Bajo la piel (segunda parte)
-¿La invitaste?
-No, no pude hablar con ella.
-¿Por qué?
-Porque se va a ir.
-¿A dónde?
-Según la profesora, su papá consiguió trabajo en otra ciudad y mañana se trastean.
-Entonces por qué no vas a su casa y te despides. ¿No te da tristeza que se vaya?
-No. ¿No recuerdas que la llevo debajo de mi piel?
-Pero ella se va a ir sin saberlo. Se va a ir y no la vas a volver a ver, pero si hablas con ella, es posible que te recuerde y que regrese, de vez en cuando, a visitarte.
-No mamá, no quiero. Ella está conmigo, siempre lo estará.
La madre se fue preocupada. No quería dejar a su hijo solo y menos ahora que había visto sus ojos enrojecidos por las lágrimas. Si tan sólo le hubiera prestado atención a la forma de sonreír de Juan, ese gesto de fatal certidumbre que se había adueñado de su rostro, quizás no hubiera ido a hacer las compras. Era evidente que Juan tenía una fiebre de obsesión.
1 comentario:
¡Uf!, el final (¿momentáneo?) me deja tranquila. No me cuadraba tanta madurez en un niño.
Es un placer tenerte gimiendo por mi bacanal.
Besos lascivos.
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