martes, junio 05, 2007

Tu ángel...

Cuánto daño puede hacer un hombre...

Incluso cuando está ausente. Incluso así.

La memoria del cuerpo nunca olvida.

El dolor se pasea impune sobre la piel.

Sobre su piel.

Ella que sólo merece atardeceres, tan profundos e infinitos como el de ese llano que ambos quisiéramos conocer, vive aún la agonía de un secreto.

Está muriendo por dentro, sola, sin que su madre venga a consolarla y a cantarle aquella canción de cuna que quizá escuchamos juntos alguna vez.

Duérmete mi niña, un ángel guardián te vigila.

Pero la niña no puede dormir, no mientras recuerde la lluvia y el olor a ají de aquel convento.

Mordisqueando el pulgar de su mano derecha, la niña se pregunta si aquella pequeña vida que acaba de encenderse, justo cuando todas las demás luces estaban muertas, también estará condenada, condenada a estar despierta.

Ya casi son la siete. La lluvia no cesa y él, otra vez, está ebrio.

Cuando escucha su voz, la niña se esconde bajo la almohada.

Si todo fuera como en los sueños, él se hubiera ido sin haberla visto, se hubiera extraviado por caminos de crayón verde o quizá se hubiera ahogado en un río de papel celofán.

Tantas cosas pudieron haber pasado y, sin embargo, ella sólo recuerda la casa vacía, una lámpara rota y una sombra que se fue volviendo rígida...

No hay ángeles guardianes.

Cada vez que el niño recién nacido lloraba, ella también lo hacía, escondida bajo la almohada, mientras la sombra, aquella sombra que la ha condenado a estar despierta, crecía, una y otra vez, sin importar que ella apenas fuera una niña.

Nadie puede saberlo, nadie puede escucharlo.

Esa herida es sólo para ella, y yo, ya sin llorar, sin robarle su canción de cuna, no puedo hacer nada, sólo estar despierto junto a ella.

Si la vida fuera como los sueños, quizás ese día no hubiera llovido, y entonces, un ángel guardián no habría tenido miedo de mojar sus alas…

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Los ángeles siempre temerosos de mojar sus alas, cuando lo más pequeño y hermoso de este mundo está cayendo en lo decadente y en la sombra, y necesitan de su protección que ocualquier otra cosa.

Terrible relato.

Un saludo.

Anónimo dijo...

Por ahora, mientras acomodo ese "Puta cosa tan bella" a mi cerebro, a mi piel, un abrazo eterno.