Puro corazón...
Te caes, te escondes, te ocultas, te encierras, lloras, porque ella está ahí, porque ella está en todo, salpicándote la piel con su propia piel, respirándote como se respira la soledad en las cafeterías, en los bares, en las oficinas, en las aulas de clase, en las sillas traseras de los autobuses, como si el tuyo fuera un amor de anaquel, un amor anacrónico en la edad en la que mueren los poetas, la edad en la que crecen y ven arder sus alas en medio de aplausos y sonrisas de postal, aunque tú no lo creas, no lo veas, no lo aceptes ni presientas, porque para todos sigues siendo puro corazón, igual que cuando diste tu primer beso escondido debajo de la cama, con una intuición de eternidad que ya tenía sus primeros visos de tristeza, de amor ingenuo, amor de escritor como el amor que sueñas con ella, con la esperanza incierta de que esta vez sí será cosa de dos.
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