Sin sentido
Cada vez que escribo olvido algo de mí mismo y también olvido la forma de escribir correctamente para que me entiendas y puedas recordarme. Es extraño. Si pones un nombre en una lápida, corres el riesgo de olvidarlo cuando se marchiten las primeras flores. Sin nombre no existo, y si no existo, tampoco puedo ser olvidado; pero tampoco puedo dejar mis huellas sobre tu cuerpo, de la misma forma en que no puedo pensar y sentir al mismo tiempo, como si el universo correspondiera a la sensación que deja el fuego sobre la palma de mis manos. Sé que si dejara de escribir perdería el único lazo que me ata a ti, al menos en las noches en las que te sientes sola, en las que buscas un consuelo en el consuelo de los demás. Me duele estar consciente y no ser lo suficientemente loco para comprender los milagros y la magia que aún se encarnan en tus ojos, en el azul del cielo y en el ulular del céfiro entre los árboles. En estas líneas sin sentido aparente, sin lógica “casual” ni estructural, voy dejando los últimos rezagos de un alma que de tanto hablarse y pensarse en labios y mentes ajenos olvidó… olvidó… que para seguir con vida basta con que cierres los ojos y recuerdes mi nombre, aunque no quieras hacerlo.
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