domingo, noviembre 30, 2008

Siete puertas

Allí está, como todas las mañanas, vigilándome desde la ventana.

Antes me llamaba para decirme que me arreglara las botas del pantalón o el cuello de la camisa, hoy simplemente me ve partir con una preocupación incierta, con un extraño dolor que sobrevive en su vientre y que jamás podré entender.

“Me voy a buscar el final de la noche”, le dije, “el punto exacto en el que el cielo se divide en dos”.

Ella, suspirando, me respondió con aquella frase que nunca quise escuchar: “eres igual a tu papá”.

Y así, en ese momento, ella hizo que la vida pasara a través de mí, como si cruzara puertas hacia atrás.

En esta puerta estaba yo cuando era profesora y creía en el amor.

En esta, tu hermanita te está arrullando a escondidas.

El hombre que ves en la ventana es el mismo que se fue una vez de casa porque quería encontrar una famosa ciudad de cristal en la que se hacían realidad todas las promesas, incluso las que dependían de él.

-Pero yo soy distinto… Aunque te deje sola, aunque jamás regrese, es distinto. Ojalá algún día puedas entenderlo.

-Lo entiendo- me dijo con una de esas sonrisas que los hijos jamás podremos comprender, porque aunque nacen en el dolor tienen la fuerza suficiente para hacernos hinchar el pecho y los ojos con el más bello sentimiento.

-Ya no soy un niño.

En ese momento le di la espalda y me eché a correr, como tantas veces lo había hecho, para que mis lágrimas no empañaran su orgullo, no ahora que su niño se había vuelto un hombre, un hombre que se quedó esperándola en la vuelta de la esquina, sentado sobre las maletas, deseando que viniera por mí, como aquella vez que me escapé del colegio, como aquella vez que me rompieron el corazón.

“Aquí es donde mi vida se divide en dos”, pensé, al ver que no venía.

Le dejé un “te quiero” suelto en el viento, recogí mis maletas y me perdí calle abajo, siguiendo la misma ruta que han seguido otros hombres antes que yo, sin saber a ciencia cierta por qué, sin saber si al regresar todavía estaría esperando por mí, asomada en la ventana.

Cierra los ojos

Ojalá pudiéramos encontrar el punto exacto donde termina la noche.

Me gustaría estar ahí.

Ver el cielo partido en dos mitades.

La mitad con luna y la mitad con sol.

En los textos escolares nos han dicho que es imposible que eso suceda.

A menos que sea un eclipse o uno de esos raros fenómenos que se inventan los hombres que no sueñan, nunca veremos juntos a la luna y al sol.

Tal vez podríamos lograrlo si cierras los ojos con delicadeza, como si quisieras borrar al mundo apagando la luz, o mejor, como si lo pudieras crear dentro de ti, al interior de tus párpados, igual que cuando eras una niña y creías que la luna nacía en el río.

Por eso, ven, cierra los ojos, intenta mantenerlos cerrados hasta que lleguemos a ese punto en el que dejamos de ser dos mitades, ese punto en el que jugamos a serlo, en el que termina la noche y se nos cuela el amanecer con los sonidos de la ciudad, interrumpiendo al amor y devolviéndonos a esa vida en la que sólo somos dos extraños que anhelan regresar siempre a la caliente oscuridad.

lunes, noviembre 10, 2008

La ruta de tu cuerpo

No soy yo, realmente, no lo soy, ni siquiera me parezco, soy algo así como una versión a medias, se me adivina lo que pude ser bajo las costuras, como si alguien me hubiera puesto encima cada sueño y lo hubiera mal cosido, y yo, esto que soy yo, lo que intento ser, lo que creo ser, ocultando el miedo en los espejos, yo, estoy llorando, sin saber si estoy triste porque ya no me hace falta estarlo, sin saber si estoy vivo porque a esto no se le puede llamar vida, tal vez sí, tal vez antes y ese momento ya no existe, respiro, traigo heridas en las manos y me haces falta, pero sólo porque creo que necesito extrañarte, sólo porque soy canción para un final, con la esperanza de que éste sí sea el definitivo, de que éste sí me devuelva al camino, que es sendero y es principio, el camino que sí es vida, la ruta de tu cuerpo.

sábado, noviembre 08, 2008

Siempre cae bien escribir de nuevo, incluso si es martes y hace frío, incluso si es noviembre y me empiezan a asustar las luces del año nuevo.

Así soy yo, un suave ser de invierno, a veces tan frágil que me asusta dejar caer la almohada, como quien deja abierta la llave de la regadera y abiertas las ventanas.

Me da miedo que la vida fluya.

Por eso creo que las despedidas deberían anunciarse con bocas de ceniza, labios grisáceos que mueran lentos y vacíos, como una flor.

Así entrego mi corazón a vos, sin la inútil esperanza de los que piensan, sin el miedo corrosivo de los que esperan, porque esto no es amor, porque este ser que soy no tiene son de muerte, porque trato de escribir, de dejarme ir, desaparecer frente a vos, llenando de lluvia tus nubes de algodón, dándote alas, dándote fe, dándote incluso aquello que he perdido, lo que ocultan mis ojos, lo que sos.

Pero dejaste abierta la ventana, y fluyen nuestros sueños por la cuadra, colándose por las rendijas, ahogando a nuestros vecinos en la visión fútil de nuestra casa de cristal, esa pequeña casa que son las cartas que nos escribimos cuando el amor era aún eterno, cuando era promesa, cuando yo me dejaba fluir entre tus deseos más profundos, como una libertad con las alas quemadas, un suave ser de invierno que sonríe en el sofá.

martes, octubre 07, 2008

Te extrañaré, claro que te extrañaré…

Será extraño saber que ya no estás asomada en la ventana y que tal vez olvidarás cómo trepar al árbol en el que jugábamos juntos.

Será extraño escuchar tu voz, tu voz perdida en medio de la gente, tu voz tierna que se pierde como se pierde la magia, como se pierde la instantánea locura de sabernos niños, tan libres y felices, tan inocentes y extraños.

Va a llover, lo sé porque lo estoy inventando para ti, estoy dibujando nubes en la caja de arena, las voy trazando con una rama que encontré mientras te esperaba, tal vez por causa de los nervios, por el miedo a quedarme ausente cuando por fin sienta tu voz, cerca, justo sobre mí, dentro de mí, allí, donde crece el corazón…

Y es que para mí eres suave, cálida, mujer serena, mujer que sonríe; para mí eres sol, para mí eres nube, tan dulce, tan tierna tu sonrisa de niña, tus ojos inquietos, tu pelo negro mojado por la lluvia…

Entonces eres silencio y eres duda y me invitas a saltar, nos deslizamos juntos y nos hacemos compañía en los columpios, como retando al tiempo, como diciéndole, “hey, está bien así, no te detengas más, sigue fluyendo, sigue fluyendo para no extrañarla, para pensar que no la extraño”…

Porque tan extraña como mi voz, tan extraña como esta carta, así, extraña es tu ausencia, de ruanas y sombreros, de voces en silencio…

martes, agosto 19, 2008

Debe ser un escritor

Se oculta el niño bajo las escaleras, allí donde apenas hay luz. Aún no le han enseñado que quedarse quieto, con los brazos cruzados sobre las rodillas, no es la forma más efectiva de hacerse invisible. La verdad no creo que le importe mucho, no después de lo que pasó hoy, no después de darse cuenta de lo cruel que puede ser el silencio, más aun si es lo único que te ofrecen aquellos labios por los que uno, ingenuamente, quisiera dar la vida. Aún recuerdo aquellos días en los que jugábamos juntos. Siempre tuvo miedo de la oscuridad, de encontrarse cara a cara con sus fantasmas, de vivir con ellos esa otra vida que los adultos confunden con un sueño. El niño, mi amigo, se olvida de todo eso. Cierra los ojos, hunde la cabeza entre sus brazos y comienza a desaparecer. Puedo imaginar su voz. Está hablando con ellos. Los está inventando para aprender que el silencio es otra forma de ese amor del que hablan los libros, de ese amor que le permite hundirse en ella, en sus mejillas de sal, hasta morir, hasta vivir esa muerte de escritor, esa muerte de almas inventadas que cuelgan en ganchos de ropa, destiñendo vida sobre las alfombras... Sí, definitivamente debe ser un escritor, uno que aún se cree un niño enamorado, un niño que juega a hacerse invisible bajo las escaleras, para estar con ella allí donde apenas hay luz.

sábado, agosto 02, 2008

Este amor absurdo...

Que no me atrape el amor, que no me alcance, que no me encuentre, que no me vea, que simplemente pase de largo como siempre lo ha hecho conmigo, sin dejar huella, sin dejar nada, sólo heridas abiertas que dejo sangrar, ya sin llorar, ya sin reír, ya sin vivir por esta costumbre tonta de sólo pensar, como si pudieran mojar tus ríos de celofán o ser cálida la noche de tus cortinas oscuras, otra vez, una vez más, amor, eso que llaman amor, contigo, como si se pudiera lograr la eternidad en un simple beso, una canción, una fotografía, las historias que perdimos en el teléfono, todo lo que fuimos, los dos, mi sol, despierta tu tristeza, la soledad, ésa que también fuimos los dos y que hoy nos parece incluso tierna en esta tarde sin adioses...

lunes, julio 28, 2008

En blanco y negro

Vi lunas negras danzando sobre ti. Una de ellas, un tanto inquieta, cruzó por tus labios y se perdió debajo de tu falda. Lentamente, vimos crecer una luna llena en tu vientre. Anochecieron tus ojos y mi cuerpo ya no fue tan breve. Ya no era un cuerpo de niño improvisando el amor debajo de las sábanas. Y fue triste, triste como sólo puede ser el sabor de la sangre, en la vida, en la orilla, justo cuando comprendes que hay que acercarse a la muerte para aferrarse al amor. Y vi lunas negras, y tu viste lunas blancas, y juntos las vimos morir entre lágrimas confundidas, de esa vida que no es más tu vida y que te sonríe, y te espera todos los días, preguntando por mí...

Otra vez, azar...

Luces... Incluso en esta orilla. Luces como sombras, luces como espigas. Luces que hacen fila cada fin de mes en los bancos. Luces sobre ti, sobre los besos que dejamos, yo, los besos que dejé dentro tuyo... Luces muertas. Luces de ayer.

lunes, julio 07, 2008

¿Qué le voy a decir si se va?

Necesito acabar con este día, pasar de hoy, terminar, concluir, despertar, salir, germinar, incluso morir si hace falta, amar si es indispensable para esa vida que me espera en tu ausencia, para esa lluvia que soy cuando te mueres, cuando te vas desnuda por esa puerta que alguna vez soñé muro, soñé frontera, hiriéndola sólo con el bramar de un río, porque esta abulia mortal no me alcanza ya para mares ni lunas amantes, tal vez para algunas estrellas que sean tan hermosas como vos en esta agonía de decirte adiós, contra mi voluntad, por falta de ella, aunque diga amarte, esperando inútilmente por esos milagros que podrían crecer entre mis dedos, crecer como crecías vos entre mis brazos.

martes, julio 01, 2008

Esa vida tuya en la que no estoy...

Sé de la vida después de los dos porque ella me lo cuenta todo. De tus amaneceres escribiendo cartas y las llamadas que recibes a media noche cuando te sientes finalmente sola, libre de mi recuerdo.

Es extraño que pueda saber cómo es tu vida sin mí con tanta precisión. Conozco hasta los más pequeños detalles, aquellos breves silencios en los que todavía parece flotar el recuerdo de mis besos...

No te imaginas lo vacío que es esto, esperar noticias tuyas todos los fines de semana para asegurarme de que todavía estoy ahí, todavía en tu memoria pero ya nunca en tu corazón.

Qué tontería eso de amarte en soledad, eso de soñar que algún día tal vez nos encontremos frente a frente y nos baste con mirarnos a los ojos para vivir el presente como si fuera el pasado, como si tu piel aún buscara la mía, como si todavía pudiéramos caer en el dulce abismo donde arde nuestra fe, la tierna e infantil esperanza de ser uno, un único y extraño amasijo de sombras y sudor.

Pero ahí está ella, y tiene tus ojos, y tiene tristeza en su voz, y se parece tanto a mi mamá, aunque tenga las manos de tu padre y el andar decidido de mi hermana, y es tan ella, tan mía, tan nuestra...

Sé de la vida después de los dos porque ella me lo cuenta todo, sin saber, sin sospechar siquiera que es por ella que todo esto tiene sentido, esta tontería de amarte y no buscarte, de retenerte en mi vida y herirte, y matarte a golpes de soledad, mientras ella, mi niña, mi dulce niña que tiene tanto de vos, tanto de mí, va creciendo con la certidumbre de un amor que alguna vez fue milagro y hoy no es más que cenizas... porque así es la vida, simplemente así.

miércoles, junio 25, 2008

Duerme conmigo...

Es curioso que la única forma que se me ocurre en este momento para decirte lo mucho que te quiero sea recostarme a tu lado, reposar mi cabeza en tu vientre y dejarme caer en un sueño ligero sobre ti.

Con lo fácil que sería simplemente decir te quiero sin necesidad de improvisar demasiado, cruzando versos para traerte a mi lado, susurrándote, deshaciéndome en tu calor de mujer adulta...

Esta noche soy gota de lluvia que se desliza por tus muslos, agua viva que cae sobre ti, que fluye, dejándose ir por tu silencio, dejándose perder dentro de ti, como a veces se pierde el amor en el breve espacio de un beso, un beso oscuro, un beso que nos sabe a despedida aunque se repita siempre, como si la ausencia fuera un licor que se nos prende de los labios.

Dime lo que sientes para quedarme contigo, sin importar si soy yo o ese fantasma de escritor que a veces pretendo ser, cuando no tenemos más remedio que despertarnos con las sombras confundidas, cambiando la soledad por sudor y fragancia oscura.

domingo, junio 22, 2008

Puro corazón...

Te caes, te escondes, te ocultas, te encierras, lloras, porque ella está ahí, porque ella está en todo, salpicándote la piel con su propia piel, respirándote como se respira la soledad en las cafeterías, en los bares, en las oficinas, en las aulas de clase, en las sillas traseras de los autobuses, como si el tuyo fuera un amor de anaquel, un amor anacrónico en la edad en la que mueren los poetas, la edad en la que crecen y ven arder sus alas en medio de aplausos y sonrisas de postal, aunque tú no lo creas, no lo veas, no lo aceptes ni presientas, porque para todos sigues siendo puro corazón, igual que cuando diste tu primer beso escondido debajo de la cama, con una intuición de eternidad que ya tenía sus primeros visos de tristeza, de amor ingenuo, amor de escritor como el amor que sueñas con ella, con la esperanza incierta de que esta vez sí será cosa de dos.

jueves, junio 05, 2008

Corazón de luna

Está sola en la noche.

Ésa es la única forma en la que puedo imaginarla desde mi escritorio todavía cubierto de las últimas hojas de lo que algún día será mi olvido.

Me invento escritor. Lo hago tan bien que a veces llego a creerlo y me convierto en aquello que puedes leer en mis libros:

Sólo una sombra.

Sombra que cae sobre la sombra que sostienes entre tus dedos fingiendo que son lágrimas las gotas de lluvia que dejas caer sobre ti a pesar de la soledad inocente en la que suelen flotar tus sueños de niña.

Y yo, intentando sonrisas tristes, me sueño personaje de cuentos eternos, amante muerto en ríos cristalinos, me sueño parte de ti, parte de todas, de vos que estás en todas, como orquídea, como un guayacán florecido por la indiferencia gris de una ciudad que quiere ser cementerio.

Si tan sólo pudieras herirme en colores de otoño para que mi sangre palidezca hasta llegar a ser blanca, hasta llegar a ser negra, como si fuera un mal sueño con ojos de perro, como si fuera la vida cubierta de esa otra vida que nos crece en el vientre, de ésa que inventamos cuando cruzamos juntos la esperanza de no dormir a solas.

Te cansas de mí, lo sé porque te escribo así, porque no me entiendes, porque va menguando tu corazón de luna y te quedas sola en la noche, sin entender qué tan cierto es mi dolor de escritor, dolor de estar siempre por fuera de vos, sin poder traerte a mi lado.

miércoles, mayo 28, 2008

Voy por ahí

Hace mucho tiempo no sentía esto. Respiro color. Increíble. Mis manos, los dedos de mis manos, mis ojos negros que parecen mirar desde atrás, siempre atrás, siempre un pasado, una foto, un recuerdo, una caja donde guardo todo aquello que me hace recordar, todo lo que me hace sentir, vivir, están, sienten, son... creo que mi corazón está en el lugar de mis manos, donde deberían estar y juega, juega con mis hojas, y me siento vivo, y sé que esto es la felicidad, la felicidad mirándome bajo el puente, la felicidad con mi sonrisa.

Siempre camino por ahí preguntándome qué es real, qué no lo es. Me voy dejando caer a cuentagotas sobre la noche, aunque sea de día, para hallar respuestas. Y siempre, cuando cruzo las calles, cuando me detengo a mirar los cristales, veo tu imagen, la respiro, respiro color y sé que todo llegará a su fin, que la ciudad volverá a respirar soledad verde, que el tiempo se detendrá en los cementerios, pero no lo que siento por ti, eso no, eso no tendrá fin, no tendrá fin porque lo que siento por ti soy yo, es real, es un amor que tiene tus ojos, tu cabello, tus manos, tu cuerpo.

Quiero estrechar tu alma contra la mía,
Pero algo ahí, en el fondo, me dice que ya estás conmigo.

Para vos, para no olvidar, tres años...

domingo, mayo 25, 2008

Ese extraño don de fluir

Ésa fue la primera vez que supe lo que significaba una mirada muerta. Estaba descalza, con algunos trapos envueltos en las muñecas y las mejillas cubiertas de hollín. Dolía ver su rostro herido por los surcos negros de las lágrimas. Dolía verla sola frente a las cenizas de lo que alguna vez le dijeron debía llamar "hogar"; ese pequeño rancho de madera que se sostenía por el milagro de la voluntad y del que ahora sólo quedaba el recuerdo de la luz, de las llamas. Uno de sus profesores le había dicho que los días tristes siempre eran días de lluvia, y que las lágrimas, eran como nuestra lluvia personal, pasajera y fugaz. Mirando el azul profundo que desbordaba el cielo aquel día, ella aprendió que la vida también sabe mentir y se fue sonriendo con resignación, con ese extraño don de fluir que tienen aquellos que ven brotar la esperanza entre ríos de sangre.

jueves, mayo 22, 2008

Personas...

Tengo vacíos de ser en mi esperanza.

Vacíos que mienten y que a todos les gustan.

Vacíos como laberintos de Borges, como la indiferencia de Pessoa o el amor pasamontañas de Cortázar.

Vacíos que no siento, vacíos que me consumen.

Si fueran vacíos de vos no serían mentiras tan ciertas.

Son vacíos míos que mienten tu ausencia, que la hacen real, tan real como alguna vez supuse tus besos, como alguna vez supuse tu amor.

Le miento a tu amor sincero, le miento al soñarte eterna, le miento al inventarme solo.

Quizás nadie sepa que mi soledad es de verdad, porque es una soledad que miento bien, que finjo, como fingiré algún día mi propia muerte.

martes, mayo 20, 2008

Sueña por mí

Tenía los ojos dorados. Lo recuerdo bien. Como el sol entre las nubes del ocaso. Brillantes. Anita me habló de ellos desde la primera vez que los vio. La habían impresionado. Hablaba de él y su mirada con un entusiasmo que no era normal a su edad. Incluso llegué a sentir celos. A mí también me hubiera gustado soñar así, pero me quedé esperando a que alguien me enseñara a hacerlo. Ahora que lo pienso, ése debió haber sido el motivo por el cual le pedí a Anita que durmiera con las puertas de su habitación abiertas. Durante noches enteras me senté en el corredor, esperando que de repente se desbordara la luz tenue de su sueño. Siempre creí en esa clase de milagros extraños. Así te conocí. Así lo conocí a él en los sueños de ella. Así supe que Anita ya había comprendido cuánta soledad había en aquello que los adultos llaman amor. Pero sonreía. Y yo quise comprender por qué aún tenía fe en los milagros, por qué aún la tengo, por qué soy yo el que ahora duerme con las puertas abiertas, después de vos, mientras Anita llora sus tristezas de mujer adulta, lejos de sus ojos dorados.

domingo, mayo 11, 2008

El coloso

Silencio. El aire al habla. Semillas en un campo labrado de sangre. Son hermosas las cenizas que resplandecen antes de morir en la noche. Justo como vos. Sientes el calor tibio de tus mejillas aún tersas. Te despierta el olor a gas de la cocina. La sospecha de un adiós que no tendrás el valor de escribir. Ya pasó. No volverás a verlo. Lo cubrirá la nieve opaca del olvido. No verás sus ojos de amor azul nunca más.

*

Si la muerte no es esto a lo que llaman ausencia, si no es este cruel vacío de ser, de amar y despertar dentro de ti con la certeza de que ya no eres tú el que da calor a mis sábanas, si la muerte no es enviudar con cada viaje y fiesta en la oficina, con cada llamada y cada despertar en silencio como dos extraños que se miran desnudos igual que los perros miran la luna, entonces no creo necesario preguntar si esa otra muerte es más "dulce", no creo que sea necesaria la duda.

* * *

Te levantas sonriendo. Ahora crees que despertar es tan sencillo como abrir la llave, cerrar los ojos y respirar ese aire muerto que le sienta tan bien a tus huesos. Dejas que se te llene el pecho de esa otra vida que a veces adivinamos en los espejos y por fin sientes que realmente ya no queda nada para pensar. Qué frágil se ve ahora tu cuerpo adulto. Qué frágil es la sonrisa de ese sueño que te dejará sin esperanza, igual que todos los días.

Para vos, una sencilla e inútil ficción.

miércoles, mayo 07, 2008

Cayendo...

Lo sé, tal vez ya no te queda tiempo para verme llover sobre tu piel. Todo eso ya quedó atrás. Me olvidarás, te olvidaré, es tan normal, tan fácil que pase eso. Una mañana, lluviosa como cualquier otra, te despertarás sonriendo mientras abrazas la almohada en la cama vacía. Yo haré lo mismo del otro lado de la ciudad. Estarás en mí, aunque ya no recuerde tu olor, ni tu voz, ni tu sonrisa. Estarás en mí como ese espacio vacío que alguna vez fue mi vida entera y que hoy no es más que un cierto silencio de color gris. Lloraré tu nombre cuando lo vea deslizarse con la lluvia, cuando se vaya lejos de mí y simplemente se apague, la primera lágrima y un espacio en blanco en mi memoria, así, tan fácil como dejarse caer, como dejarse morir con el sol de cada ocaso.

martes, abril 15, 2008

Esa noche comencé a extrañarte...

Anita no quería un amor normal.

Ella siempre había sido diferente, incluso su soledad, la misma que compartía con sus dos hermanos y su papá, era única y especial. No sabría realmente cómo explicarlo. Tal vez podría dibujar las calles que imaginaba Anita sobre fotos de calles reales, romperlas y después unirlas otra vez, y así tendrías una imagen cercana del mundo en el que Anita esperaba encontrar el amor.

Siempre buscando ventanas abiertas, como la brisa busca el dolor en las olas, Anita se acostumbró a la felicidad por fragmentos, a la felicidad retazo, felicidad nube que siempre se le deshacía entre los dedos.

Así lo entendemos Martín y yo ahora recordando lo que Anita solía escribir:

"Vivo una vida que no es mía, una vida que jamás me pertenece, una vida que vas rompiendo, que vas tejiendo, que vas llorando, una vida que se pierde, como se pierden las lágrimas en la lluvia".

Y, sin embargo, tus mejillas aún calientes, aún tibias por la ruta de la sal, hablan del amor que confía, incluso bajo la lluvia, bajo las gotas secas que se te grabaron en los labios.

viernes, abril 04, 2008

Río abajo

¿Qué otra cosa nos queda? Sentarnos a ver morir la tarde, dejarnos llevar río abajo mientras reposas tu vestido en la ventana. Si de verdad el tiempo pasa y quedan los amigos, tal vez sí pueda sonreír cuando de mi vida sólo queden las cenizas. Por ahora, a tu lado, lo demás no importa. Incluso si no puedo entender lo que nos quiere decir la noche con sus estrellas muertas y sus voces del amor que huye, dejaré descansar mi corazón de niño sobre tu regazo, sólo para sentir la vida que fluye dentro de ti mientras nuestros besos de ayer se van río abajo.

jueves, abril 03, 2008

La muerte nos vio crecer...

Lo peor que hizo Juan ese día fue haber dejado de intentar. Nunca olvidaré la conmoción de Alejandra al encontrar la carta de Juan en el dintel de la puerta. Cómo y cuándo la puso ahí, jamás lo supimos. No hizo falta saberlo. También doña Martha había muerto esa noche. La encontramos desnuda en el balcón, con la pestañina ya seca sobre las huellas de sus lágrimas. "A dónde me llevará esta lluvia, a dónde, si él ya no está"... Sus últimas palabras, las últimas que escucharon sus hijos, quedaron como recuerdo del amor que espera. Es tan fácil quedarse solo en estos tiempos. Si cruzas la calle o el viento cierra por azar la ventana, tal vez te quedes otra vez sola, o como dices tú, en compañía de tus ángeles sin alas.

lunes, marzo 31, 2008

Esta noche vine a verte

Deja que se queme mi voz en el silencio de ti, prometo que ésta será la última vez, a partir de ahora ya no habrá más sombras de ella entre nosotros, no habrá más ausencias incómodas, ni laberintos, ni muertes nocturnas en ríos metafísicos.

Mañana despertaré aún con los labios húmedos, deseando que ilumine el cielo una luna escarlata, una luna de sangre que tenga tu olor.

Y ése será quizás mi deseo más ingenuo, porque a estas alturas sé muy bien que no hay amor que sobreviva a la inocencia de vivir entre sueños, transitando por senderos oscuros donde la luz fluye como el agua, aunque sólo yo pueda verla.

Déjame soñarte, por favor, necesito despertar en la tibia muerte de tus brazos, necesito amarte y quedarme vacío cada amanecer, hasta que se me acabe la esperanza o me canse de ti.

martes, marzo 25, 2008

Antes y después de ti

Quisiera creer que soy algo más, mucho más de lo que alcanzan a ver tus ojos. De alguna forma siento que la noche me arranca de ti antes de que podamos intentar la fuga. Si tan sólo pudieras recordar, deslizar tu piel brevemente en el espejo y pensar de más, pensar que pudimos ser los dos, vos y yo, y no esto que somos ahora, no esta distancia que somos sino la luna en el agua, no el vacío sino el encuentro en el que fuimos uno, siendo dos. Soy antes y después de ti; la agonía de un mar en calma, de un silencio que ya nadie intenta romper. Estás donde se terminan mis huellas. Así de lejos... Así, ausente.

lunes, marzo 17, 2008

Incertidumbre de vos

A ella que está al otro lado, donde la leve luz que habita mis ojos se diluye en un suave arcoiris de colores nocturnos; a ella, la que espera y sonríe dejando caer canciones de amor en el viento; a la que aún me recuerda en ciertos espacios vacíos, bajo la bendición de las estrellas que besamos juntos, bajo la luna, bajo el tenue sol de invierno, sol de los amores humildes que mueren en libertad, de los amores que mueren a la sombra de los techos de zinc; a ti, a vos, a la sombra de vos, a tu cuerpo de sueños cansados, a la niña que sos y que se nos cuela en cada abrazo; a ti que estás en todo... Quisiera una noche, por fin, decirte adiós.

Brevemente solo

Me pregunto si también tus mejillas son breves, como la brevedad de tus labios, de tus medias rojas, de tu falda, como la brevedad de tu pecho libre de las sábanas.

Esta noche, mi cuerpo también es breve, tan breve como el amor al que jugamos en eternidades difusas que se diluyen cuando caen los granos de arena en el reloj.

Suena la zamba del olvido, la escucho entre tus labios, la veo morir sobre los míos, danzando inútilmente en tu piel carmesí, mientras oculto lunas negras en tu vientre.

Si se hace fría mi pasión, sólo me queda rogar que este adiós de tu cuerpo sea tan breve como la felicidad breve que llevas en tu sonrisa.

lunes, febrero 18, 2008

Vos y yo...

Como un tonto salí corriendo, de ti, de todos. Me asusté y huí a lo más profundo de la playa. Me oculté. Me escondí debajo de las olas. Hallé refugio entre sus pliegues e hice de mi voz, la voz del viento.

Me duele pensar que una lágrima adulta quema tus mejillas de niña. Perdóname. A menudo suelo hacer preguntas absurdas, preguntas por fuera del tiempo que nada tienen que ver conmigo.

Te tengo sin tenerte, así como ahora creo tener al cielo que se refleja sobre mí. Estoy en ti y hago parte del viento mientras vos y yo tejemos juntos en el zaguán.

Tal vez quieras encontrarme ahora, recostado sobre las olas, durmiendo plácidamente tus sueños de atardeceres en la costa, sólos los dos, vos y yo, dos niños que sólo saben de amores y sal en los labios.

domingo, febrero 17, 2008

Ya deberías conocerme bien...

Estoy cansado de que me preguntes siempre las mismas cosas. Contigo, el tiempo entre los dos parece una eterna pausa. Me haces sentir como un extraño, como si me olvidaras todos los días al cruzar la puerta de tu casa y quitarte los zapatos. Nunca he recibido una llamada tuya, ni un sólo mensaje de texto o una sencilla nota. Lo poco que sé de ti me lo han dicho tus amigas o lo he inventado yo para amarte y no sentirme tan solo. Imagino que lees mis cartas y las guardas todas debajo de tu cama, que escuchas mis canciones y te despiertas al amanecer con ganas de buscar rincones oscuros mientras te llevo de la mano. Te invento al sentirte extraña, y lo hago tan bien que mi corazón parece no sentir la diferencia. Atrapado en mi pequeño cielo de niebla, amo a la mujer que creo para creer en el amor que dices sentir por mí. Ésa, mi cielo, es la lógica absurda del amor en soledad, del amor sin esperanza, cuando la verdad es que no te amo y estas lágrimas que ves ahora son menos reales que los besos que te di ayer, que te di siempre. Estuve solo estando contigo, lo sabes desde el principio, porque ya deberías conocerme bien.

lunes, febrero 04, 2008

Nuevamente, azar...

Si se enciende tu vida cada anochecer entre el humo de los cigarrillos y los libros entreabiertos, o naces siempre al mediodía al lavar los platos y recoger la mesa, seguramente es porque tú ya estás al otro lado de mí, de la voz mía que crece en ti y que pronto te dirá mamá, como si fuera esa la única forma de ahuyentar la muerte, el vacío enorme de no saber nada y saberlo todo.