lunes, octubre 09, 2006

Para que despiertes

Se nota que has llorado. Ya no eres el mismo. Te duelen tus propios sueños. Antes solías ir por ahí, dándole fe a cualquiera que se te cruzara en el camino, hoy, la esperanza que albergabas en lo más profundo de tu ser, ya ni siquiera alcanza para curar tus propias heridas. Te sientes solo, por fuera del mundo, por fuera de ti. Es como si ya no encajaras en ninguna parte, como si el mundo entero te hubiera cerrado las puertas. Te entregaste a un sueño, sin escuchar razones ni consejos, y ahora te sientes nuevamente defraudado. Así como ella, tú también deberías pensar en ti mismo. Es triste que tu felicidad dependa de otra persona. Acéptalo. La magia que había entre ustedes, llegó a su fin. Por más que intentes disimularlo, el dolor se ha apoderado de tu ser, te ha atado las manos y te ha amordazado la boca. Ni siquiera puedes escribir, no tienes fuerzas para hacerlo. Estás muriendo poco a poco y ella ya no está contigo, te dejó por fuera justo en el momento en que más creías necesitarla. Puedes amar en soledad todo lo que quieras, pero no voy a dejar que pierdas lo único que te mantiene con vida. Todo el mundo lo sabe. Martín, Alejandra, tú y yo, somos soñadores. Por eso estamos aquí... Juntos estamos aprendiendo a escribir y a vivir. Tú nos trajiste, tú nos diste nuestras alas. Martín confía más en sí mismo y Alejandra sonríe con más libertad, al igual que yo. Verte a ti, siempre de pie, soportando el peso de la tormenta con tu sonrisa y tu paraguas roto, nos devolvió a la vida. Éramos perros mudos y aprendimos a ladrar. Eso es lo que hace que Tomoa tenga sentido.
Todos los cuentos, todos los versos, todas las cartas y todas las ausencias que se han escrito en este valle que has llamado Tomoa, sin saber que estabas bautizando tu propia alma, son sólo para que nosotros, los cuatro, soñáramos con la libertad que la ciudad nos había negado.
Despierta. Abre los ojos. Ella ya no está. No puede ver todo lo que has hecho para amarla mejor. Es una extraña pero tú no quieres aceptarlo. Vine a buscarte y te encontré llorando frente a su ventana, haciendo lo que juramos que jamás ibamos a hacer: mendigar tiempo y amor. Recuerdo muy bien cómo te enojabas cada vez que yo lo hacía. De hecho, aún guardo la carta que me escribiste aquella vez. ¿Te acuerdas?
"Levántate, que no vea que has llorado. No seas tonto. Si te ama, no tienes por qué estar así, hincado frente a ella, suplicándole sólo un segundo de su voz. Nadie muere de amor, a menos que lo convierta en obsesión, en fiebre intensa que nos queme toda la piel. Jamás mendigues amor, jamás. El día que lo hagas, es porque todo se ha terminado y entre ustedes, ya sólo queda silencio".
Ven William. Estás vivo. Hay alguien que te sonríe y que necesita de la magia que le diste a ella. Vuelve a escribir. Tal y como te lo pidió Alejandra, ven y dibújanos una luna que jamás se apague, una luna que siempre esté ahí cuando queramos verla, cuando tú quieras verla y olvidar que también fuiste un perro mudo, un perro que enmudeció de desamor....

1 comentario:

Anónimo dijo...

Gracias Juan, gracias por hacerme sentir cada vez peor!!!, enserio mil gracias.

Y tu crees que yo no tengo dolor?, crees que el alma no me duele!!??, no tengo porq andar publicandolo, sintiendolo todos los dias, con eso basta.

Tranquilo(s)que si quieren que me esfume para no hacerle mas daño a William, lo hare.

Hasta nunca.