domingo, mayo 22, 2005

Niñez

Cuando era un niño, me gustaba imaginar que tenía alas.
Corría por la llanura, tomaba impulso, saltaba y desplegaba mis grandes alas blancas.
A diferencia de Icaro, a mí me gustaba volar a ras del piso. Subía hasta casi tocar las nubes y después bajaba en picada para planear durante horas sobre los senderos y las calles cubiertas de gris.
Al caer la tarde, mis alas blancas desaparecían, dejando su recuerdo sobre mi espalda.
Solo, en la oscuridad de mi habitación, aprendí a comprender a Icaro, aunque, de hecho, todavía no lo conociera.
Por alguna extraña razón, que incluso hoy no logro comprender, parece que la felicidad es un castigo.
Primero fui un ángel y después un niño, ahora soy un hombre triste que ha perdido sus alas para siempre.

2 comentarios:

La merde dijo...

Todos hemos pasado en algún momento por algo similar. http://lapetitemerde.blogspot.com/

Anónimo dijo...

CLXVII

LES PLAINTES D’UN ICARE

Les amants des prostituées
Sont heureux, dispos et repus;
Quant à moi, mes bras sont rompus
Pour avoir étreint des nuées.

C'est grâce aux astres nonpareils,
Qui tout au fond du ciel flamboient,
Que mes yeux consumés ne voient
Que des souvenirs de soleils.

En vain j'ai voulu de l'espace
Trouver la fin et le milieu;
Sous je ne sais quel oeil de feu
Je sens mon aile qui se casse;

Et brûlé par l'amour du beau,
Je n'aurai pas l'honneur sublime
De donner mon nom à l'abîme
Qui me servira de tombeau.

Charles BAUDELAIRE, Les Fleurs du Mal, 3e édition, 1868.