Algo que debes saber sobre mí
Sólo ahora comprendo por qué soy un soñador, por qué todo el mundo insiste en soñar, pero sólo yo me siento orgulloso de serlo. Yo sólo sé que me siento orgulloso de serlo, los demás no importan.
En lo más alto del mundo, quizás, si no lo miro desde abajo, si no pretendo jugar, si es cima o sima, si esto o aquello, estás tú, mirándome de lejos aunque esté contigo, ofreciéndome tus manos para que en ellas pueda escaparme de este mundo, escaparme en tus manos de la ciudad, de los campos, de los caminos tantas veces transitados.
Sé que soy egoísta, que debería escribir para que todos pudieran entenderme, que debería ser más claro, más ordenado, ayudarte a comprender, mostrarte lo que ven mis ojos, el aire en el que froto mi piel. Me encantaría hacerlo, abrir una ventana para que puedas asomarte y ver lo mismo que yo, en el mismo orden, de la misma forma. Me gustaría tener el poder de hacer que ciertos impulsos produjeran las mismas reacciones en tu cuerpo y en el mío, que realmente fuéramos uno para el otro, que tú seas la otra mitad de mi ser. Lastimosamente, sospecho que mi alma está completa, que no está dividida en dos.
Puede que nos empape la misma lluvia, que veamos la misma lámpara encendida en la mesa de noche, que la realidad sea para nosotros una misma pintura, el mismo perro oceánico que llama a la luna mientras los últimos barcos llegan al puerto, y sin embargo, sé que tú no ves lo que yo veo, que jamás estaré dentro de ti…
Los juegos del amor son sólo un simulacro de algo que jamás será posible.
Todos estamos solos, de hecho, hasta ahora, no he tenido noticias de alguien que haya muerto por no haber amado, y no me refiero al amor fraternal, a ese amor que nos impone la compañía, no, me refiero al amor que alaban todos los poetas, al amor que han convertido en “postal”, en canción. Se puede vivir sin haber amado, vivir, así, a secas, como los árboles, vivos pero ignorados. Es tan absurdo. Sé que puedo vivir sin ti, que no te necesito, que mi alma sigue siendo la misma siempre y, sin embargo, me haces falta, extraño tus huellas, tu sonrisa, extraño que te enojes conmigo, que juegues, que nos encontremos en el cine o a la salida de un concierto, en el parque, en la biblioteca, en los salones de baile, extraño el olor de tu piel.
Soy un soñador y me siento orgulloso de serlo, porque a menudo sueño que soy la luz que brilla en tus ojos.
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