domingo, diciembre 25, 2005

Memoria de un fanfarrón

Hola, ¿cómo estás? Supongo que bien porque sonríes. Pasaba por aquí y no pude evitar fijarme en tu rostro. Quise pasar de largo, pero pensé: "Qué más da, ni siquiera la conozco, tampoco me va a importar perderla. De vez en cuando hay que echarle una mano al destino". ¿No me crees? Bueno, sé que soy un desconocido pero eso se puede arreglar, si tú quieres. Además, a simple vista, tenemos muchas cosas en común. El libro que llevas bajo el brazo también es uno de mis favoritos. "Ficciones" de Borges, qué gran novela es ésa. ¿Por qué te ríes? De verdad me gusta mucho. Aunque si te quieres reír de mí, no hay problema, también te ves bonita cuando lo haces. ¿Puedo sentarme a tu lado para mirarte y escuchar tu respiración? Me gusta hacer eso cuando necesito saber si lo que veo es real o es sólo un sueño. Porque señorita, déjeme decirle que con sus labios rojos y sus ojos color miel, su cabello negro y su piel, ah su piel, blanca y tersa como la leche, se parece usted a la rosa de arena de los caballeros cruzados. Tan hermosa, pero tan escurridiza. No tiene por qué sonrojarse. Me imagino que ya estará acostumbrada a esa clase de elogios. ¿Me dejaría sentir su piel? No se enoje. No quise ofenderla. Es sólo que mi corazón me hace decir cosas que no debería. Cuando la veo comprendo por qué inventaron esa figura "imposible" del amor a primera vista. No se vaya, por favor, ¿no le importa dejar un corazón roto? Quiero advertirle que si se va sin regalarme, por lo menos, su número telefónico, me condenará a morir solo, en un mundo que cada día parece más ajeno para los románticos. ¿Le gustaría eso señorita? Yo sólo soy un payaso del destino, un juguete del viento. Te amo sin conocerte, porque sufro de fiebre y de soledad. Está bien, está bien, no insistiré más. Dígame su nombre, sólo su nombre, para poder evocarla en las noches frías de los bares y librerías a los que están condenados los escritores, los poetas y los bohemios. ¿Es que no ve que soy distinto a los demás hombres? Yo puedo darle un amor más puro, más bello y memorable. ¿No le interesa? Ya nos volveremos a encontrar y ojalá que yo siga vivo para ese entonces.

Por fin, la joven logró soltar su brazo de las manos de aquel hombre. Se fue casi corriendo y se subió al primer bus que pasó. Desde la ventana vio cómo el "poeta" lloraba con lágrimas grandes y oscuras que caían sobre los pliegues del pantalón.
Poco después, el hombre sacó su pañuelo, se secó los ojos y las mejillas, tomó "prestadas" unas cuantas flores azules de la jardinera y regresó a su pose de hombre distinguido y culto. "Hola, ¿cómo estás?" Al parecer, lo único que él busca es pasar la noche por fuera de su cuarto oscuro de hospital.

1 comentario:

Anónimo dijo...

...puede más...otro más....
Hasta
KaKau:))