Ellas
Son varias. Es todo lo que sé.
Una sonríe, casi siempre. Le gusta saber que ilumina mi ventana cuando lo hace, de hecho, soy el único que no ha sido víctima de su embrujo. Aún conservo la cordura, aunque a veces me gustaría no hacerlo.
Hay otra que juega a ser como yo conservando su "ser". Es la más joven de todas, la más atenta, la más inquieta. Cuando la veo, me veo a mí mismo, pero con más esperanza. Cuando la veo dos veces, encuentro a una mujer que tiene el poder de enloquecerme, sin embargo, no lo sabe y no quiero que lo sepa.
Lejos, quizás demasiado lejos, está una tercera. Es un loco vendaval que siempre me sorprende, que ve en mí rezagos de un ser que ya se fue y que, a veces, regresa para seguir soñando con mariposas amarillas y manzanas verdes crudas.
La cuarta tiene una voz hermosa, quizás la más hermosa y dulce que haya escuchado. Cuando la oyes hablar, en realidad, oyes hablar a su alma, como si cada una de sus palabras no saliera de su boca, sino directamente de su pecho, donde la mayoría suele creer que se esconde el
"corazón".
Hay una quinta que miente para tenerme cerca, porque no sabe que ya lo estoy y tampoco pienso decírselo. Siempre logra robarme una sonrisa cuando intenta explicar mi forma de ser como si me conociera de años, aunque nunca hayamos pasado de un día, un solo día que se repite, siempre.
La sexta es la más reciente. Es la única que me hace hablar. No sé cómo lo hace. Simplemente, se sienta ahí y ya estoy contándole todo, aun las cosas que no sé y que suelo soñar para que ella pueda oírlas.
La séptima y la octava se parecen entre sí. Su cielo es igual de azul. Van de aquí para allá, intentando vivir, fabricando fantasías y recogiendo flores marchitas. Me gusta protegerlas, cuando en realidad, es su sueño el que me protege a mí.
Ah... La novena, bueno, ella es una mujer un tanto "extraña", al menos para mí. Nunca sabes qué va a pasar con ella. Sonríe cuando llueve, llora cuando el sol calienta su espalda, le gusta desaparecer, pero de alguna forma, conmigo nunca ha podido hacerlo.
Por último, la décima, es "Ella", la mujer que veo siempre en el cristal de mi memoria, la única que va más allá de mi conciencia y que ha conseguido hacer que mi alma camine al ritmo de la suya. "Ella" sí es como yo, en todos los sentidos, pero siempre es distinta. Si ella es feliz, yo también lo soy, si está ausente, yo también. "Ella" está en mí y yo en "Ella", y nos calienta el mismo sol.
***
Al final de cuentas, todas "ellas" son sólo las hojas que me dejó el viento en el alféizar y que yo conservo en un cuaderno debajo de mi almohada, allí donde escribo y siento, en lugar de pensar y morir.
1 comentario:
Quisiera imaginarme q alguna de esas.... hojas soy yo....
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