No más promesas
Las puertas están selladas, al igual que las ventanas. He cubierto con sábanas los muebles y todos los “colgandejos” que pusiste en las paredes. Dejé a tu gato por fuera. Lo dejé libre, como siempre debió estar.
Rompí todos los focos y los espejos. Quemé todas tus fotos, todas tus cartas, incluso las que nunca me escribiste; pero que yo nunca dejé de esperar. De hecho, para ser sincero, escribí todas tus promesas y las rompí, una por una, lastimosamente, no de la misma forma “indiferente” con que tú lo hiciste.
Ya destruí todos tus recuerdos físicos, pero aún faltan los que dejaste en mi propio ser.
No sé cómo hacerlo. No puedo. Ojalá pudiera desgarrarme el pecho con las manos, abrirlo y arrancarme el corazón. Me gustaría verlo sangrando y escurrirlo por todas las habitaciones, junto con mis lágrimas finales.
Lo sé. Es inútil. No quiero que me consueles, ni que me agradezcas por las cosas que he hecho. No quiero tu lástima. No la tuya. Si de verdad me quisieras, deberías matarme y envolver mi cuerpo en una sábana, como las que cubren todos nuestros “recuerdos”. Sería más fácil.
Nos hace falta voluntad. La mía, te la robaste, pero la tuya, siempre se escondió detrás de un “hasta pronto”.
Ya se acerca el alba. Creo que empezaré primero por las ventanas, después las puertas, los muebles, los "colgandejos", y tu gato, dejaré entrar otra vez a tu gato... Como siempre, aunque cada noche sea el final.
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