miércoles, junio 25, 2008

Duerme conmigo...

Es curioso que la única forma que se me ocurre en este momento para decirte lo mucho que te quiero sea recostarme a tu lado, reposar mi cabeza en tu vientre y dejarme caer en un sueño ligero sobre ti.

Con lo fácil que sería simplemente decir te quiero sin necesidad de improvisar demasiado, cruzando versos para traerte a mi lado, susurrándote, deshaciéndome en tu calor de mujer adulta...

Esta noche soy gota de lluvia que se desliza por tus muslos, agua viva que cae sobre ti, que fluye, dejándose ir por tu silencio, dejándose perder dentro de ti, como a veces se pierde el amor en el breve espacio de un beso, un beso oscuro, un beso que nos sabe a despedida aunque se repita siempre, como si la ausencia fuera un licor que se nos prende de los labios.

Dime lo que sientes para quedarme contigo, sin importar si soy yo o ese fantasma de escritor que a veces pretendo ser, cuando no tenemos más remedio que despertarnos con las sombras confundidas, cambiando la soledad por sudor y fragancia oscura.

domingo, junio 22, 2008

Puro corazón...

Te caes, te escondes, te ocultas, te encierras, lloras, porque ella está ahí, porque ella está en todo, salpicándote la piel con su propia piel, respirándote como se respira la soledad en las cafeterías, en los bares, en las oficinas, en las aulas de clase, en las sillas traseras de los autobuses, como si el tuyo fuera un amor de anaquel, un amor anacrónico en la edad en la que mueren los poetas, la edad en la que crecen y ven arder sus alas en medio de aplausos y sonrisas de postal, aunque tú no lo creas, no lo veas, no lo aceptes ni presientas, porque para todos sigues siendo puro corazón, igual que cuando diste tu primer beso escondido debajo de la cama, con una intuición de eternidad que ya tenía sus primeros visos de tristeza, de amor ingenuo, amor de escritor como el amor que sueñas con ella, con la esperanza incierta de que esta vez sí será cosa de dos.

jueves, junio 05, 2008

Corazón de luna

Está sola en la noche.

Ésa es la única forma en la que puedo imaginarla desde mi escritorio todavía cubierto de las últimas hojas de lo que algún día será mi olvido.

Me invento escritor. Lo hago tan bien que a veces llego a creerlo y me convierto en aquello que puedes leer en mis libros:

Sólo una sombra.

Sombra que cae sobre la sombra que sostienes entre tus dedos fingiendo que son lágrimas las gotas de lluvia que dejas caer sobre ti a pesar de la soledad inocente en la que suelen flotar tus sueños de niña.

Y yo, intentando sonrisas tristes, me sueño personaje de cuentos eternos, amante muerto en ríos cristalinos, me sueño parte de ti, parte de todas, de vos que estás en todas, como orquídea, como un guayacán florecido por la indiferencia gris de una ciudad que quiere ser cementerio.

Si tan sólo pudieras herirme en colores de otoño para que mi sangre palidezca hasta llegar a ser blanca, hasta llegar a ser negra, como si fuera un mal sueño con ojos de perro, como si fuera la vida cubierta de esa otra vida que nos crece en el vientre, de ésa que inventamos cuando cruzamos juntos la esperanza de no dormir a solas.

Te cansas de mí, lo sé porque te escribo así, porque no me entiendes, porque va menguando tu corazón de luna y te quedas sola en la noche, sin entender qué tan cierto es mi dolor de escritor, dolor de estar siempre por fuera de vos, sin poder traerte a mi lado.