia me quema con más intensidad ahora que te digo adiós, de verdad, y por última vez.

Mi ritual de olvido ha terminado.

Ahora puedo empezar a caminar, aunque estén rotos los bolsillos y vacío el corazón.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Mi querido Willy, mi querido Willy, el adiós tan necesario, el adiós tan triste. El adiós, ésa otra forma de retener.

Unknown dijo...

El ritual del olvido es tan dificil, tan duro. Es tan complicado no convertirse en un niño, tan doloroso... Si no lo supiera tan bien, no me habría dolido tanto leer esto.

Lametadas.