sábado, febrero 10, 2007

Yo nunca quise que las cosas fueran así pero lastimosamente hay decisiones que no se pueden evitar. El dolor nos hace fuertes... No sé de qué me sirve ser más fuerte ahora, pero eso es lo único en lo que puedo pensar mientras te imagino cruzando calles cada vez más lejos de nosotros.

Esta vez no regresarás. Dejaré de verte todos los días y me iré acostumbrando a tu ausencia. No quisiera hacerlo, pero tú sabes que así son las cosas. Para bien o para mal, el olvido va cerrando las heridas. No, no quiero que te preocupes, es sólo una forma de decirlo. Yo jamás te daré la espalda pero a partir de hoy ambos tenemos que hacernos a la idea de que ya no compartirás tu vida conmigo.

Lo que más me duele es que me porté igual a aquellos hombres que lloran amargamente en los cementerios por no haber dicho a tiempo las cosas; te dejé ir en silencio, sin poder mirarte a los ojos o sentir tus manos por última vez.

Si pudiera hablar contigo, decirte que hubo un tiempo en el que yo hubiera dado la vida por ti y recordarte que yo era el único que salía a buscarte cuando no regresabas a casa temprano, el único que lloraba cuando amenazabas con irte.

Jamás hablamos de hombre a hombre, no supe si te sentías orgulloso de mí y no te pregunté nunca sobre tus sueños, sobre las cosas que quisiste hacer cuando eras joven.

Siempre hubo tanto silencio entre nosotros, un silencio que el tiempo amplió sin compasión y que ahora parece ser el único recuerdo que fuera a sobrevivir a este adiós...

Otra vez estoy llorando, como aquella noche en que rompiste tu primera promesa.

Tengo que aceptar que todas las cosas tienen un final. Ojalá fuera tan sencillo como apagar la luz o cerrar la puerta...

Hay tantas cosas tuyas que no quisiera saber y, sin embargo, hoy que sé que ya no regresarás, sólo consigo pensar en la forma de preservar para siempre este momento en el que descubro por fin lo mucho que me duele tu partida.

Estarás en mí para siempre porque yo me encargaré de mantener viva tu imagen de hombre alegre y sereno para tus nietos, para mí.

Te quiero y sé que siempre me voy a arrepentir de no haberlo dicho antes de que te fueras.

Nos volveremos a ver. Te pido que por favor creas en eso.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Esto es precisamente lo que debo escribirle, pero no, qué va, cómo putas lograr sacar de mí semejante belleza. Se va en dos meses, amigo, y yo no quiero llorar en los cementerios por las culpas de la omisión, pero tampoco tengo la fuerza para evitar semejante patetismo con mosquitos y frases cursis que cuelgan de las lápidas. Me regalarías, digamos, algunas frases por si la voluntad aflora? Prometo el pie de página. Mi abrazo, admiración y querer. Y mis gracias por aligerar este día tan poco solidario conmigo.

Kmila dijo...

No hay nada como lamentar haber omitido las palabras que tuvieron que ser dichas.

Gracias por esas palabras que me llegaron al fondo del alma......

Saludos

William Montoya dijo...

Andrés: Fresco, todo lo que escribo pertenece a las personas que me leen como vos. Te has convertido en mi lector más fiel y, aunque quizás no lo hayas notado, eso te ha convertido de cierta forma en mi confidente, en el depositario de mis pesares, de aquellos que aún no me atrevo a sacar a la luz por temor de que se sequen demasiado rápido. Gracias, pero te advierto que me quedas debiendo tus letras. No te hagas extrañar tanto...

Camila: Por ahí leí que en una tumba de Nueva Inglaterra encontraron el siguiente epitafio: "Las lágrimas más tristes que se lloran sobre las tumbas son por las palabras que nunca se dijeron"... Ahora que se ha ido, he depositado toda mi esperanza en un reencuentro con él para intentar decirle algo que pueda aligerar la tristeza de los dos. Sólo espero que no me falle la voluntad de nuevo.
Gracias por tu visita.