Te extrañaré, claro que te extrañaré…
Será extraño saber que ya no estás asomada en la ventana y que tal vez olvidarás cómo trepar al árbol en el que jugábamos juntos.
Será extraño escuchar tu voz, tu voz perdida en medio de la gente, tu voz tierna que se pierde como se pierde la magia, como se pierde la instantánea locura de sabernos niños, tan libres y felices, tan inocentes y extraños.
Va a llover, lo sé porque lo estoy inventando para ti, estoy dibujando nubes en la caja de arena, las voy trazando con una rama que encontré mientras te esperaba, tal vez por causa de los nervios, por el miedo a quedarme ausente cuando por fin sienta tu voz, cerca, justo sobre mí, dentro de mí, allí, donde crece el corazón…
Y es que para mí eres suave, cálida, mujer serena, mujer que sonríe; para mí eres sol, para mí eres nube, tan dulce, tan tierna tu sonrisa de niña, tus ojos inquietos, tu pelo negro mojado por la lluvia…
Entonces eres silencio y eres duda y me invitas a saltar, nos deslizamos juntos y nos hacemos compañía en los columpios, como retando al tiempo, como diciéndole, “hey, está bien así, no te detengas más, sigue fluyendo, sigue fluyendo para no extrañarla, para pensar que no la extraño”…
Porque tan extraña como mi voz, tan extraña como esta carta, así, extraña es tu ausencia, de ruanas y sombreros, de voces en silencio…
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