Homenaje a Pessoa (segunda parte)
El hombre está acostado sobre la mesa con la cabeza apoyada entre las manos. Duerme, pero no sueña. Eso es evidente por la forma en que se levanta y se vuelve a acomodar, consciente en todo momento de la mesa y de sí mismo; no como las personas que despiertan en mitad de un sueño, extraviadas entre dos mundos.
Apiladas sobre una silla hay algunas cartas listas para ser enviadas o leídas. Están ahí, puestas una sobre otra, aisladas de todo lo demás, como una rosa roja en una fotografía a blanco y negro. Quisiera saber a quién están dirigidas, por qué razón no están desperdigadas por toda la habitación.
1 comentario:
He visto a Pessoa. He olido el aroma de Lisboa.
Abrazo desnudo.
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