La entrevista (primera parte)
-Martín...
-Sí, ése soy yo.
-Pase, por favor.
-Buenas tardes.
-Buenas tardes.
-Así que su nombre es...
-Martín, Martín Fieltro.
Fíjese, ahí está, escrito con letras mayúsculas sobre el papel, ¿acaso no lo ve? ¿acaso duda que soy yo? Tal vez debí haber puesto mi foto en el currículo, así podrían reconocerme en las entrevistas de trabajo y ahorrarme este tipo de preguntas inútiles.
-Bueno, cuénteme sobre su hoja de vida.
-Qué puedo decir...
Usted la tiene entre sus manos, por qué no la lee simplemente y me pregunta otra cosa. ¿Qué quiere que le cuente? ¿Por qué no es más concreto? Por la forma en que mira mi camisa, con ese gesto que intenta ser serio pero que oculta una sonrisa irónica, sé que no le causé una buena impresión. A lo mejor, piensa que sólo soy un joven inexperto, un estudiante que quiere darse ciertos lujos, sentirse independiente, comprar la felicidad que usted cree tener. Pero no. No es así. Me aburre tener que vender mi libertad para ganar dinero. No necesito aparentar, ni tampoco me siento cómodo encerrado en una oficina, frotándome las cejas de satisfacción, de orgullo porque yo sí soy una persona que labora, alguien que no engrosa las listas de desempleo. Arde en mí el fuego de la rebelión. No me provoque...
-¿Y bien? ¿Se va a quedar callado?
-Señor, por favor disculpe. No quiero ser grosero, pero por qué no lee mi hoja de vida y me pregunta lo que haga falta.
-¿Le da miedo hablarme sobre ella? ¿Cuál es el problema?
-No, es sólo que esperaba algo diferente de esta entrevista de trabajo.
Esperaba que la realidad fuera distinta, que usted, tan rosado y feliz, tan cómodo en su sillón de cuero, con su corbata de lunares rojos y su camisa de rayas, con sus zapatos lustrados y su reloj de oro, no fuera como todos los hombres que creen tener el "poder"...
-Bueno, si se va a quedar callado, lo mejor es que dejemos esto así. Que tenga un feliz día.
-No, espere, le voy a contar...
-Bueno, cuénteme sobre su hoja de vida.
-Qué puedo decir...
Usted la tiene entre sus manos, por qué no la lee simplemente y me pregunta otra cosa. ¿Qué quiere que le cuente? ¿Por qué no es más concreto? Por la forma en que mira mi camisa, con ese gesto que intenta ser serio pero que oculta una sonrisa irónica, sé que no le causé una buena impresión. A lo mejor, piensa que sólo soy un joven inexperto, un estudiante que quiere darse ciertos lujos, sentirse independiente, comprar la felicidad que usted cree tener. Pero no. No es así. Me aburre tener que vender mi libertad para ganar dinero. No necesito aparentar, ni tampoco me siento cómodo encerrado en una oficina, frotándome las cejas de satisfacción, de orgullo porque yo sí soy una persona que labora, alguien que no engrosa las listas de desempleo. Arde en mí el fuego de la rebelión. No me provoque...
-¿Y bien? ¿Se va a quedar callado?
-Señor, por favor disculpe. No quiero ser grosero, pero por qué no lee mi hoja de vida y me pregunta lo que haga falta.
-¿Le da miedo hablarme sobre ella? ¿Cuál es el problema?
-No, es sólo que esperaba algo diferente de esta entrevista de trabajo.
Esperaba que la realidad fuera distinta, que usted, tan rosado y feliz, tan cómodo en su sillón de cuero, con su corbata de lunares rojos y su camisa de rayas, con sus zapatos lustrados y su reloj de oro, no fuera como todos los hombres que creen tener el "poder"...
-Bueno, si se va a quedar callado, lo mejor es que dejemos esto así. Que tenga un feliz día.
-No, espere, le voy a contar...
1 comentario:
Ojalá le hubieras escupido todo eso a la cara. Aunque, bueno, me quedo esperando el desenlace.
Besos orgiásticos.
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