sábado, junio 18, 2005

Desvaríos

Está bien, está bien, empezaré con lo más sencillo, no hay necesidad de adornar tanto la escritura.

Carlos vivía en el silencio de las nubes.

Sujeto, verbo, complemento. Es más fácil de lo que parece.

Carlos era amigo de Alejandra, la dueña del arco iris.

Va bien, toma forma.

Pero cometió el error de enamorarse y sintió celos de la lluvia y el sol.

Bienvenida la realidad.

Carlos quiso apartar a Alejandra de sus supuestos rivales, sin darse cuenta que al hacerlo, le estaba quitando la vida.

Ahora llegó la tristeza, como siempre.

Con el tiempo, Carlos descubrió, en la ausencia de Alejandra, que realmente no la amaba a ella sino a su silencio de colores y decidió cubrir de guacamayas su lecho de nube para reemplazarla.

Por lo visto, la esperanza no tiene cabida en las cosas sencillas, así como la muerte, la vida y el amor.

Carlos murió la tarde en la que el día y la noche fueron uno, y su nube, pequeña y blanca, se convirtió en una ventana a las estrellas.

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