lunes, febrero 13, 2006

No lo leas

Y de los ojos le brotan dos perlas enormes que brillan menos que el sol aunque sean más vivas y él siente que acaba de despertar por fin despertar a un sueño más oscuro al que le dicen vida y en el que ya no hay niños con alas ni ancianos que amen y retocen todas las tardes todos los días burlándose del tiempo que sí existe en esta vida pero no en aquélla donde tengo dos perlas incrustadas en los ojos que brillan más que el sol y que tienen más vida que yo porque no viven en lo que pienso sino en lo que sueño y no puedo controlar a pesar de mí de mi alma de las huellas que dejo sobre las hojas.

Ahora leélo en voz alta, por favor, respira en cada coma, en cada punto, sólo así tendré la oportunidad de jugar con tu ritmo sin imponerle el mío:

Y de los ojos le brotan dos perlas enormes, que brillan menos que el sol aunque sean más vivas; y él siente que acaba de despertar, por fin. Despertar a un sueño más oscuro al que le dicen vida y en el que ya no hay niños con alas ni ancianos que amen y retocen, todas las tardes, todos los días, burlándose del tiempo, que sí existe en esta vida. Pero no en aquélla donde tengo dos perlas incrustadas en los ojos, que brillan más que el sol y que tienen más vida que yo, porque no viven en lo que pienso, sino en lo que sueño y no puedo controlar; a pesar de mí, de mi alma, de las huellas que dejo sobre las hojas.

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