Debe ser un escritor
Se oculta el niño bajo las escaleras, allí donde apenas hay luz. Aún no le han enseñado que quedarse quieto, con los brazos cruzados sobre las rodillas, no es la forma más efectiva de hacerse invisible. La verdad no creo que le importe mucho, no después de lo que pasó hoy, no después de darse cuenta de lo cruel que puede ser el silencio, más aun si es lo único que te ofrecen aquellos labios por los que uno, ingenuamente, quisiera dar la vida. Aún recuerdo aquellos días en los que jugábamos juntos. Siempre tuvo miedo de la oscuridad, de encontrarse cara a cara con sus fantasmas, de vivir con ellos esa otra vida que los adultos confunden con un sueño. El niño, mi amigo, se olvida de todo eso. Cierra los ojos, hunde la cabeza entre sus brazos y comienza a desaparecer. Puedo imaginar su voz. Está hablando con ellos. Los está inventando para aprender que el silencio es otra forma de ese amor del que hablan los libros, de ese amor que le permite hundirse en ella, en sus mejillas de sal, hasta morir, hasta vivir esa muerte de escritor, esa muerte de almas inventadas que cuelgan en ganchos de ropa, destiñendo vida sobre las alfombras... Sí, definitivamente debe ser un escritor, uno que aún se cree un niño enamorado, un niño que juega a hacerse invisible bajo las escaleras, para estar con ella allí donde apenas hay luz.
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