domingo, septiembre 30, 2007

Zamba del olvido

Ana, no es mi costumbre dedicarte canciones, pero cuando escuché ésta, simplemente, no pude dejarla pasar...

Esta canción de Jorge Drexler, "Zamba del Olvido", es para vos, para todas las mujeres que tuvieron y tendrán tu rostro...


lunes, septiembre 24, 2007

Una lluvia ligera...

Nunca he visto morir a nadie de amor,
sólo lloviznas leves
y algunos cristales empañados.

jueves, septiembre 20, 2007

Sin voz y francamente

Hoy te extraño en el cuarto de invitados, sobre una alfombra que inventé para hacer menos difuso tu recuerdo. Si lo quisiera, en este mismo instante, también podría recrear tus ojos. Llenarlos de tristeza como si los llenara de lluvia, o depositar un pequeño sol en tus pupilas.

No hace falta, lo sé. El amor te hace brillar, cualquier amor, incluso si no es mío...

Estoy bien Ana, de verdad. Abriré la puerta y dejaré que el circo desfile en nuestra habitación.

Para ti imaginaré un desfile como jamás se ha visto en esta ciudad.

Además de los payasos, los magos y los acróbatas, de los elefantes y los leones, también habrá en nuestro desfile ancianos recién nacidos, gitanos auténticos con pequeñas ciudades atrapadas en botellas de cristal, poetas errantes, los últimos que quedan, con los versos de amor más recientes, versos fugaces que van escribiendo a cada paso…

Lo siento Ana. Ocurre que esta noche se me mezclan las nostalgias.

Nunca fui al circo contigo. Jamás estuvimos juntos en el cuarto de invitados. Ni siquiera sé si me amaste. No lo sé... Si lo hubieras hecho, no te habrías cansado de mis historias. Estaríamos juntos viendo el circo pasar, como un sueño que de repente se nos estuviera mezclando con la vida.

Puedo soñarte, soñar que juego al cíclope contigo, que en tus ojos hay lluvia y en tus pupilas un sol, que ha vuelto el circo a la ciudad, que mi niñez aún no se apaga; puedo inventarte, extrañarte, escribirte mensajes sin sentido; puedo escuchar tu voz en todas las canciones, caminar contigo, embriagarme con tu mano aún apoyada en mi mejilla…

Se me da bien amarte Ana… pero ocurre que no estás y que voy llenando mi vida de fantasmas, que voy colgando mis sueños en las paredes, que me voy yendo...

martes, septiembre 18, 2007

Hay tanto vacío en mi tristeza

Aprendí a estar triste sin motivo, sólo por estar.

Me siento a llorar en los balcones cuando llega el mediodía.

Pero, no es por vos.

No es por nadie.

Para ser sincero, te extraño sin amarte.

Se me olvida tu rostro y se me olvidan tus voces.

Te invento en mi tristeza, por costumbre.

Porque la noche también se nos va quedando dormida.

lunes, septiembre 17, 2007

Lo que dura una estrella

Esta noche mi amor dura lo que dura una estrella, por eso quiero que lo pintes de azul, que le des la vuelta y después un beso, antes de que se vaya a dormir.

Hay mucha gente que dice que no, que el amor no se muere. Son los mismos que creen que los ángeles tienen alas y que la luna le pertenece a los novios.

Yo no soy así.

Yo creo en los perros mudos y en que los muertos se levantan a medianoche a jugar póquer.

Yo creo que todos los niños conocen a Dios hasta los dos años, y que después simplemente lo olvidan cuando comienzan a hablar.

Creo en las estrellas fugaces porque siempre dicen la verdad y, por eso, también creo en el beso que me diste esta noche, antes de que mi amor se fuera a dormir.

Un susurro...

A mí también me gustaría saber a qué estoy jugando, si esta lluvia me llevará a alguna parte distinta de tu lecho o si las paredes finalmente me atraparán y veré mis huesos mezclados con cal.

El viento se ha cansado de hablarme al oído. Ya no me cuenta las historias de los campesinos que conocimos juntos en el pueblo.

El viento se ha ido detrás de tus huellas, se ha ido con ellos, una larga fila de hombres y mujeres con la hoz al hombro y el sombrero terciado.

Todos van detrás de ti, descendiendo el valle, incluso el sol y la luna. La noche se duerme en tu vientre y el amanecer despierta en tu pecho.

He vuelto a soñar que estoy en la estación del tren, de uno de esos trenes de los que hablan en esos libros que ya nadie lee.

Tú también estabas ahí, con mi familia, con mis amigos. Por la ventanilla del tren veo pasar todos los recuerdos en los que estuvieron presentes. Me voy quedando dormido. Las luces se apagan...

Me estremece tu aliento tibio, tu aliento que entra por la ventana abierta del tren justo cuando se detiene frente a tu casa y sales a saludarme.

Dices adiós, como dices hola...

Se muere mi amor en tus labios ocultos, y tú, me estás hablando todavía al oído.