lunes, octubre 15, 2007

Quiero que me odies dulcemente

Hoy me desperté cansado del amor, cansado de buscarte en cada puerto y de escuchar tu voz todos los días, siempre a la misma hora, como si ambos necesitáramos de esa llamada rutinaria para saber que existimos, que todavía estamos vivos.

A lo mejor tienes razón, aún es demasiado pronto para sentirme cansado. Llevamos apenas unos quince o veinte días regalándonos la luna, jugando a desencontrarnos en cada cita y dibujando poemas de amor sobre nuestros labios.

Si no te he dejado es porque me gusta mirarme en tus ojos, porque me gusta estar por fuera de mí cada vez que viajamos juntos en el Metro, y porque me encanta cuando ocultas tus cartas en mi maleta y en mis bolsillos, para que después pueda leerlas a la hora en que mis noches se hacen mucho más propicias para los milagros.

Pero hoy estoy cansado del amor, estoy cansado y me aferro al perfume que dejaste sobre mi almohada, como un naúfrago que se ha perdido en el espacio vacío que ha dejado tu ausencia y que recién descubre que no soporta la idea de no tenerte para siempre, de no tenerte cada vez que quiera que estés lejos...

Necesito amarte y extrañarte todo el tiempo, por eso, te ruego que esta semana me odies dulcemente, para que la próxima pueda amarte sin temor de los finales que suelo inventar para las historias de los demás, historias que ojalá nunca sean parecidas a la nuestra.

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