viernes, abril 14, 2006

Por tu voz

Escribo sin pensar. Trato de no pensar. Pero no puedo. Es tan difícil acercarme al vacío. Tan difícil. Pero vale la pena. Eso quiero creer. Me gustaría que valiera la pena acercarme al vacío para hacerlo cada vez más. Para tener un motivo. Pero no puedo. Menos ahora. Soy esclavo de tu voz. Afortunadamente todavía no lo sabes. Cada noche que hablo contigo, con tu perfume y voz de mar, me siento feliz, aunque esté preso. No soy un hombre muy exigente. Cambié mi libertad a cambio de unas cuantas palabras. Pero valió la pena. De eso estoy seguro. Por amor soy esclavo de tu voz y de tus ojos y de tus manos y de tus brazos y de tus piernas y de tus pies y de tu cuerpo y de tu cabello y de tu mente y de tu alma y de tus alas y tus fantasmas. Por amor soy yo, finalmente yo, al final de la noche, al principio del día. Sin máscaras. Sólo tú y yo, bajo el sauce. Te amo. Espérame en la otra orilla.

...

Eso me hubiera gustado decirte hace años, cuando todo aún tenía un valor, cuando podíamos sonreír y recoger las gotas de lluvia, cuando era posible que yo me perpetuara en ti.
El tiempo sí me llevó a la otra orilla, pero sólo para encontrarte recostada en la sombra de alguien más. "Lo siento". Él sonreía y yo le hice probar tu sangre.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Los amores no consumados no se apagan nunca.

Juan P. Sánchez dijo...

Sí, tienes razón, de hecho, a veces creo que el amor no se apaga nunca, siempre está ahí.

N dijo...

El amor permenece aunque todo lo demás haya cambiado, no importa cuantos años, o cuan lejos, o que ya no podamos sonreír.

Me encanta esa atmósfera que le has imprimido al escrito.